06 octubre 2018

Dios, diálogo y detalles

1.- “El amor es comprensivo”. En el matrimonio, tanto el hombre como la mujer “son una sola carne” y, por tanto, busca siempre el uno la felicidad del otro. Ya no se preguntará si “yo soy feliz”, sino si “estoy haciendo feliz al otro”. Porque en la medida en que el esposo haga feliz a su mujer, será también él feliz y viceversa. En el matrimonio hay un compromiso de amar para siempre, pero para que esto sea posible “hay que cuidar el amor”, como cuidamos una planta para que no se seque. Y sólo se cuida el amor cuando se dedica el tiempo necesario al otro, cuando se es capaz de renunciar a uno mismo en favor del otro, cuando el diálogo y la tolerancia tienen cabida dentro del hogar. Pregunté a un matrimonio en la celebración de sus bodas de oro cuál era el secreto de que se quisieran tanto y me respondieron al unísono: “comprensión, mucha comprensión……. Comprender al otro es ponerse en su lugar, es ser capaz de sufrir y alegrarse cuando el otro sufre o se alegra, igual que todo nuestro cuerpo sufre cuando le duele un miembro. Amar de verdad es ser capaz de decir “lo siento” y “te perdono”, igual que se dice “te quiero”. Para conseguir el éxito en el matrimonio hay que tener presente las tres “D”: Dios, diálogo y detalles

3.- Es un amor que toma la iniciativa. El proyecto de amor según Dios exige permanencia y tiene ansias de plenitud y para siempre, “hasta que la muerte nos separe”. Pero la realidad es que este ideal no se puede vivir por diversas razones. En este caso la Iglesia debe ser acogedora. Así lo manifestado repetidas veces el Papa Francisco y lo destacó en la “Amoris laetitia”. Hay tres palabras claves para el Papa en el matrimonio: “permiso, perdón y gracias”. El respeto, el perdón y el agradecimiento son fundamentales en la vida del matrimonio. El verdadero amor no espera que el otro dé el primer paso. Se lanza el primero para hacerle feliz. Además, es comprensivo, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites. El amor lleva a aceptar al oro como es, sin pretender cambiarlo, ni dominarlo, ni anularlo…. Quiere la realización del orto sin esclavitudes. Es como tener al ser querido como en un pedestal, buscando en todo momento su bien.
3.- Un amor total, fecundo y fiel. Supone entrega total de uno mismo. Pone en juego todo lo que somos. La persona es corazón: amar es darse. Cada uno se ofrece al otro su cariño para hacer feliz al otro. La persona es libertad, decisión: los esposos se dan un sí que compromete toda su vida. Es como si se dijeran; “Mi vida eres tú”, o “sin ti no soy nada”. El amor mutuo es el mejor camino para entender y amar a Dios. Necesita salir de sí mismo, dar vida: los hijos, fruto del amor. Pero debe ser fecundo para los demás. No se trata solamente de mirarse el uno al otro, sino también de mirar juntos a los demás, para que el amor sea también bendición para otros muchos. Es un amor fiel, que tiene que crecer y que hay que cuidar No podemos ser ingenuos y pensar que crece sólo. Se cuida cada día con los pequeños detalles, la comunicación y el dedicar tiempo al otro… Hay que evitar todo aquello que pone en peligro al amor y favorecer lo que lo hace crecer, como dice esta parábola:
“Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse.
El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: Ámala, luego guardó silencio.
-Pero es que ya no siento nada por ella.
Ámala, repuso el sabio.
Y ante el desconcierto del señor, después de un oportuno silencio, el viejo sabio agregó lo siguiente: Amar es una decisión, no un sentimiento; Amar es dedicación y entrega, amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor.
El Amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que le puede hacer daño a tu jardín, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega y cuida. Debes estar preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvias, mas no por eso abandone tu jardín.
Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétela, dale afecto y ternura, admírala y compréndela. Eso es todo, Ámala”.
José María Martín OSA

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