Hoy es 26 de octubre, viernes de la XXIX semana de Tiempo Ordinario.
Ha llegado el momento. Ese de tratar de buscar calma. Pero una calma activa, la calma que apaga los ruidos de fuera y me deja concentrarme en estar contigo, Señor. Me preparo para escuchar lo que me quieres decir. Sé que tú regarás mi vida para que sea fértil, si es que me dejo empapar de tu palabra.
La lectura de hoy es de la carta de Pablo a los Efesios (Ef 4, 1-6):
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
Hoy es uno de esos días, en que el texto es muy cercano. Lejos de hablar de un amor idealizado, de cuentos infantiles, me habla de sobrellevarse. Me habla de que las relaciones con los demás no son fáciles. De hecho, este puede ser un buen momento para poner en manos del Señor algunas de esas relaciones difíciles con las que tengo que lidiar a menudo y que a veces me desilusionan o disgustan.
La lectura de hoy habla de vocación. Cada uno tiene la suya, yo tengo la mía. Puede ser a nivel profesional o personal. Desde la vida religiosa hasta el matrimonio como vocación. Desde la vida independiente a la vida en comunidad. Con humildad se me invita a abrirme a lo que Dios me convoca. A mirarlo cara a cara o a revisar mi vocación.
Humildad, amabilidad y comprensión, aceptas en mi vida a cultivar y a cuidar cada día. Hacerlas más presentes me ayudará a ir sintiendo la paz de Dios más cierta y más real. Puedo repetirlas lentamente durante unos instantes para buscarles un hueco en mi interior. Humildad, amabilidad, comprensión.
Aún con todas las ganas del mundo, hay momentos en que me cuesta mantenerme firme en estos propósitos. Ahí es donde realmente entra en juego la comunidad, apoyarme en otros me ayuda mucho.
El Señor sabe que cuando se trata de temas importantes que tocan partes esenciales de mi vida, surgen mis miedos, mis dudas, mis dificultades. Es momento de compartirlas con él, de mostrárselas y ponerlas en sus manos.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.
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