12 noviembre 2017

Domingo 12 noviembre: Comentario de Pedro Sáez

Resultado de imagen de mt 25, 1-13
La síntesis de las lecturas de hoy es muy clara y sencilla:
Si se está atento [3ª lect. (Mt. 25, 1-13 )] se puede alcanzar la sabiduría [1ª lect. (Sab. 6,12-16] que nos llevará al encuentro con Dios [2ª lect. (1ª Tes. 4, 13-18)]
Dentro de nuestro empeño en encontrar valores que orienten nuestra vida de personas y de personas creyentes, hoy los textos de la Sagrada Escritura nos invitan a entrar en el meollo mismo del ser humano en orden a sabernos posicionar como tales en el desordenado mundo que nos circunda.
La comprensión de la grandeza del mensaje transmitido por Dios está garantizada en la primera de las lecturas.
En el libro de la Sabiduría (1ª lect) se dice: “Se deja encontrar por quienes la buscan”

Al ser una proposición con carácter universal, es también una oferta para todos y cada uno de nosotros. Su verificación es notoria puesto que muchísima gente, algunas de las cuales veneramos hoy como santos públicamente conocidos y reconocidos, han vivido sabiamente y hoy los propone solemnemente la Iglesia como ejemplos a imitar. También en nuestro derredor, en la vida diaria, encontramos personas que viven honesta mente su vida. Hombres y mujeres que viven con la sabiduría de Dios, incluso muchos, sin saberlo porque no son “creyentes”
El mal hace mucho ruido y causa tanto dolor que le convierte en algo muy sensible en el mundo, a veces, excesivamente aireado por la prensa sensacionalista. Pero eso no quiere decir que solo se dé el mal en el mundo. El bien existe pero con su carácter discreto pasa desapercibido, muchas veces incluso tapado por el ruido ensordecedor del mal.
Que la posesión de la Sabiduría sea una oferta universal no quiere decir que no exija esfuerzo por nuestra parte.
Es el consejo-advertencia que nos hacía Jesús en el Evangelio (3ª lect) “Estad en guardia y preparados” para que no se pase la oportunidad de encontrarla.
Estarlo es de una importancia suprema puesto que nos sitúa en la línea del definitivo descubrimiento de nuestra realidad personal.
El descubrimiento de nuestra condición de persona abocada a la eterna existencia en el misterio de Dios es vertebral en la organización de nuestra vida y el aprovechamiento y orientación de las expectativas que ella nos ofrezca. Es algo que afecta a la comprensión de la persona como tal. ¿Qué soy yo? ¿Quién soy yo, de verdad?
Según la Revelación nuestra vida se entiende y explica desde una decisión amorosa de Dios que nos invita a vivirla aquí de tal manera que nos hagamos dignos de vivirla luego eternamente junto a Él.
Es la gran noticia que nos transmitía San Pablo en la segunda lectura: “Si creemos que Jesús ha muerto y ha resucitado nos reunirá con Él y estaremos siempre con Él”
La grandiosidad de esta afirmación no hemos de entenderla como que aporta algo maravilloso que se “añade” a la condición de hombre, sino como una nueva concepción del hombre mismo; algo que embebe todo cuando uno es y hace: somos “algo divino”, una “realidad” que “objetiviza”, que convierte en realidad concreta el proyecto amoroso creador de Dios. Cada persona es el proyecto creador de Dios realizado individualmente.
Esto cambia totalmente la visión del hombre. De ser algo efímero, pasa a ser un paréntesis entre el amor de Dios creador y el amor de Dios acogedor.
No somos una nada entre dos ceros, la nada de antes de nacer y la nada después de morir, que decía la filosofía existencialista atea, sino todo lo contrario, un resultado de la acción amorosa creadora y receptora de Dios. Los cristianos sabemos que antes de nacer somos un proyecto en la mente de Dios y después de morir uno que descansa eternamente en el pecho de Dios.
Podríamos decir que el hombre es un deseo de Dios realizado en carne. Como carne sentimos las limitaciones propias de ese material; como “intento” de Dios somos “un- algo- abierto- a- regresar- a- Dios.
El hombre no es una burbuja de aire aparecida por azar de la simple combinación de materia resultado de un cúmulo de probabilidades, sino la realización concreta de un proyecto de Dios, destinado a regresar a su fuente mediante una decisión consciente y libre.
Como “criatura de Dios” somos una más de las innumerables que integran el cosmos, pero con la peculiarísima y extraordinaria capacidad de sabernos creados y orientados por Dios hacia Él. Cuando Nietzsche afirmó que el hombre actual es una flecha lanzada desde el mono hacia el superhombre tuvo una intuición genial al descubrir que el hombre no es una realidad definitivamente hecha. Se equivocó al considerar el punto de partida y de llegada. El hombre es un ser proyectado por Dios camino de su definitiva “plenificación” en Dios, tras su carrera temporal en el mundo.
La aportación de la Revelación a la comprensión más profunda de la realidad humana es un verdadero regalo de Dios que debemos aprovechar hasta las últimas consecuencias.
Escuchemos la exhortación de Jesús: estemos atentos para que no perdamos la gran oportunidad de comprender nuestra vida como una gran expectativa hacia Dios. AMÉN.
Pedro Sáez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario