06 enero 2016

Domingo 10, Bautismo de Jesús. Homilía

¿Un segundo nacimiento?
Quizás un segundo nacimiento. Al descender a las aguas del Jordán Jesús entró en nuestra vida. El bautismo es para Cristo un segundo nacimiento, un camino de entrada. Entra, pues, por segunda vez, en este mundo, tomando del agua del Jordán que corre entre desiertos, la realidad limosa que los demás hemos ido dejando dentro. Por eso Jesús sale del río para entrar en la oración. El desierto le espera.
Ha querido vivir de cerca los problemas y sufrimientos de las gentes. En medio de la vida, es donde tenemos que sentir a Dios como «algo bueno»: un Padre que, atrayéndonos, nos invita a buscar juntos una vida más humana. Quien no le sienta así quizás necesite bautizarse de nuevo, como lo hizo Jesús.
Discernir el seguimiento
Los que oyeron a Juan y a Cristo tuvieron que elegir: Juan la bravura, el relámpago, el ascetismo, separado de la gente, en el desierto; Jesús el equilibrio, la luz, la apertura al mundo, el juntarse con pecadores… “El juicio está a la puerta, ¡conviértete!”, es el mensaje de Juan. El de Jesús es «El reino de Dios ya está en medio de vosotros» (Lc 17, 20). «Venid a mí los que estéis cansados y fatigados» (Mt 11, 28). Juan permanece todavía en el marco de la espera, propio del Antiguo testamento (¡y cumple muy honestamente su misión!) Está en el ámbito de la ley. Jesús trae su cumplimiento. Juan es el índice que apunta a la luna. Jesús es la misma luna.
El discernimiento se aclara: sobre el desconocido que se acerca, Jesús, uno más entre el pueblo, se reposa la voz fundante para la misión: «Tú eres mi Hijo amado, en Ti me he complacido». En el cielo desgarrado, el Padre que habla y el Espíritu en forma de paloma que se cierne sobre el Hijo, Mediador único de Dios con su Pueblo. Primera manifestación explícita de Trinidad.

Ofrezcamos el Bautismo del Espíritu para Consolar al pueblo
Quizás, la primera tarea de la Iglesia actual –ya se apuntan varios signos- sea precisamente esa; la de ofrecer ese “Bautismo de Espíritu Santo” al hombre de hoy que “solo” ha sido bautizado con “agua” sin conocer aún el bautismo del “espíritu”. Nos han apuntado en el Libro del Bautismo, pero no en el Libro de la Vida; se trata de dejarnos transformar por el Espíritu e introducirnos con Cristo, -como Él mismo en Jordán- en su Misión.
«Consolad a mi pueblo», ésta es la Misión enco- mendada en el Bautismo a Jesús. La ha pre gurado la primera lectura. Mediadores de consuelo para las víctimas de tantas humillaciones. El mensaje central es la venida de Dios: “¡Aquí está tu Dios!”.
La bondad de Dios, manifestada por su misericordia.
Todo ello supone empaparnos de Misericordia. Lo ha recordado la carta pastoral de Tito. Invitación a una vida nueva: bondad a través de la Misericordia.
Estamos celebrando el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Tiempo propicio para la Iglesia. El papa lo inauguró de manera intencionada en la fecha (8 de diciembre) del quincuagésimo aniversario de la conclusión del Vaticano II. «Para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes», dijo al abrirlo. Todos, como Pueblo de Dios en marcha, sentimos de la necesidad de mantener vivo este acontecimiento.
«Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre. Un nuevo compromiso para todos los cristianos de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia sentía la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre». Palabras del papa Francisco recordatorias del ayer ilusionante del Concilio. Bien adecuadas para nuestro actual tiempo eclesial
José Luis Pinilla Martín, S.J.

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