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08 marzo 2019

NO HAGAMOS SONREIR AL DIABLO

Por Javier Leoz

Comentábamos, el miércoles de ceniza, que la cuaresma tiene un fin primordial: removernos espiritualmente por dentro (y en la praxis por fuera) para que gran día de la Pascua, renovemos y actualicemos aquel Bautismo que recibimos un día, pero sobre el que, tal vez, se hallan adherido algunas telarañas que es conveniente limpiar con la ayuda de este tiempo intenso y cuaresmal.

1.- Son cuarenta días de peregrinación. De gozar con la Palabra de Dios. De detenernos por el camino y conmovernos con las situaciones que reclaman nuestra atención y compromiso efectivo y gratuito. Es un tiempo, en definitiva, para interpelarnos seriamente si ese amante que los cristianos tenemos, Cristo, es capaz de condicionar y centralizar un poco nuestra vida en El; de que nuestro cuerpo prescinda de algunas cosas por su nombre; de que nuestra fe sea fortalecida con la vitamina de la oración en medio del ruido y del caos o, sigamos adelante como cristianos en una realidad que, con frecuencia, es un interminable desierto donde somos probados en la fe, invitados a renunciar a nuestras raíces cristianas o embelesados desde el alero de la ansiedad para tener y soñar lo que nunca podremos alcanzar.


2.- Es cuaresma hermanos. Parece que fue ayer cuando prometíamos a Jesús en Belén nuestro deseo de ser mejores. Ahora, es cuando con la cruz camino del calvario no solamente hacemos buenos propósitos sino que, además, nos comprometemos a no caer en la mera apariencia. A no quedarnos en lo superfluo. A ser conscientes de que la fe exige pruebas, signos, purificaciones y también profesión firme y entusiasta de nuestra fe. El fruto de la Santa Cuaresma, en este Año de la fe, puede ser eso: centrar nuestra vida en Cristo.

3.- Desde algunas instancias se nos quiere hacer ver que, lo que propone y enseña la sociedad o las leyes de turno, es el camino “superguay” y “moderno” de la felicidad. El Señor, en cambio, una vez más nos pide muestras de sensatez y de “ser” más que de “tener”. No podemos ceder a presiones sociológicas, ni mucho menos políticas, donde se nos vende (a precio muy alto) un escaparate del “todo lo de ahora vale” y, “todo lo de antes, es retrógrado inservible”. Ni tanto…ni tan calvo.

4.- En la Iglesia, portadora del mensaje de Jesús, (e iglesia somos todos) podemos correr el riesgo de ser tentados a abandonar lo que es constitutivo y esencial de nuestra fe para quedar bien con el diablo (que se mueve a sus anchas por arriba y por abajo) a costa de callar y amordazar nuestras conciencias que son baúl del criterio justo y del sentido justo de las cosas.

¡Todo  esto te daré si abandonas!

¡Cuaresma!

Tiempo de recuperación de las fuerzas espirituales en este Año de la Fe.

Taller para poner a punto las piezas de la vida cristiana cuando ceden por el choque con la dura realidad.

Antesala para vestirnos con ese traje de seguidores de Jesús que quieren vivir la Pascua (no al borde de la playa ni a bordo de crucero) sintiendo muy de cerca la voz de Jesús que nos llama a un cambio a positivo en nuestra vida. A una contemplación por la oración y a un compromiso activo allá donde nos encontremos.

Sólo así sentiremos la presencia de los ángeles de Dios que nos ayudan y nos sirven para no aburrirnos en ese empeño.

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