Por Ángel Gómez Escorial
1.- Qué nadie se ofenda pero pienso que Jesús de Nazaret tuvo poca suerte e, incluso, fue, como muchos de nosotros, un poco fracasado. Jesús y sus apóstoles subían a Jerusalén, donde se iba a confirmar su imponente fracaso ante los importantes de su nación. Y entonces se le acercan los Zebedeos, que, en principio, parecían de los más listos del grupo, para pedirle que los nombrara vicepresidente y primer ministro de su futuro gobierno. No se habían enterado, para nada, de cuál era la misión de Jesús. Y mucho menos de cómo iba a realizarse. Luego más tarde, y tras pasado el tiempo terrible de la Pasión y Muerte del Salvador, cuando, ya resucitado, se dispone a subir al Padre, hay quien le pregunta si es entonces cuando va a liberar a Israel de la ocupación romana. Y ese que preguntaba, había tenido a su lado, a un ser extraordinario, cuarenta días y había querido enseñarles, desde la gloria de su cuerpo resucitado, su auténtica misión, la que le había encargado el Padre y por la que, en acto de obediencia suprema, había muerto en medio de un enorme tormento.
2.- Podríamos decir, entonces, que Jesús fracasó con los apóstoles y fracasó con su propio pueblo, que tras admirarle y querer hacerle rey porque les daba pan gratis, luego lo ultrajaron y lo mataron como al peor de los criminales. Nadie parece que le entendió. Y si leemos con atención los Evangelios pues sabemos que repitió muchas veces su auténtico mensaje a los discípulos, y a todos aquellos que le quisieron oír. Les pidió varias veces –como en esta ocasión—que fueran servidores y que no buscaran ser servidos. Les avisó que Él no tenía donde reposar la cabeza. No tenía el menor sentido de aplicar la fuerza –cosa que los políticos saben hacer muy bien--, aconsejándoles que pusieran la otra mejilla, ante la primera bofetada y que dieran el manto a quien les pidiera la capa. Les lavó los pies y les pidió, en definitiva, amor entre ellos. Pero nada, todo el mundo seguía pensando en términos políticos, en posición de poder y más poder. Incluso, también los de Emaús cuando refieren lo ocurrido en Jerusalén esos días de la Pasión, hablan del no reconocimiento de las autoridades hacia Jesús y para nada de su misión, ni de su doctrina. Reconocen su fuerza como profeta, pero ni siquiera su amor por todos.
3.- Es verdad que todo cambió con la llegada del Espíritu Santo y que, incluso, Jesús se tuvo que aparecer a Pablo de Tarso y así buscar un refuerzo al grupo de los doce. Entonces, Jesús ¿fracasó verdaderamente? No. En realidad, fracasaron sus coetáneos que no supieron ver quien era Jesús de Nazaret y la felicidad que les traía de parte de Dios Padre. Es verdad que era difícil entenderle. Decía lo contrario de lo que la cerrada sociedad judía de tiempos de Jesús había enseñado a sus hijos. Si hubiera traído mensajes de conquista, o de convencimiento dialéctico y político, pues tal vez a Jesús de Nazaret le hubieran ido mejor las cosas, pero…hablaba como solo Dios puede hablar, respetando la libertad de todos y no practicando engaños para convencer; buscando un reino de amor en el que todos iban a ser iguales, mostrando la felicidad de las profecías pacíficas de Isaías. Cierto, también, que los libros del profeta hablaban de la profecía del Siervo de Yahvé, apenas conocida por los contemporáneos de Jesús –que hemos escuchado en las lecturas de hoy--, y que es una descripción muy ajustada de lo que fue la Pasión de Nuestro Señor.
4.- De todas formas, y si somos sinceros, debemos disculpar a los discípulos y a los apóstoles, porque si a nosotros, hoy, alguien nos viniera contando las mismas cosas que decía Jesús, no le haríamos caso, ningún caso. Preferimos nuestro dinero, nuestra casa calentita, nuestro refrigerador bien lleno de comida, aunque sepamos que fuera la gente se muere de hambre. No somos capaces, ni siquiera de recibir bien a los emigrantes y los que trabajan lo hacen porque cobran menos, mucho menos. Pienso incluso que, partiendo del conocimiento de la doctrina de Jesús –algunos casi se sabrán los evangelios de memoria—si alguien expusiera en nuestras calles una doctrina idéntica a la que enseñaba –intentaba enseñar—Jesús de Nazaret entre sus paisanos, le enviaríamos directamente a la cárcel o al manicomio.
5.- Hay en las lecturas de hoy una concreción litúrgica de la misión de Jesús que me parece fundamental y maravillosa. Me refiero al fragmento que hemos escuchado de la Carta a los Hebreos El autor de esa epístola nos muestra a Jesús como conocedor de la condición humana, de sus sufrimientos, de sus limitaciones y es mediador ante Dios. Y es que no solo murió por nosotros, sino que nos ayuda en los pasos de la vida. Jesús nos entiende porque es como nosotros, salvo en el pecado. Y comprende nuestras infidelidades, egoísmos y la permanente dureza de nuestro corazón. También, claro está, saber ver la generosidad de muchos hermanos y el camino de seguimiento que ellos realizan de la forma de entender el mundo que tiene Jesús de Nazaret y que nos lleva enseñando desde hace 20 siglos. Ahí está, por ejemplo, Teresa de Calcuta, servidora de los pobres que nadie quería. O de Teresa del Niño Jesús, que es patrona de las misiones y eso que nunca salió de su convento y de tantos otros que son ejemplo de lo que es el reino.
6.- No olvidemos hoy que es la Jornada Mundial de las Misiones –el DOMUND— y que hay muchos hermanos que lo abandonan todo para servir a los más pobres. Porque, realmente, hoy el servicio principal de los misioneros en enseñar con el ejemplo de la pobreza. Primero intentan paliar en lo posible la pobreza e indigencia de los que sirven. Y después les hablan de que hubo uno como ellos, tal vez un poco fracasado como ellos, que habló de amor, de ayuda, de paz y de verdad. Tengamos en cuenta a los misioneros y misioneras que se parecen más a Jesús que nosotros. Eso parece claro. Sabemos que las misiones tienen grandes intercesores en cielo. Qué Santa Teresa del Niño Jesús y San Francisco Javier y la Beata Teresa de Calcuta hagan muy grande esta jornada de hoy dedicada a las misiones y a los misioneros…
No está mal, pues, que sepamos escuchar a Jesús y que le entendamos. Tenemos completa su historia y su misión en los Evangelios. No podemos hacernos los sordos o los desmemoriados. Sabemos lo que Él quiere. No le dejemos fracasar, por favor, ahora, otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario