27 diciembre 2019

La familia de Dios

María, José, Jesús, vosotros que vivisteis
las mismas agitaciones de cualquier familia,
que tendríais buenos y malos momentos,
alegrías y dificultades, prisas y risas,
queremos poner en vuestras manos
a la gran familia humana,
que gime con dolores de parto,
que alumbra nuevas cosas
pero que no todas sirven para que vivamos mejor
ni seamos más personas.

Ponemos en tus manos María a todos nuestros
hijos, a los hijos de esta sociedad nuestra
a los que les damos muchas cosas,
sintiéndonos culpables de que no tenemos
para ellos tiempo,
ese espacio que sabemos necesitan
y que la vida que tenemos montada nos la roba.
Sugiérenos la mejor forma de ser padres,
de darles cariño y seguridad
en el escaso tiempo que nos encontramos con ellos.
Ponemos en tus manos, José, todas las dificultades
de la vida de pareja.
Tú que no lo tuviste nada fácil y que nos admiras
con tu paciencia,
ayúdanos a cuidar nuestra relación, a superar
las crisis, a poder con las dudas.
Échanos una mano para mantener vivo
el entusiasmo, para que seamos un apoyo el uno
para el otro y para que juntos nos ayudemos a
cumplirnos, como Tú hiciste con María y Jesús.
Ponemos en tus manos, Jesús, a todos los jóvenes
que lo tienen difícil, a los que la vida les hace todo
tipo de ofertas fáciles,
para caminar por atajos de libertades opresoras,
de amores facciones, de eternos deseos
y caprichos, de placeres vacíos…
Ayúdanos a presentarles el amor verdadero,
la ilusión por transformar el mundo,
el dolor de la injusticia, la preferencia
por los pobres, el valor de lo pequeño.
Invítales Tú a la Vida en Abundancia,
recuérdales su proyecto vital
y dales sueños de libertad y de fraternidad.
Ponemos en tus manos, Padre,
nuestros corazones raquíticos,
que a tanto se aferran a su pequeña familia.
Danos un corazón universal, que nos sintamos
hermanos de todas las personas
y no descansemos hasta que hayamos construido
la gran familia humana,
esa que es tu sueño para nosotros
y nuestro sueño y compromiso hoy contigo.
Solos no podemos lograrlo, pero contigo
a nuestro corazón se le abren todas las puertas.
Gracias, Señor, por hacerme sentir de tu familia.
Mari Patxi Ayerra

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