• El paralelismo con la historia de la liberación del pueblo de Israel y, más concretamente, entre Moisés y Jesús, viene reforzado con el que encontramos en el v. 20, copiado de Ex 4, 19: “Anda, vuelve a Egipto. Porque han muerto todos los que intentaban matarte”.
• El profeta citado en el versículo 15 es el de Oseas (Os 11,1: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”). Para Oseas el hijo es al pueblo de Israel. Con esta cita, Mateo pone en relación la suerte de Israel y la de su Mesías.
• Así, simultáneamente, Mateo introduce en el Evangelio el tema de Jesús como Hijo de Dios, que aparecerá muchas veces y de muchas maneras:
* revelación de Dios: Mt 3,17 y 17,5
* proclamación o afirmación de Jesús: Mt 11,25-27; 26,63-64
* afirmación de diablos, adversarios y extranjeros: Mt 4,3.5;8,29;27,40.43.54
* y profesión de fe de los discípulos: Mt 14,23; 16,15
* proclamación o afirmación de Jesús: Mt 11,25-27; 26,63-64
* afirmación de diablos, adversarios y extranjeros: Mt 4,3.5;8,29;27,40.43.54
* y profesión de fe de los discípulos: Mt 14,23; 16,15
• En resumen: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, comparte la suerte del pueblo oprimido por la injusticia. Lo vive en su carne y en el seno de una familia que tiene que emigrar, en la que se concreta la experiencia de todo un pueblo menospreciado -el pueblo de los pobres- que necesita liberación. El verdadero liberador es Él, aquel que, siendo Dios, ha sido rechazado, despreciado, tenido por nada, colgado en el patíbulo.
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