28 marzo 2018

HACED ESTO EN MEMORIA MÍA

Por Gabriel González del Estal

1.- Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. ¿De qué tenemos los cristianos que hacer memoria? Evidentemente, del cuerpo de Cristo que se entrega voluntariamente por nuestra salvación. No se entrega voluntariamente porque le guste morir; se entrega voluntariamente porque está dispuesto a seguir predicando el reino de Dios, sabiendo que esto le va a costar la vida. Lo que Cristo predica es algo que va en contra de las ambiciones y de los intereses egoístas de los que mandan; Cristo sabe que enfrentarse al poder, denunciando la corrupción y el pecado de los jefes, es asumir un riesgo claro de muerte. Pero él está decidido a obedecer el mandato de su Padre hasta el final, con todas las consecuencias, aunque le cueste la vida. De esto debemos hacer memoria en nuestras eucaristías. No una memoria puramente histórica y memorística, sino una memoria comprometida con la vida de Cristo. Celebrar la eucaristía, sin comprometerse hasta la muerte en la lucha contra el mal, no es celebrar la eucaristía cristiana, no es hacer memoria del cuerpo de Cristo que se entrega por nosotros. Cristo quiere que su cuerpo entregado sea un cuerpo compartido por nosotros y con nosotros; Cristo quiere que en la eucaristía nos hagamos miembros vivos de su cuerpo, que seamos, también nosotros, cuerpo entregado por la salvación del mundo. Comulgamos con el cuerpo de Cristo cuando también nosotros nos hacemos cuerpo de Cristo. Esto es hacer memoria del cuerpo entregado de Cristo.


2.- Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía. ¿De qué tenemos que hacer memoria los cristianos en nuestras eucaristías, cuando bebemos la copa sellada con la sangre de Cristo? El texto de san Pablo lo dice muy claramente: de la nueva alianza que Dios ha hecho con nosotros a través de la sangre de su hijo. Los sacerdotes del tiempo de Jesús ofrecían al Señor los sacrificios de animales que ofrecían las personas para seguir obteniendo el favor y la protección que Dios les había ofrecido en las antiguas alianzas. A partir de ahora el sacrificio de la vida de Cristo será el sello único y definitivo que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros. La nueva alianza se hace con Cristo, por él y en él. Pero, una vez más, debemos decir que recordar y hacer memoria de esto no es sólo un acto de la memoria, sino aceptar un compromiso, el compromiso de ofrecer también nosotros nuestra vida, con la vida de Cristo, para que el reino de Dios pueda hacerse realidad en nuestro mundo. Nuestra vida, unida a la vida de Cristo, debe ser también un sello que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros y nuestro compromiso de vivir con Cristo y como él vivió.

3.- Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. ¿Qué es lo que Cristo había hecho con sus discípulos? Lavarles los pies. Pues bien, según el evangelio de san Juan este fue el último gesto que Cristo hizo con sus discípulos, antes de ser entregado. Más de una vez Cristo había dicho a sus discípulos que entre ellos el que quisiera ser el primero que se pusiera el último. El último mensaje de Jesús a sus discípulos fue el de servir, no el de mandar. También los cristianos debemos hacer memoria de esto. Una memoria no sólo memorística, sino comprometida. Que cada vez que hacemos memoria de esto, nos comprometamos nosotros a servir.

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