¿Cómo ser feliz? Una de las preguntas-clave en el peregrinar humano. Quizá no sea “una” pregunta (una de tantas), sino “la” pregunta. La buscamos, la perseguimos y, según unos, la encuentran muchos. Según otros solo una minoría.
El destacado novelista francés, Flaubert, tenía una idea muy original para alcanzar la felicidad. Se necesitan tres cosas o condiciones: ser imbécil, ser egoísta y gozar de buena salud. No creo que con estas tres condiciones se consiga la felicidad. Desde luego que Jesús siguió otra ruta, tal como nos lo relata el evangelio de hoy. Es el sendero de las Bienaventuranzas.
El profesor y conferenciante argentino, Jorge Bucay, en uno de sus libros cuenta la siguiente historia:
Un explorador se propuso visitar la ciudad de Kammir. Antes de llegar al centro urbano contempló cómo una colina estaba tapizada de un verde hermoso y llena de árboles, flores y pájaros. Se acercó y se fijó en las piedras blancas diseminadas entre los árboles. En una piedra se leía Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y tres semanas. El visitante sufrió un fuerte impacto. Se detuvo ante otra piedra: Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, dos semanas y 3 días. Terminado el recorrido, vio al encargado del huerto y le preguntó ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Cuál es la terrible maldición que pesa sobre esta comunidad para que hayan reservado un cementerio para niños?
El anciano sonrió y dijo: Puede usted serenarse. No hay maldición. Aquí la costumbre es que cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta para que se la cuelgue al cuello y apunte en ella todos los datos felices, el tiempo que duró el gozo. Cuando muere, se abre la libreta y se suma el tiempo disfrutado. Este es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido.
No estoy de acuerdo con esta conclusión, pues también de los tiempos duros y adversos se aprende. A veces más que de las etapas dulces. Todos buscamos ser felices: desde la infancia hasta la ancianidad. Felicidad y salvación son dos términos similares, pero no nos ponemos de acuerdo en su contenido, en qué consiste y en cómo se consigue.
Hace algún tiempo la imagen, el icono más representativo de la felicidad era un hombre relativamente joven en traje de baño, recostado en una hamaca, a la sombra de una palmera, tomando un refresco sofisticado, acompañado de una bella nativa. El escenario una playa del Caribe. No creo que haya cambiado mucho esta imagen. Sigue estando de actualidad el lema “carpe diem” (Atrapa el día, aprovecha el presente).
No obstante, las encuestas que se realizan periódicamente, por ejemplo en Europa, para enterarse del estado de ánimo de los ciudadanos, dan un resultado muy positivo, la gente en general se siente feliz. No hay que despreciar el punto de vista de que una dosis de solidaridad en la vida es necesaria para ser feliz. Jesús señaló nueve grupos humanos como felices: los pobres en el Espíritu, los sufridos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”… 20 siglos después es lógico que tenemos que hacer un reajuste.
Hoy es posible que no sea repetible la figura de San Francisco de Asís con las mismas características. Pero sí existen instituciones, familias e individuos que dedican el cinco o el siete o el diez por ciento de sus ingresos a favor de los necesitados. Una forma muy válida de poner en práctica la pobreza.
Según las circunstancias viviremos con más intensidad una bienaventuranza u otra. Quien tiene que moverse en una silla de ruedas se comprometerá de modo distinto a quien esté ejerciendo pesadas responsabilidades. Posiblemente tú y yo seamos creyentes de las Bienaventuranzas, pero vacilantes. Nos podemos preguntar a qué damos más credibilidad respecto a la felicidad, si a las palabras y hechos de Jesús o a la publicidad.
Josetxu Canibe
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