Si adoptáramos tu forma de vivir, Jesús, todo sería distinto.
Comenzaríamos queriéndonos
a nosotros mismos,
con ese amor ciego con que Dios
nos quiere.
Creeríamos en nuestras posibilidades
y potencias interiores
y pondríamos en marcha
todos nuestros recursos.
Querríamos también a todas las personas,
descubriríamos el valor oculto
que todas poseen
y la gran obra que el Señor
ha creado en cada uno.
Amaríamos a nuestros enemigos
y a todos los que nos han hecho daño,
porque perdonaríamos como Tú, Padre,
hasta setenta veces siete, es decir, siempre y todo,
limpiando nuestra mente de memorias y resentimientos.
Tendríamos un corazón compasivo
y misericordioso como el tuyo,
sensible al dolor del hermano,
atento a sus necesidades.
No perderíamos el tiempo
en maledicencias ni juicios ajenos,
sino que disculparíamos siempre
y entenderíamos todo.
Viviríamos el Amor en todo momento
y relación,
siendo provocadores de encuentros,
de amistad, de compañerismo
y de fraternidad alrededor.
Si viviéramos como nos enseñaste,
Jesús, no andaríamos nunca preocupados
ni agobiados,
nos dejaríamos sosegar por Ti
y elegiríamos siempre de la vida
la mejor parte,
que es la de gozar la vida con tu compañía,
tu impulso y tu Espíritu. Gracias, Señor.
Comenzaríamos queriéndonos
a nosotros mismos,
con ese amor ciego con que Dios
nos quiere.
Creeríamos en nuestras posibilidades
y potencias interiores
y pondríamos en marcha
todos nuestros recursos.
Querríamos también a todas las personas,
descubriríamos el valor oculto
que todas poseen
y la gran obra que el Señor
ha creado en cada uno.
Amaríamos a nuestros enemigos
y a todos los que nos han hecho daño,
porque perdonaríamos como Tú, Padre,
hasta setenta veces siete, es decir, siempre y todo,
limpiando nuestra mente de memorias y resentimientos.
Tendríamos un corazón compasivo
y misericordioso como el tuyo,
sensible al dolor del hermano,
atento a sus necesidades.
No perderíamos el tiempo
en maledicencias ni juicios ajenos,
sino que disculparíamos siempre
y entenderíamos todo.
Viviríamos el Amor en todo momento
y relación,
siendo provocadores de encuentros,
de amistad, de compañerismo
y de fraternidad alrededor.
Si viviéramos como nos enseñaste,
Jesús, no andaríamos nunca preocupados
ni agobiados,
nos dejaríamos sosegar por Ti
y elegiríamos siempre de la vida
la mejor parte,
que es la de gozar la vida con tu compañía,
tu impulso y tu Espíritu. Gracias, Señor.
Mari Patxi Ayerra
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