1. El Espíritu de Dios descendió sobre los apóstoles reunidos comunitariamente con ocasión de la fiesta del pentecostés judío. Los judíos celebraban ese día la fiesta de las semanas (recolección de cereales), el año jubilar (libertad/liberación) y la recepción de la ley antigua (primera alianza); la Iglesia, representada por los apóstoles, celebra el don de la ley nueva, la nueva alianza. En el pentecostés judío del Sinaí, Dios habló por medio de truenos y relámpagos; en el Pentecostés cristiano del Cenáculo, descendió el Espíritu con la imagen de luz que ilumina y de fuego que da calor. No escribe Dios sobre piedras, sino sobre corazones.
2. El Pentecostés cristiano es el misterio que celebra la terminación de la obra redentora del Salvador y el comienzo de la Iglesia, confirmada para extenderse por todos los rincones de la Tierra. Desde entonces, los apóstoles proclaman «en nuestra propia lengua» (en todas las lenguas) las «maravillas de Dios», es decir, las manifestaciones del Espíritu, que es inspirador del testimonio, del diálogo y del compromiso. De una parte, la Iglesia, en estado de comunidad, trabaja con los bautizados para hacerlos más evangélicos; de otra, el Espíritu actúa por medio de la Iglesia en el mundo —sobre todo entre los pobres— para hacerlo reino de Dios.
3. La Iglesia, reunida comunitariamente en el cenáculo, recibe la efusión del Espíritu viviente y creador bajo la mirada serena y atenta de María. Nunca es más ostensible la relación de María con la Iglesia que en la comunidad primitiva, en el momento de su confirmación como nuevo pueblo de Dios. Pentecostés es, pues, la fiesta de la manifestación de la Iglesia, con María al frente, formada por los apóstoles y discípulos del Señor. Y, así como la luz del cirio pascual se extiende en la comunidad sin menoscabo de la fuente, así ocurre con el fuego pentecostal, que se distribuye sin que mengüe su intensidad. La vida cristiana es eclesial de un modo personal y comunitario, al servicio del mundo. En suma, Pentecostés es la confirmación de la Iglesia,del mismo modo que la confirmación es el pentecostés personal cristiano.
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Apreciamos el don del Espíritu de Dios en nuestras vidas?
¿Creemos de verdad en la Iglesia como comunidad de fe?
Casiano Floristán
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