La vida humana se compone de etapas conflictivas, dolorosas y de momentos gozosos. El evangelio de hoy nos presenta una cadena de escenas de corte negativo. ¿Cómo superar un tramo de peleas y de enfrentamientos?, ¿cómo lograr la paz?. El remedio que apunta el evangelio es el siguiente: ”¿No debías tú también tener compasión, como yo tuve compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti”. Las escenas del evangelio de este domingo traspiran egoísmo, envidias, violencia. Podemos avanzar más: que el clima social de nuestra época coincide en muchos aspectos con el de los tiempos de Cristo. Es decir, la realidad social dominante en los tiempos de Cristo que describe el evangelio, se parece a nuestro clima social del siglo XXI.
Ciertamente, tanto si observamos nuestra realidad individual, personal, como si nos fijamos en el ambiente (clima) social, necesitamos de personas que sean apóstoles de la Paz y de la reconciliación. La semana pasada un artículo de prensa se titulaba: “El Papa Francisco receta reconciliación”.
No se trata de ser un sentimentaloide, sino de tomar una actitud vital generosa, constructiva, cordial, ante el mundo que nos rodea. Tener compasión equivale a tener misericordia, equivale a “pasar“ por el corazón. No se reduce a pedir disculpas porque no hemos dado preferencia a la persona de más edad.
El escritor Szasz afirmaba que “el estúpido ni perdona ni olvida; el ingenuo perdona y olvida; y el inteligente perdona, pero no olvida“.
“La insistencia de Jesús en el perdón y la mutua comprensión no es propia de un idealista ingenuo, sino de un espíritu lúcido y realista”. Nadie puede pretender tratar solo con personas perfectas. Hemos de aguantarnos mutuamente los defectos y faltas y saber perdonarnos si no queremos destruirnos.
El escritor Szasz afirmaba que “el estúpido ni perdona ni olvida; el ingenuo perdona y olvida; y el inteligente perdona, pero no olvida“.
“La insistencia de Jesús en el perdón y la mutua comprensión no es propia de un idealista ingenuo, sino de un espíritu lúcido y realista”. Nadie puede pretender tratar solo con personas perfectas. Hemos de aguantarnos mutuamente los defectos y faltas y saber perdonarnos si no queremos destruirnos.
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