13 abril 2017

Viernes santo

“¿En dónde podría yo refugiarme con mi debilidad,
con mi dejadez, con mis ambigüedades e inseguridades…
sino en Ti, Dios de los pecadores comunes, cotidianos,
cobardes, corrientes?”.
“Mírame, Señor, mira mi miseria. ¿A quién podría huir sino a Ti? ¿Cómo podría soportarme a mí mismo si no supiera que Tú me soportas, si no tuviera la experiencia de que Tú eres bueno conmigo?”.
“Mi pecado no es grandioso, es tan cotidiano,
tan común, tan corriente que incluso puede pasar inadvertido… Pero qué hastío suscita mi miseria, mi apatía, la horrible mediocridad de mi buena conciencia.
Sólo Tú puedes soportar tal corazón.
Sólo Tú tienes aún para mí un amor paciente.
Sólo Tú eres más grande que mi pobre corazón”.
“Dios santo, Dios justo, Dios que eres la Verdad,
la Fidelidad, la Sinceridad, la justicia, la Bondad…
ten compasión de mí…
Soy un pecador, pero tengo un deseo humilde
de tu misericordia gratuita”.
“Tú no te cansas en tu paciencia conmigo. Tú vienes en mi ayuda. Tú me das la fuerza de comenzar siempre de nuevo,
de esperar contra toda esperanza,
de creer en la victoria, en tu victoria en mí en todas las derrotas, que son las mías”.

Este año tal vez nuestro beso al Crucificado puede ser un
poco más sincero y profundo.

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