Para la mejor comprensión de la reflexión de hoy, hemos de tener en cuenta lo que nos dirá San Lucas los dos próximos domingos: Jesús ha venido para que arda el mundo (día 14) y otros vendrán asentarse a la mesa de Dios. (día 21)
Esto supuesto el evangelio de hoy nos emplaza ante tres cuestiones: ¿para qué debemos estar preparados? ¿Por qué debemos prepararnos? ¿Cómo tenemos que prepararnos?
La primera y parte de la segunda cuestión la dejaremos para los próximos domingos. Hoy nos centraremos en parte de la segunda cuestión y la tercera, por este orden: cómo debemos prepararnos y por qué hemos de hacerlo.
¿Cómo hemos de prepararnos? Jesús, muy gráfico y concreto, como siempre, nos remite a la preparación propia de los que esperan a su señor.
“Encendidas las lámparas”. Por lo que aparece en la parábola de las vírgenes prudentes y necias el tener las lámparas encendidas arguye competencia en el cargo. A las necias se las critica porque no habían llevado aceite suficiente y en el momento preciso no podían alumbrar. Un comportamiento así indica incompetencia para el cargo. No saben lo que tienen que hacer. En consecuencia lo que se nos pide es que estemos en lo que estamos.
“Despiertos”, vigilantes sin bajar la guardia, porque vendrá de repente, sin avisar. No es una amenaza por parte de Jesús. NO. Es un aviso cariñoso para impedirnos actuar sobre nuestros cálculos, que no necesariamente han de coincidir con los de Dios. Nuestros tiempos no son sus tiempos, ni nuestros proyectos los suyos. Él es el Padre de todos que coordina los tiempos de todos y de todo. Él es el que ha proyectado el mundo en su globalidad. Por consiguiente hemos de estar atentos al presente, sin fingirnos futuros fantasiosos.
“Cumpliendo su deber”. Es lo que cabe esperar de alguien a quien se le ha encomendado una misión. Dejar de hacerlo es romper el contrato y, por consiguiente, salirse de lo que se esperaba de él. Es un fraude a las legítimas expectativas de quien le contrató.
Esto nos lleva a parte del punto segundo. ¿Por qué es importante estar preparado? Porque de lo contrario por incumplimiento del deber se incurre en responsabilidad ante quien te confió la empresa. Habrá que pagar los daños y perjuicios ocasionados por la irresponsabilidad.
Si aplicamos todo esto al campo espiritual nos encontramos con que lo que Jesús quería decirnos es:
1.- Que hemos de ser competentes en los trabajos propios de nuestra condición y estado porque de lo contrario no tendremos nada que ofrecer en el momento en el que Dios nos pregunte por lo que hemos hecho durante el periodo de vida que nos ha concedido.
2.- Que no debemos organizar nuestra existencia como si dependiera de nuestra voluntad el vivir más o menos años. Hemos de vivir la vida en plenitud siempre porque cuando menos lo pensemos puede llegar su fin. Tampoco esto es una amenaza; es un sabio consejo dado por un Dios que porque nos ama no quiere que dejemos escapar la vida en unas falsas posibilidades que nosotros no podemos darnos.
3.- Que no olvidemos que algún día no tendremos más remedio que dar cuenta de nuestros actos. Tenemos una vida “dada” por Dios con una finalidad clara: que la llenemos de buenas obras. Si no lo hacemos estaremos con las manos vacías respecto a lo que Dios esperaba de nosotros. Repetiremos la escena de las vírgenes necias: estaremos sin tener nada que ofrecer. Habremos puesto nuestro corazón allí donde entran los ladrones y roe la polilla, allí donde nada sobrevive al tiempo.
Por el contrario, si llenamos nuestra vida, escucharemos las consoladoras palabras del comienzo: “No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino”.
Aprendamos estas lecciones que nos ofrece Jesús y llenemos nuestras manos de buenas obras para que nada ni nadie pueda arrebatárnoslas. AMÉN.
Pedro Saez
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