20 octubre 2018

SIRVIENDO ES POSIBLE CAMBIAR EL MUNDO

Por José María Martín OSA
1- ¿En qué estarían pensando los hijos de Zebedeo? “Sentarse en su gloria uno a la derecha y otro a la izquierda”. Es lo que piden los hijos de Zebedeo en el evangelio de Marcos. No sabían lo que pedían, pues precisamente poco antes había hecho Jesús el anuncio de su pasión y muerte. En el evangelio de Mateo es la madre quien lo pide. Nos parece natural, pues toda madre quiere lo mejor para sus hijos. Ellos habían escuchado personalmente a Jesús, pero parece que no habían entendido nada…. ¿En qué estarían pensando Santiago y Juan? Pensaban, sin duda, que Jesús era el Mesías, el rey esperado para liberar a Israel del dominio romano. Jesús es verdad que era rey, "pero su Reino no era de este mundo", tal como le dijo a Pilato. El predicó el Reino, su mensaje fundamental. Y vino a anunciar y a establecer el Reino de Dios. Hoy podemos llamarlo "la civilización del amor" de la que hablaba Pablo VI. El Reino de Dios, sin embargo comienza en este mundo, aunque todavía no había llegado a su plenitud. Es el "ya, pero todavía no". En el Reino de Jesús es primero el que es el último, es decir el que sirve, no el que tiene poder. Los "hijos del Trueno" buscaban poder y prestigio, lo contrario que hacía Jesús. Muchas veces quisieron hacer rey a Jesús, pero Él lo rechazó, porque había venido a servir y no a ser servido. Su mesianismo no es político ni espectacular, sino silencioso y humilde. En este sentido, San Agustín recuerda que "no dice que su Reino no está en nuestro mundo, sino que no es de este mundo. No dice que su Reino no está aquí, sino no es de aquí".

2.- Constructores del Reino. Hemos de trabajar para construir el Reino de Dios en este mundo. Esto significa establecer unas condiciones de vida en las que reine la justicia, la paz y la fraternidad. Mientras esto no se consiga, todavía no podemos estar contentos. No debemos huir del mundo, sino implicarnos en su transformación aquí y ahora, sin esperar que llegue pasivamente "el Reino de los cielos". Esto es lo que pide Jesús a Santiago y Juan: "beber el cáliz que Él ha de beber". Contestan que sí, pero en ese momento no se dan cuenta de lo que estaban diciendo. Lo comprobarán cuando contemplen la muerte de Jesús. Llegará el momento en que Santiago dará la vida por Cristo. Entonces sí que fue capaz de beber el cáliz de Cristo. Jesucristo se identifica con el “Siervo de Yahvé” del profeta Isaías. Cargó con las culpas de todos, fue triturado con el sufrimiento injusto, entregó su vida como expiación. Pero su entrega nos salva, hace posible nuestra justificación. Un anuncio irreverente de un equipo español señalaba que el fútbol es más importante que Jesucristo. ¡Qué injusticia y qué ingratitud! Jesús debe reinar en nuestro corazón. Jesucristo debe ser lo más importante de nuestra vida. Sólo así le seguiremos con todas nuestras fuerzas y podremos gozar de su amor y “vendrá sobre nosotros su misericordia” (Salmo 32). Un rey existe para servir al pueblo. Es su espíritu de servicio a la comunidad lo que justifica su ser. Así lo hizo Jesús, que tuvo como trono la cruz, como cetro una simple caña, como manto real una ridícula túnica de color púrpura y coronó su cabeza con una corona de espinas. Indudablemente, su Reino no era de este mundo, pero sí para este mundo. Y sus seguidores deben tener también su espíritu de servicio, pues el primero será el que más sirva.
4.- “Cambia el mundo”. El lema del DOMUND de este año quiere mostrar al mundo que la misión y la acción de los misioneros hacen que el cambio del mundo sea posible. Y en este año, en el que se celebrará el Sínodo de los Jóvenes, la Jornada Mundial de las Misiones 2018 les invita a ellos, de una manera muy especial, a ser protagonistas de este cambio. El Papa Francisco, en su mensaje para esta jornada misionera, nos recuerda la tarea de llevar el Evangelio a todos, como hacen los misioneros. No es fácil, exige paciencia, la misma paciencia que requiere formar la cara del mismo color en el cubo de Rubi que aparece en el póster de esta campaña. El DOMUND propone un cambio del mundo, pero este cambio solo es posible si nace de un corazón cambiado. Un corazón cambiado es aquel en el que ha entrado Dios. Un corazón que abraza el Evangelio. Los misioneros se esfuerzan cada día en llevar adelante, con su ejemplo y trabajo, la evangelización de los pueblos que aún no conocen a Dios, porque saben que el Evangelio produce el verdadero desarrollo humano y social de las naciones a través de cambios pequeños, como pide el Papa Francisco. El DOMUND pide el compromiso de los cristianos en la actividad misionera para que el anuncio del Evangelio llegue a aquellos ámbitos geográficos o sociales donde aún no es conocido.

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