Por Ángel Gómez Escorial
1.- La Iglesia celebra en este Domingo 33 del Tiempo ordinario –fin del presente año litúrgico— la Jornada Mundial de los Pobres. Es una jornada pontifica y, por tanto, universal. El mensaje del Santo Padre Francisco tiene un lema muy importante: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, sacado del salmo 34. Una jornada en la que Papa nos invita “a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres, junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización.
2.- La liturgia dominical coloca los textos bíblicos de una manera didáctica, de acuerdo con lo que la Iglesia quiere comunicar en su catequesis precisa, en un momento determinado. Asistimos al final del año litúrgico y, en cierto modo, es como un final de una larga etapa. Y guarda un cierto paralelismo con la idea que podemos tener del final de todo lo creado. El texto de Marcos narra las dificultades que sufrirá el mundo cuando se produzca la vuelta gloriosa de Jesús. Y eso es algo que tendrá que ocurrir porque Él lo ha dicho. Marcos no hace otra cosa que recoger sus palabras. Y aunque una cosa sea que sus argumentos –hoy— concuerden con este final del calendario litúrgico, no podemos dejar de pensar que la Palabra de Jesús es verdadera y que, por tanto, en algún día, algunos hombres y mujeres serán testigos directos de los tiempos difíciles. Por eso no podemos tomarlas como algo lejano e increíble, como un reflejo de una historia antigua. Recordemos que Pablo de Tarso, en un momento, cuando escribe sus primeras cartas, cree fehacientemente que Jesús volverá antes de que el propio Pablo muera y que él mismo, junto con sus compañeros de fe, será arrebatado a la gloria tras el toque de la trompeta del ángel. Pablo comprendió que esa segunda venida iba para largo y se acomodó a la esperanza.
3.- La espera del fin del mundo es muy frecuente en la vida de la humanidad. Se han dado muchas fechas, y se han hecho falsas profecías al respecto. Los pasos de siglo –y más de milenio— suelen producir esas cosas. Sobre la humanidad que pasaba del año 999 al año 1000 se generalizó la idea de que todo iba a acabar. Tal vez, estabas influenciada por las palabras del Libro del Apocalipsis sobre el encadenamiento de mil años de la bestia. En fin, no se sabe. Pero el hombre puede intuir que existe la posibilidad de ese final y que rota la normalidad de la vida en la tierra, todo ello puede llegar. Un terremoto, el efecto de un tsunami, o el impacto de una bomba atómica sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, son cosas terribles que pueden dar idea de la gran hecatombe. Además, hombres y mujeres sabemos que si nosotros morimos, y lo hacen también árboles milenarios, también puede desaparecer la vida en un planeta. En estos tiempos recientes, en estos años y meses, los científicos quieren descubrir si hay agua en la Luna o en Marte, y la realidad es que tanto juegan a que esa presencia del líquido elemento básico para la vida, bien puede venir del momento posterior a una gran catástrofe o, por el contrario, como elemento previo para que la vida se haga posible. Realmente la ciencia avanza, pero poco, y muy despacio. Téngase en cuenta que la teoría del “big bang” –que algunos creen a pies juntillas— es sólo una hipótesis. El mundo pudo haber nacido de cualquier otra manera, científicamente hablando.
4.- La primera lectura, de la profecía de Daniel, describe el momento de la llegada del Mesías que vendría acompañada de grandes prodigios. La profecía de Daniel es uno de los grandes textos apocalípticos del Antiguo Testamento y, en cierta medida, Jesús habla de su Segunda Venida, en una cierta unidad con lo que describe Daniel. Es lógico pensar, de todos modos, que los grandes cambios vienen acompañados de hechos prodigiosos. El refrán castellano habla que “tras la tormenta llega la calma”. Es decir, que en el juego de los tiempos y de los aconteceres, todo está relacionado. Cuanto menos, nosotros hemos de tomar conciencia y consciencia de que estamos a punto de iniciar un nuevo tiempo que nos habrá ayudar a mejorar. El Adviento, en la espera del nacimiento del Hombre Dios, es tiempo de conversión, es camino de infancia espiritual, es sin duda un tiempo nuevo y no sólo porque, cada año, en el primer domingo de Adviento, se inicia un nuevo año litúrgico.
5.- La segunda lectura, de Carta a los Hebreos, que hemos ido leyendo estos domingos, marca de manera magistral –y, sobre todo, para la mentalidad de los judíos de la generación de Jesús— que su sacerdocio es eterno y que su sacrificio solo ha ocurrido una vez. La estructura de la Carta a los Hebreos refleja la condición de Jesús como Sumo Sacerdote, es el sacerdocio de Jesús, en el que la Iglesia, año tras año, se ha visto reflejada. Pero, además, el sacrificio de Jesús vale para todos y en todos los tiempos. Es decir, no es una cuestión particular ligada al Templo de Jerusalén o a los templos de la Iglesia Católica. Sirve para todos los hombres y mujeres de antes, de ahora, y de todo el futuro. La definición como sacrificio universal de Jesús que hacer la Carta a los Hebreos es lo que cada grandeza a este tan importante y llamativo texto canónico sin autor conocido.
6.- No hemos de confundir pues las precisiones que Jesús hace sobre su futura venida con tanta literatura pseudoreligiosa sobre el fin del mundo. La espera sobre la Segunda Venida es otro motivo de alegría para los cristianos. Es la definición de que no estamos abandonados por Él y que un día, en su presencia y cercanía real y física, nacerá un nuevo mundo. Es la Jerusalén celestial que bajará del cielo ataviada con las mejores galas de una novia bellísima. Pero es cierto, también, que la espera de Jesús puede estar llena de problemas, inconvenientes y hasta hechos muy graves. No es fácil la vida de los cristianos es estos tiempos. No podemos pensar como Pablo que el Señor va a llegar pronto. La experiencia de Pablo así nos lo dicta. Pero tampoco podemos dejar de pensar que vendrá… Ciertamente, la fecha y el momento solo lo sabe el Padre. Ahora con el nacimiento del Tiempo del Adviento, de un nuevo Adviento lo que hacemos es esperar con alegría y emoción esa Primera Venida, allá en una noche muy quieta y tranquila de Judá. Y esa espera marca un tiempo nuevo que no debemos desaprovechar.
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