16 diciembre 2016

Esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo

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Señor Jesús, estamos en vísperas
de la celebración de tu venida al mundo.
Pronto nos reuniremos para festejar
tan magno acontecimiento.
Nos alegraremos de tu nacimiento
porque somos tus seguidores.
Se nos hablará de paz, fraternidad,
humildad, sencillez y amor de Dios.
Habrán otras voces que nos invitarán
a consumir, gastar… etc
Será Navidad.

Tu venida entre nosotros fue obra
del Espíritu Santo y de María.
Así el Ángel se lo anunció a José:
“No tengas reparo en llevarte a María,
tu mujer, porque la criatura que hay en ella
viene del Espíritu Santo”.
Así el Ángel se lo dijo también a María:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti
y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra;
por eso el que ha de nacer será santo
y será llamado Hijo de Dios”

Por obra del Espíritu Santo nosotros también
somos seguidores tuyos y apóstoles.
Por obra del Espíritu Santo pertenecemos a la Iglesia
y en ella a la Acción Católica General.

Hoy, Señor Jesús, queremos reconocer
la presencia del Espíritu Santo
en cada uno de nosotros
y en la Asociación.

El que fecundó el seno de María,
fecunda también a la Iglesia
y en ella a la Acción Católica General
y cada una de nuestras vidas.

Por obra del Espíritu Santo,
también nosotros somos lo que somos:
hacemos las reuniones, los retiros,
nos comprometemos en la transformación de nuestro mundo
en sus múltiples aspectos
y estamos implicados
en distintas actividades de la parroquia y del barrio.

Danos, Señor Jesús,
fe en la acción del Espíritu en la Iglesia,
en la Asociación y en cada uno de nosotros.
Danos, Señor Jesús, tu Espíritu.
A lo mejor podemos tener el defecto
y confiar excesivamente en nosotros
y olvidarnos que es tu Espíritu
quien nos ayuda a hacer presente
el Reino de Dios
y quien hace fecundos nuestros proyectos.

Gracias, Señor Jesús,
porque no nos has dejado solos.
Gracias porque tu Espíritu nos acompaña.

¡Señor Jesús!
te pedimos que tu Espíritu Santo
se haga presente en nosotros y en la Iglesia
para la evangelización del mundo según tu Proyecto
y para que la Iglesia sea, toda ella,
portadora de paz, justicia, amor
y esperanza en nuestro mundo.

Señor, Jesús,
de todo corazón te rogamos
que nos dejemos fecundar por tu Espíritu
como lo hizo María.

María, Tú ocupas estos días del Adviento protagonismo
ofreciéndonos, presentándonos a tu Hijo.

¿Cuáles fueron tus sentimientos
en aquellas vísperas de la primera Navidad?
¿Qué le dirías a Dios
y qué comentarías con José?

El Evangelio nos deja una imagen
muy interpelante de tu vida:
“María guardaba todas esas cosas en su corazón”

María,
enséñanos a guardar en nuestro corazón,
como Tú lo hacías, tantas cosas:
de nuestro mundo entero,
de la Iglesia,
de nuestras comunidades eclesiales,
de nuestras familias,
de nuestro barrio,
de nuestro pueblo,
de nuestros distintos ambientes,
de la Acción Católica General.
Así sea.

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