Estamos en los domingos posteriores a Epifanía, la gran fiesta de la universalidad del evangelio de Jesús.
Pobres de espíritu
Sin duda la bienaventuranza dominante en el texto de Mateo es la primera. El añadido respecto a Lucas, «de espíritu», ha sido causa de muchos debates. ¿Cuál es su alcance? En la mentalidad bíblica con esa expresión se quiere expresar un dinamismo, el espíritu es soplo, fuerza vital. Se trata del aspecto dinámico del ser humano. «Pobre de espíritu» designa algo más global y exigente que una mera actitud de desprendimiento respecto de bienes materiales. El agregado «de espíritu» transforma la referencia a una situación económica y social («pobre»), en una disposición para aceptar la palabra de Dios.
Estamos, en verdad, ante un tema central del mensaje bíblico: la infancia espiritual. Se trata de vivir en total disponibilidad a la voluntad del Señor, hacer de ella nuestro alimento, como dice Jesús en el evangelio de Juan. Es la actitud de quienes se saben hijos e hijas de Dios, hermanas y hermanos de los demás. Ser pobre de espíritu es ser discípulo de Cristo. Esto es lo fundamental.
Hacer nuestra la pobreza material es una manifestación —y capital— de la infancia espiritual, pero ser discípulo no se restringe a ella. Esta condición implica, ante todo, una apertura al don del amor de Dios y una solidaridad preferente con los pobres y oprimidos. En este contexto, y sólo en él, adquiere sentido optar por un estilo de vida pobre. La pobreza material, en tanto que tal, es decir, como carencia de los bienes necesarios para vivir con dignidad, no es querida por Dios.
Las siete bienaventuranzas restantes se refieren a otras tantas actitudes del discípulo, del pobre espiritual: buen trato, aflicción por la ausencia del Señor, hambre y sed de justicia, misericordia, coherencia de vida, construcción de la paz, persecución por causa de la justicia. Ellas enriquecen y profundizan la primera bienaventuranza.
Buscar al Señor
La noción del pobre de espíritu viene del profeta Sofonías. Son aquellos que buscan a Dios y a la justicia. Ese texto inspira el de Mateo 6, 33: «Buscad el reino de Dios y su justicia», versículo que resume, en cierto modo, el sermón de la montaña. Eso es lo propio del «resto de Israel», es decir, de quienes mantienen viva la alianza en la espera del Mesías.
La comunidad cristiana enlaza con ese «resto de Israel». La Iglesia de Corinto está formada por gente que los poderosos desprecian, por personas pobres. Para saberlo, basta que ellos mismos se miren las caras (1 Cor 1, 26) Dios ha escogido a los últimos de la sociedad para hacerlos sus discípulos: «Lo débil del mundo…, para humillar el poder» (v. 27). Personas abiertas a su palabra y por consiguiente solidarios con los más pobres.
Gustavo Gutiérrez
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