Es curioso comprobar en este Evangelio como Jesús, pudiendo escoger cualquier barca de las que había allí, escogió la de Simón para apartarse un poco de tierra e invitarle a echar las redes. No nos equivoquemos de barca, a la hora de embarcarnos en la Iglesia, tiene que ser la de Pedro, sea como fuera Simón. Así nos lo enseña Jesús que bien conocía las virtudes y defectos de quien estaba destinado a ser su vicario en la Tierra. Solo en esta barca, el Señor nos invita a remar mar adentro y a echar las redes, es decir a entrar en su conocimiento y hacer fecundo nuestro apostolado.
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