20 octubre 2018

Dios no fracasa

Confiar en la gracia es, además, garantía de éxito. En palabras de Benedicto XVI, Dios no fracasa. Esa es nuestra esperanza. Con motivo de la Misa celebrada el 7 de noviembre de 2006 con los obispos suizos, el papa Benedicto ilustró maravillosamente esta incapacidad de fracasar por parte de Dios. Fue una homilía «sin papeles», que brotaba del corazón del Pontífice, y conforma una pieza de extraordinario mérito y belleza.
Parece que el hombre en sus inicios, a través del pecado original, pudo arruinar los planes de Dios. Adán pecó, dando la impresión de la derrota de Dios en el inicio de una historia de pecado. Muchas personas dan la espalda a Dios, y sociedades enteras que un día creyeron en Él reniegan actualmente de su nombre. Lo vemos a diario en nuestros entornos profesionales o personales. Es muy difícil encontrar una sola familia donde la totalidad de sus miembros se encuentre en un minimo de relación con Dios. Eso es cosa del pasado.
Sin embargo, la victoria del enemigo no es verdadera victoria. Dios, perfecto director de las almas, respeta la libertad del hombre, aun cuando se le oponga; e inventa nuevos caminos para la caridad, porque su amor es siempre creativo.Él siempre busca nuevos modos de llegar a cada corazón y al mundo entero, apostilla Benedicto XVI.
Dios no facasa porque es capaz de vencer por medio de la humildad y obediencia. En el Calvario, cuando fue brutalmente crucificado, cuando más acabado y sin futuro aparece, más victorioso se levanta por toda la eternidad. Su amor siempre puede más.
Ante el continuo y aparente fracaso de Cristo en Occidente, Benedicto XVI invita a tomar un camino concreto para procurar la victoria del Amor: la identificación con Él; la identificacicón con su humildad. «Aprended a pensar como pensaba Cristo; aprended a pensar como él», exhortaba el Romano Pontífice. «Aprendemos los sentimientos de Jesucristo cuando aprendemos a pensar como él y, por tanto, cuando aprendemos a pensar también en su fracaso, en su experiencia de fracaso, y en el hecho de que incrementó su amor en el fracaso. Si tenemos sus mismos sentimientos, si comenzamos a ejercitarnos en pensar como él y con él, entonces se despierta en nosotros la alegría con respecto a Dios, la convicción de que él es siempre el más fuerte. Sí, podemos decir que se despierta en nosotros el amor a él. Experimentamos la alegría de saber que existe y podemos conocerlo, que lo conocemos en el rostro de Jesucristo, el cual sufrió por nosotros. Creo que lo primero es entrar nosotros mismos en contacto íntimo con Dios, con el Señor Jesús, el Dios vivo».
La invitación del Pontífice coincide con aquella de su predecesor: la oración y los sacramentos. «Por eso, creo que debemos esforzarnos sobre todo por escuchar al Señor, en la oración, con una participación íntima en los sacramentos, aprendiendo los sentimientos de Dios en el rostro y en los sufrimientos de los hombres, para que así se nos contagie su alegría, su celo, su amor, y para mirar al mundo como él y desde él».
Con esta invitación a vivir en manos de Dios, sale de nuevo a nuestro encuentro la necesidad de un guía espiritual, que nos introduzca en ese maravilloso abandono en manos del verdadero director de nuestras almas: el Espíritu Santo.

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