06 agosto 2016

Descubriendo el tesoro de nuestro mundo

En estos últimos domingos venimos escuchado palabras, que necesitamos en estos tiempos no siempre fáciles para la fe. San Lucas quiere trasmitirnos, mediante palabras de Jesús, que nuestra vida cristiana debe asumir su largo camino a Jerusalén. 
Jesús nos dice: “No temas, rebaño pequeño, es decisión de vuestro Padre vivir entre vosotros. Vended vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bienes que no se estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni lo echa a perder la polilla. Porque donde tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón”
Jesús nos pregunta qué tesoro buscamos en nuestra vida, dónde creemos que está. Son palabras, que dirigidas a sus seguidores y seguidoras, llenas de afecto y cariño, con frecuencia suelen pasar desapercibidas, pero que leídas hoy con atención en nuestras comunidades cristianas, pueden cobrar una sorprendente actualidad para nosotros. Es lo que necesitamos escuchar de Jesús en estos tiempos, para muchos muy difíciles.
 
Jesús mirándonos con inmensa ternura a su grupo de seguidores, nos dice:
– “Mi pequeño rebaño”. Quiere que seamos: como un poco de “levadura”oculto en la masa, una pequeña “luz” en medio de la oscuridad, un puñado de “sal” para poner sabor a la vida, nos lo dice a todos nosotros con vocación de minoría activa. 
– “No tengáis miedo”, es la gran preocupación de Jesús, no quiere ver a sus seguidores paralizados por el miedo, ni hundidos en el desaliento. No hemos de perder nunca la confianza y la paz al vivir rodeados de tanta injusticia y miseria. Aunque hoy seamos unos pocos, desprovistos de todo poder, podemos permanecer muy unidos a Jesús, quien nos guía y nos defiende. El nos ayuda a vivir estos tiempos con paz, confianza y seguridad.
– “Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Jesús nos lo recuerda una vez más. No hemos de sentirnos huérfanos. Tenemos a Dios como Padre. Él nos ha confiado su proyecto del Reino. Es su gran regalo. Lo mejor que tenemos en nuestras comunidades: la tarea de hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar la historia hacia su salvación definitiva.
El tesoro, nos lo ha dicho, que buscas tú y qué puedes compartir con los demás es la fuerza transformadora del amor, que nos transforma a nosotros y transforma nuestra relación con los demás, sobre todo con los pobres y necesitados. Es la afirmación, con otras palabras, de que el amor permanece para siempre.
La carta a los Hebreos recuerda que “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de los que no se ve…”. Nos recuerda tantas cosas que suceden por esa fe. Quien haya descubierto este tesoro del amor desprendido, lo comparte, pone en él todo su corazón y se mantiene vigilante, tiene la mirada atenta y continua de la fe y del amor que adivinan el paso y la llamada del Señor por nuestro mundo de hoy para servirle en los hermanos.
La vigilancia a la que nos invita hoy el Señor nos ayuda a superar los miedos que nos inspira el egoísmo, el desaliento ante tanta injusticia y es garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, que es nuestro verdadero amor a Dios y a los hermanos. 
Una de las cosas que más anulan nuestro ánimo y disminuyen la vigilancia es el apego a las riquezas, que poseemos o deseamos poseer: “porque allí estará el corazón, allí lo ponemos”.
Quienes se encuentren solos y marginados en el mundo, tienen que depositar su fe y confianza en aquel que ha comprometido su palabra de no abandonar a quienes han dejado todo por seguirle a Él. “No temáis pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.
Nosotros, ¿confiamos en él? ¿Hemos puesto en él nuestro tesoro? Hemos de hacerlo, nos dice Jesús:
– Sin poner condiciones: “déjame ir a enterrar a mi padre…”; 
– Disponibles para ir a predicar, “designó a setenta y dos y los envió por delante a predicar”
– Amando al prójimo: “un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos…”
– Recibiendo a Jesús, como Marta y María, cada uno con su estilo
– Orando, “Señor, enséñanos a orar”
– Cuidado con la avaricia… “lo que has acumulado ¿de quién será?”
El amor verdadero, el amor cristiano, el amor que comparte, es el que debemos tener los discípulos de Jesús. Y hoy nos lo pide Él. Es la llamada al amor cristiano eficaz hacia el hermano necesitado, compartiendo con él lo nuestro.
Se trata de la manera de ver la vida de nuestro mundo de hoy, el de aquí y el de más lejos, con la conciencia de ser un pequeño rebaño.
El domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas, hoy se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica. No en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento de su vida.
No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe atravesar toda nuestra vida. Tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa sólo a través de sus criaturas, y que sólo a través de cada una de ellas la creación va adelante. También a través de ti en los caminos de hoy de Jerusalén a Jericó que atraviesan toda la tierra.
Ponte en camino con Jesús y Dios te ayudará a ver quiénes son los que él quiere que socorramos, que yacen abandonados al borde de los caminos que bien sabemos y que recorremos, esperando una mano buena que les levante, les ayude a vivir, les devuelva la esperanza y la alegría para la que Dios les ha dado la vida.Son los pobres, malheridos, maltratados.
Ese es el tesoro que Dios ha guardado, es el mismo Dios escondido, que está en nuestro mundo en lo más profundo de nuestro ser, en el de todos sus hijos, envuelto en miserias y tristezas y nosotros hemos de descubrirlo y al encontrarlo cantar con júbilo el cántico de agradecimiento al Señor, Padre de todos, que nos ha dado la vida para vivir un día con Él y todos los hermanos, por haber encontrado la verdad de nuestra vida, de participar en le suya.
José Larrea Gayarre

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