Por Javier Leoz
1.- Todos, en nuestro discurrir por la vida, soñamos con unos ideales, pretendemos unas metas o unas aspiraciones por conquistar. El Año de la Fe, entre otras cosas, nos interpela a lo más hondo de nuestras entrañas: ¿Es la fe decisiva en aquello que pensamos y aspiramos? ¿Es el cielo la meta deseada? ¿Soñamos con esa realidad eterna a la cual se nos convida con la cuchara y el tenedor de las bienaventuranzas?
La Festividad de Todos los Santos, es aquella fiesta que corona los méritos y las hazañas de aquellos hombres y mujeres, que con unos parámetros muy distintos a los del mundo, supieron llegar a las más altas cotas de santidad.
*Unos, con FE, llevaron una vida sin demasiado ruido. Sabían que Dios, en el silencio, se hace más fuerte que el protagonismo al que nos tiene acostumbrado la sociedad.
*Otros, desde la FE, curtieron su perfección desde el sufrimiento. Aguantaron lo suyo. No se dejaron vencer por las dificultades ni por el qué dirán.
*Otros más, por la FE, mantuvieron bien alta la cabeza y el pecho hacia fuera con las cosas de Dios. Fueron perseguidos y hasta calumniados por defender la verdad, por promover la justicia por decir ¡no! donde, a veces, los poderosos decían ¡sí!
La Solemnidad de Todos los Santos es la mano de Dios escondida donde menos pensamos. Es la gracia de Dios, desparramada en quién menos imaginamos. Es el poder del Señor en aquel ser querido, cercano o lejano, reconocido o famoso, que a lo largo y ancho de la historia han gozado cumpliendo al cien por cien la voluntad de Dios
Hoy, sin distinción ni acepción alguna, en el Año de la Fe, exclamamos: ¡TODOS LOS SANTOS! Los que gozan de popularidad y los que quedaron en el anonimato; los que veneramos y los que, inconscientemente despreciamos concluyendo que fueron vulgares y que pasaron sin ton ni son. Pero, ellos, gozaron con la felicidad que brotaba de Dios. Saborearon la felicidad que venía de Dios.
2.- Hoy, por otro lado, es el día en el que advertimos que, la felicidad, se asoma por un horizonte totalmente contrario al que miramos; desde una dirección que, quien la encuentra, recoge un espíritu de paz y de misericordia, de luz y de verdad, de fortaleza y de futuro, de eternidad y de recompensa: DIOS.
¿Qué hizo esta gente para alcanzar la santidad? ¿Qué compás eligieron para marcar su existencia con la melodía de la felicidad? ¡Ni más ni menos que abrazar el racimo de las bienaventuranzas; exprimieron el zumo de lo que, ante el mundo, puede parecer ridículo o pasado de moda! ¡Nadaron contracorriente, y por ello mismo, porque Dios les sedujo, son santos!
--Hoy es el día de la alegría. El día de felicitarnos. El día de abrir una puerta a la esperanza: ¡es posible ser santo! ¡Es posible ser cristiano y ser feliz! ¡Es posible cambiar a nuestro mundo de color con el calor de la fe!
Los santos no son aquellos que, en el curso de la historia, los hemos materializado, esculpido y visualizado en madera o impreso en estampa. Los santos son aquellos que bebieron de la fuente de la alegría de la fe; los que se hicieron paso en la vida soñando con ver a Dios; los que proponían sin desmayo y sin vergüenza alguna que, nuestro mundo o el hombre no es más feliz cuando se aleja de Dios, sino más desgraciado.
Qué gran testimonio, el de Todos los Santos, en este Año de la Fe: estamos llamados a cultivar todos esos valores que han hecho de tantas personas algo digno de tener en cuenta para Dios y, sobre todo, porque supieron marcar su vida con el sello de las bienaventuranzas. ¿Lo intentamos nosotros?
Hoy, es el día en el que, espontáneamente, surge desde nuestro interior: ¡dichosos vosotros! ¡Los que gozasteis y sufristeis! ¡Los que sonreísteis y llorasteis! ¡Los comprendidos o perseguidos! ¡Los que padecisteis hambre pero en el cielo estáis hartos!
¡Felices, santos! ¡Felices vosotros! Porque, supisteis dar con ese pozo de felicidad inmensa que, a ocho caños, despertó vuestra vida e hizo más suculenta y preciosa vuestra vida: las bienaventuranzas.
¡Felices, vosotros! Porque, tal vez, entre algunos de vosotros….se encuentra alguno de los nuestros
¡Felicidades y ayudadnos a nosotros a ser dichosos!
3.- DICHOSOS…VOSOTROS
Porque, sin meter ruido, fuisteis escuchados por Dios
Porque, sin ser reconocidos, Dios os ha galardonado
Porque, sin pretender riquezas, el Señor fue vuestro gran tesoro
Porque, sin ser comprendidos, comprendisteis que Dios era la última Palabra
DICHOSOS…VOSOTROS
Que gozáis lo que, nosotros, quisiéramos festejar
Que saltáis de alegría al lado del Creador
Que destelláis en alegría desbordante y celeste
Que gustáis lo que, tantas veces, vivisteis con sencillez y obediencia
DICHOSOS…VOSOTROS
Que no buscasteis la paz que el mundo pretendía sino la justicia de Dios
Que no os acobardasteis ante las dificultades
Que no confundisteis paz con tranquilidad de conciencia
Que no os dejasteis vencer por el poderoso caballero don dinero
DICHOSOS…VOSOTROS
Que, siendo perseguidos, supisteis ver en ello un soplo hacia el cielo
Que, siendo humillados, intuisteis que Dios os engrandecía
Que, siendo apartados de mil caminos, no os alejasteis del verdadero
Que no sucumbisteis a falsos ideales que el mundo os ofreció
DICHOSOS….VOSOTROS
Que sonreís a carcajada limpia en el cielo
Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!
Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados
Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos
DICHOSOS…VOSOTROS
Porque, después de cumplir al dedillo, el plan de Dios
Tenéis, bien merecida, esa santidad que hoy el Señor,
La Iglesia, los cristianos y todos los hombres de buena voluntad
Reconocen en vuestra virtud heroica, constante y sin tregua.
¡DICHOSOS…Y FELICES VOSOTROS!
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