Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) amados hermanos. En el cuarto domingo del tiempo ordinario, les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para celebrar la santa misa dominical.
Bienvenidos hermanos a la casa del Señor. Estamos ya en el cuarto domingo del tiempo ordinario, al que bien podríamos llamar «Domingo de las bienaventuranzas», pues ahora Jesús comienza el sermón en la montaña, del que estaremos escuchando parte en los siguientes domingos. Las lecturas de hoy exaltan la figura del humilde y sencillo.
Con humildad y sencillez, comencemos poniéndonos de pie, para entonar juntos el canto de entrada y celebrar estos santos misterios.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
La opción preferencial de Dios por el pobre y el humilde, resaltan hoy en la palabra que escucharemos a continuación, desde la primera lectura hasta el evangelio. Como los discípulos en la montaña se dispusieron a escuchar el sermón de Jesús, nos preparamos con mucha atención también nosotros a escuchar la palabra que hoy nos será dirigida.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Sofonías 2, 3; 3, 12-13)
Con la profecía de Sofonías vemos con claridad cómo la primera lectura se ha seleccionado para anticipar ya de alguna manera, desde el AT (en el siglo VII A.C.) la enseñanza de Jesús en el evangelio: esta vez es la predilección de Dios por los pobres y humildes.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Sofonías 2, 3; 3, 12-13
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 145)
El salmo 145 habla de la protección de Dios a los más débiles y desprotegidos del mundo: los oprimidos, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los que se doblan, los peregrinos, los justos, los huérfanos y viudas. Mientras que «trastorna el camino de los malvados». Unamos nuestras voces al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10
Monición a la segunda lectura (1 Corintios 1, 26-31)
Coincide bastante también la segunda lectura que vamos a leer, con el mismo tema que las otras dos: el elogio de la humildad. Las divisiones y cismas de la comunidad de Corinto, de las que hablaba Pablo en la lectura del domingo pasado, tienen su raíz normalmente en el orgullo, en nuestra tendencia a sentirnos superiores a los demás.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 26-31
Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
Y así —como dice la Escritura— «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 5, 1-12a)
Escucharemos ahora el sermón de la montaña, que es el primero de los grandes «discursos» de Jesús que nos trae san Mateo, llamado «la carta magna del cristianismo», y que empieza con la página de hoy, la lista de las bienaventuranzas, una de las más conocidas del evangelio, resumen catequético de muchos momentos de enseñanza de Jesús.
Así como los discípulos se le acercaron a Jesús para escuchar ese sermón, hoy nos acercamos nosotros también para escuchar atentamente. Nos preparamos cantando el aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Queridos hermanos, haciendo nuestros los anhelos y esperanzas de todos los hombres, y uniéndonos a toda la Iglesia, presentemos nuestras plegarias a Dios diciendo:
Padre, escúchanos.
- Por la Iglesia, para que sepa vivir con pobreza de espíritu y así descubra la verdadera riqueza, que es Dios. Oremos.
- Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que, al intentar vivir con la Iglesia las bienaventuranzas del Reino, Dios les llene de su sabiduría y de su felicidad. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que, renunciando a sus intereses personales, trabajen con entusiasmo y honradez por lograr el bien común. Oremos.
- Por los más necesitados de nuestra sociedad, especialmente los pobres, los cautivos, los hambrientos y los que buscan la felicidad y aún no la encuentran, para que Dios, en su infinita misericordia, se haga presente en medio de ellos y les brinde su auxilio. Oremos.
- Por esta asamblea eucarística, para que Jesús, hecho alimento para nuestras vidas, nos transforme interiormente y nos haga gustar el secreto de la verdadera felicidad Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Junto a las ofrendas del Pan y el Vino, que serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, presentemos las necesidades de toda esta comunidad.
Comunión
«Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios», nos ha dicho el evangelio de hoy. Con un corazón limpio y dispuesto, acerquémonos a recibir el Cuerpo del Señor.
Final
Con las bienaventuranzas del evangelio de hoy, Jesús nos ha mostrado un programa de vida cristiano. Vayamos a cumplirlo.
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