RESPUESTA AL AIRE LIBRE
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- Yendo Jesús por las aldeas de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías”. San Marcos, Cáp. 7. Entre los niños respondones y aquellos que no atinan a contestar en clase, hay mucha diferencia. Pero esto no viene al caso. Aquí se trata de la respuesta de Pedro a Jesús. El Señor ha preguntado a su auditorio: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Quería evaluar el nivel de comprensión de su mensaje. El grado de adhesión a su persona. Varios del grupo respondieron, aportando comentarios callejeros: “Unos dicen que eres Juan Bautista, otros, que Elías y otros, uno de los profetas”. Los rabinos de entonces comentaban que algunos profetas volverían a preparar la llegada del Mesías. Pero el Maestro vuelve a preguntar, orientando ya sus palabras hacia los más cercanos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”. Pedro, en nombre del grupo, toma la palabra: “Tú eres el Mesías”. Es lacónico el texto de san Marcos.
2.- Otros evangelistas lo entregan más extenso. Esto ocurrió muy cerca de Cesárea de Filipo, una ciudad vecina al monte Hermón. Antes se alzaba allí otra población griega, Paneas, dedicada al dios Pan, el protector de los bosques. Sobre la adhesión espontánea de Pedro construimos nosotros nuestras respuestas de fe, ante el Señor Jesús. Aunque Él bien sabe, como en la historia del apóstol, que una cosa es responder de momento, bajo el impulso de una emoción pasajera. Y otra muy distinta mantenernos firmes ante Él, en toda circunstancia.
En épocas pasadas ciertos grupos cristianos identificaron la respuesta al Señor con el culto. Sólo en el templo podríamos confesar nuestra fe. Pero hoy, al releer el evangelio, descubrimos las numerosas respuestas que hemos de dar a Dios al aire libre. Ya no es tan importante entonces, la construcción de suntuosas catedrales, sino la ayuda concreta a los necesitados. Ya es tan válido celebrar hermosas liturgias, sino procurar que el mensaje de Jesús cale en las conciencias. Ya no es tan urgente redactar magistrales teologías, sino anunciar un evangelio encarnado en la vida. Los discípulos de Cristo hemos de salir del “Sancta Sanctorum”, para situarnos en el Atrio de los Gentiles. Hemos de repetir “Tú eres el Mesías”, desde otros códigos más existenciales y humanos.
3.- Todo esto lo predicaron los profetas del Antiguo Testamento, aunque con distintos palabras. Sin embargo su reclamo golpea oídos sordos, cuando las comunidades creyentes se casan con el poder, o con el dinero. Rabindranath Tagore cuenta cómo el rey expulsó de su territorio a un ermitaño, por no honrar con su presencia el nuevo templo de la capital. El viejo seguía orando, inclinado sobre la hierba, con la cúpula del cielo a sus hombros.
-- Dios no está allí respondió el solitario. Gastaste numerosos muchos kilos de oro en levantar esa maravilla. Pero fue en aquel año, cuando el fuego devastó la región y los pobres vinieron en vano hasta tu puerta. Miserable, te dice Dios: No quieres dar casa a tus hermanos y pretendes levantar la mía.
Sin embargo el rey desterró al ermitaño. Pero éste dijo al despedirse: Me voy tranquilo. Iré a encontrarme con mi Dios, al cual tú desterraste del corazón hace ya tiempos.
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