24 junio 2014

Homilías para el domingo 29 de junio

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

EL CORAZÓN CRISTO

Por Javier Leoz

1.- HAZLE GANAR A LA IGLESIA CON TU VOCACIÓN

Por Pedro Juan Díez

1.- La liturgia de este día nos brinda la oportunidad de profundizar y subrayar la figura de estos dos grandes santos que, además, son fundamento de la Iglesia, pilares en los que se apoya firmemente: Pedro y Pablo, el pueblo judío y la apertura a los gentiles, la fe y la misión. Hoy los destacamos en esta solemnidad que, por caer en domingo, prevalece sobre la liturgia de este día.


2.- Estamos hablando de dos vocaciones con mayúsculas, dos hombres tocados profundamente por Dios y que respondieron a su llamada. Aunque los textos que hemos leído son otros, también podemos leer los textos vocacionales de ambos, que son respuestas a dos grandes preguntas existenciales para ellos. Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?”. Y a Pablo le dijo: “¿Por qué me persigues?”. Pedro negó tres veces a Jesús y Pablo persiguió a su Iglesia. Pero el encuentro con Jesús transformó sus corazones con la fuerza del Espíritu Santo. Y esas respuestas fueron un gran SI a cambiar radicalmente de rumbo y de vida, hasta llegar a darla por amor al Maestro. De hecho, ahí radica su grandeza, en que pusieran sus vidas totalmente en las manos de Dios, para que Él actuara en ellos con toda libertad, la misma libertad que ellos sentían de darse a los demás y a la misión que Dios les estaba encomendando.

3.- La Iglesia ganó con Pedro. Jesús le puso ese nombre precisamente para que fuera “piedra” en la que se apoyara la fe de un pueblo elegido por Dios y restaurado por Jesucristo: el nuevo pueblo de Dios. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. La figura de Pedro nos lleva a lo más profundo de las raíces de nuestra fe. Rezar el Credo ante la tumba de Pedro en el Vaticano nos lleva a los orígenes de la Iglesia y nos hace sentirnos parte de una gran comunidad que empezó con él. La Iglesia también ganó con Pablo, el gran misionero, el anunciador del evangelio a los gentiles, a los paganos, a los alejados, a nosotros. Gracias a él el evangelio llegó por nuestras tierras. Gracias a Pablo (y a muchos otros) la Iglesia está extendida por toda la tierra, la fe cristiana se comparte en casi todos los lugares del mundo. “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El envío misionero que Pablo asumió en su persona y que hizo más grande a la Iglesia.

4.- Hoy nosotros podemos preguntarnos: ¿Qué gana la Iglesia con tu vocación? ¿Cuál es tu sitio en esta gran familia? ¿Dónde te llama Dios a trabajar, a situarte? Si no lo has descubierto aún, que San Pedro y San Pablo intercedan y te den luz. Y si ya lo sabes, hazle ganar a la Iglesia con tu vocación. Porque tú para Dios también eres un gran apóstol, una gran vocación.

2.- PEDRO Y PABLO SIGUIERON A JESÚS

Por José María Martín OSA

1.- Mártires, testigos, de Jesucristo. En esta solemnidad de San Pedro y San Pablo celebramos que la Iglesia actual tiene su origen en los apóstoles y guarda una identidad de vida y doctrina con las primeras comunidades cristianas. Pedro y San Pablo son apóstoles y “arquitectos” de las primera Iglesia. La tradición sostiene que ambos sufrieron martirio en Roma en algún momento del siglo I. Ambos combatieron bien su combate, como expresa Pablo en la II Carta a Timoteo. Sufrieron múltiples persecuciones, de las que el Señor les libró. Al final los dos sufrieron el martirio en la persecución de Nerón tras el incendio de Roma. Fueron testigos fieles de Jesucristo, confesaron su fe derramando su sangre por el Maestro. La lectura del Evangelio se centra en la figura de San Pedro, el portavoz de los apóstoles. Mateo presenta la famosa “confesión de San Pedro” y la respuesta de Jesús a tal confesión de fe. El suceso se sitúa en Cesarea de Filipo, región pagana en el antiguo territorio de Palestina, como una previsión de que la misión de Pedro y los apóstoles no se quedará limitada a su propio país. Deben estar dispuestos a alcanzar las regiones paganas y seguir al Maestro donde quiera llevarles.

2.- “¿Quién dice la gente que soy yo?” Jesús espera una respuesta que defina lo que estamos dispuestos a dar por El. Jesús comienza con una pregunta impersonal. ¿Qué impresión tienen los otros de mí? ¿Cómo me ven? A esto responden los discípulos: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, Jeremías o uno de los profetas”. Lo evidente es que la gente percibe a Jesús como un hombre santo, en línea con los profetas. En este momento crítico de la historia de la salvación judía, le ven como portavoz de Dios. “Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?” Jesús no deja a los apóstoles sólo en un nivel superficial. Quiere una relación más personal: decidme “¿quién pensáis vosotros que soy yo?” Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Así respondió Pedro a aquel examen, hablando por sí mismo y por los demás apóstoles. Es una profesión de fe de más alcance que la expresada por la gente. Jesús no es un mero profeta; es mucho más. Es el Mesías largamente esperado, el Ungido de Dios, realmente el Hijo mismo de Dios. Conociéndole y permaneciendo con él, Pedro y los apóstoles poseen la auténtica presencia de Dios, aquella “luz atractiva” imposible de despreciar y de renunciar. Esta misma pregunta nos la hace Jesús a cada uno de nosotros: ¿Y tú, quién dices que soy yo? En otras palabras te está preguntando ¿para ti, quién soy yo? Debes pensar antes de responder, no se trata de contestar con palabras bonitas aprendidas del catecismo, se trata de responder con la vida. ¿En tu comportamiento en el trabajo, en casa, en la vida pública, tienes presente lo que Jesús espera de ti?

3.- ¿Seremos capaces de ser de verdad testigos --mártires-- de Jesucristo? Me da la impresión de que no estamos del todo convertidos a Jesucristo. Es más fácil cumplir unos preceptos, que en el fondo no alteran nuestra vida, que “mojarse” de verdad y dejar que el Evangelio empape nuestra vida y cuestione incluso nuestras seguridades. Es más fácil responder de memoria, como un loro, que Jesucristo es el Hijo de Dios, que plantearse en serio nuestra fe cristiana. Raramente somos capaces de renunciar a nuestro dinero o a nuestro tiempo para compartirlo con los necesitados. Nos hemos fabricado una religión a nuestra manera, por miedo a comprometernos de verdad. Muchas personas se escandalizan y se alejan de Dios al contemplarnos. ¿Seremos capaces de ser de verdad testigos -mártires- de Jesucristo, como lo fueron Pedro y Pablo?

4.- Vocación y misión. Tenemos que replantearnos nuestro seguimiento de Jesucristo. Pedro, la piedra sobre la que Jesucristo edifica su Iglesia, selló con su sangre la fidelidad al Maestro. “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia…” En reconocimiento de la respuesta de Simón Pedro, le da Jesús un nombre nuevo. Darle un nombre nuevo significa una nueva vocación y misión de Pedro. Participa ahora de la misión misma de Cristo, es decir Pedro se convierte en trabajador-compañero de Jesús para la reconstrucción del nuevo Israel, la nueva casa y familia de Dios. Jesucristo es realmente la piedra angular de este nuevo “edificio”. Comenzando desde Pedro, todos los apóstoles y sus seguidores están destinados a participar en esta vocación y misión de Cristo, su Maestro, reconocido por ellos como el Hijo de Dios vivo. La legitimidad de su función nace de este mandato dado a Pedro por Jesús. De aquí surge también la seguridad de que, mientras permanezcan fieles a este mandato, ningún poder, ni terreno ni sobrehumano, prevalecerá sobre ellos. Pablo fue capaz de reorientar su vida y dejarse seducir por ese Jesús al que persiguió anteriormente. Pedro y Pablo cuestionan nuestra vida mediocre y nos replantean nuestro seguimiento de Jesucristo. Ahora nadie va atentar contra nuestra vida, no seamos cobardes a la hora de demostrar nuestro amor a Jesús.

3.- HOY LA IGLESIA ENTERA REZA POR EL PAPA

Por Antonio García-Moreno

1.- OREMOS POR EL PAPA.- Este breve pasaje de los “Hechos de los apóstoles” nos ofrecen un interesante relato sobre la vida los primeros cristianos, cuando la Iglesia nacía y se marcaban las directrices fundacionales, base y fundamento de lo que es la Iglesia. Por eso esa época tiene un valor único para ser fieles a la doctrina de Cristo en lo fundamental, aunque hayas aspectos y detalles que van cambiando según el tiempo y las circunstancias, pero sin cambiar en lo que es fundamental.

Se nos refiere la muerte de Santiago, el hermano de San Juan Evangelista. Con ello vemos cómo desde el principio hubo persecuciones contra los cristianos. En este pasaje se nos narra la prisión de Pedro y su liberación, gracias a la oración de aquellos primeros discípulos. Hoy también la Iglesia entera reza por el Papa, este Papa Francisco que nos sorprende con su sencillez y personal encanto.

Una característica del Papa Francisco es la de pedir que recemos por él. Es como una cantinela con la que termina sus intervenciones, tanto generales como particulares. En la Liturgia se pide con frecuencia por el Papa, sobre todo en la Santa Misa donde siempre y forma nominal se implora al Señor que ilumine y fortalezca a nuestro Pontífice el Papa Francisco.

2.- SAN PABLO, APÓSTOL DE LOS GENTILES.- Es significativo que en esta se asocien San Pedro y San Pablo. El Apóstol de los gentiles, tuvo en la Iglesia primitiva una actuación memorable y decisiva en la expansión del Evangelio. Después de ser derribado del caballo en el camino de Damasco, Pablo que persiguió a muerte a los primeros cristianos, cambia radicalmente y por mandato de Cristo predicó el Evangelio con la misma pasión y energía que le caracterizaba.

El texto de la segunda carta a Timoteo, que hoy escuchamos es de una gran emotividad, pues el Apóstol nos dice que está “a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente”. Se queja de que en su defensa nadie le asistió, antes bien todos le desampararon. Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león.

“Cuando vengas,--le escribe a Timoteo--, tráeme el abrigo que me dejé en Tróade, en casa de Carpo, y los libros, en especial los pergaminos”. El Apóstol tiene frío, pero conserva su interés por sus pergaminos en los que encuentra luz y consuelo, ilusión por seguir evangelizando a los gentiles. Y añade: “Desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación”.

4.- DOS PERSONAS MUY DISTINTAS, PERO UNA MISMA FE

Por Gabriel González del Estal

1.- San Pedro y San Pablo tenían personalidades muy distintas, pero los dos fueron fieles seguidores del Maestro, desde el momento mismo en el que se convencieron de que Jesús era el verdadero Mesías, el que Dios había enviado al mundo para salvarnos. Los dos profesaron la misma fe, pero cada uno vivió su experiencia de fe en conformidad con su temperamento, con sus convicciones y con sus sentimientos más profundos. Pedro era más primitivo, más inculto, más titubeante en sus convicciones, pero fue siempre sincero, espontáneo, dispuesto a reconocer y a llorar sus errores en el momento mismo en el que los reconoció. Dios mismo le reveló que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios vivo. El Maestro le hizo piedra y fundamento de su Iglesia. Pablo era más culto, más seguro de sí mismo, más iluminado, más batallador. Dios mismo le reveló que Jesús era el verdadero Mesías, nuestro único Salvador. El Maestro, mediante revelación particular, le envió a predicar su evangelio a los gentiles, a anunciar la superioridad de la fe en Jesús sobre la Ley de Moisés y los profetas. Los dos, a pesar de sus grandes diferencias, son piedras vivas y fundamentales en la edificación de la Iglesia de Cristo. Pues bien, lo que quiero ahora decir es que cada uno de nosotros somos distintos y debemos vivir nuestra fe, una misma fe, de acuerdo con nuestro propio temperamento, con nuestras propias convicciones, con nuestra propia manera de sentir y de amar a Dios y al prójimo. La fe cristiana, evidentemente, es una y única, pero la vivencia y la expresión de esa fe será siempre personal e intransferible, aunque nuestra profesión de fe se haga dentro de una misma Iglesia y dentro de una misma comunidad cristiana. Dios es uno y único, pero cada uno de nosotros nos relacionamos con él de forma particular. En este sentido podemos decir que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio Dios, el Dios nuestro de cada día, aunque todos somos hijos del mismo y único Dios. Lo importante es que no perdamos nunca la fe profunda y fundamental de Pedro y la fe católica y universal de Pablo. Y que seamos siempre religiosamente respetuosos con la fe de los demás.

2.- Pedro recapacitó y dijo: pues era verdad. No tenía Pedro muchos motivos para fiarse de Herodes, que acababa de mandar pasar a cuchillo a Santiago. Lo más probable era que con él hiciera lo mismo. Por eso, cuando le están quitando las cadenas y sale fuera de la cárcel, cree que está viendo visiones. Pero, en este momento, emerge de su conciencia su fe profunda en el Mesías salvador y se da cuenta, alborozado, de que ha sido él mismo, por medio de un ángel, el que le ha librado de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos. Es probable que muchos de nosotros en más de una ocasión nos hayamos visto perdidos y alguien, algún ángel del Señor, nos haya salvado. Es bueno reconocer la mano de Dios en nuestra vida, una mano poderosa que ha hecho posible lo que a nosotros nos parecía humanamente imposible. Seguro que cada uno de nosotros tiene su ángel de la guarda y hasta es posible que algunos tengamos más de uno.

3.- El Señor seguirá librándome de todo mal. Desde el momento mismo de su conversión Pablo fue un hombre sin miedos. Estaba seguro que Dios estaba con él y, teniendo a Dios a su lado, ¿quién le iba a hacer temblar? Es esta seguridad en la mano protectora de Dios la que le permite a Pablo asumir riesgos y dificultades sin miedos ni titubeos. Es asombrosa la serenidad y la valentía con la que Pablo, fiándose de Dios, se enfrenta en muchas ocasiones a dificultades que parecían insuperables. ¡Qué gran lección para nosotros que con demasiada frecuencia vamos por la vida, vacilantes, con el alma llena de angustias y temores!

4.- Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Podemos olvidarnos ahora del texto y del contexto evangélico, y preguntarnos a nosotros mismos: ¿Quién es para mí, Jesús de Nazaret? Olvidémonos de lo que dice la gente y de respuestas que hemos aprendido más o menos rutinariamente. Entremos en el santuario de nuestra conciencia y a solas con nosotros mismos repitamos, sosegada y profundamente, la pregunta: ¿Quién es para mí Jesús de Nazaret, hasta qué punto mi fe en él condiciona y dirige toda mi conducta? Ojalá que de la respuesta, sincera, que demos, pueda decirse que ¡no nos la ha revelado nadie de carne y hueso, sino el Padre que está en el cielo! Sería el mejor homenaje que, en esta fiesta, podríamos ofrecer a San Pedro y a San Pablo.

5.- PEDRO Y PABLO: CIMIENTOS Y ROCAS DE FE

Por Javier Leoz

Al llegar la festividad de San Pedro y de San Pablo salen a flote los primeros pasos de nuestra era cristiana, tomando cuerpo y forma, criterio y testimonio en dos personas que fueron cimientos y puntales de los primeros tiempos de la evangelización cristiana: Pedro y Pablo

Era la hora de la verdad:

-De dar razón de las palabras de Jesús hasta los últimos confines de la tierra

-De pasar del dicho al hecho, incluso vertiendo la sangre

-De no seguir con miradas perdidas en el cielo

-De probar la verdad o la fragilidad de la fe en el discipulado

1.- SAN PEDRO Y SAN PABLO: SERVIR ANTE TODO

-Son columnas de ese gran edificio espiritual que es nuestra Iglesia

-Son testimonio de un Cristo vivo de, aquellos, que lo supieron escribir con sangre

-Son, tan distintos, que fueron capaces de unirse en lo esencial: ¡por encima de todo el afán evangelizador! Como recientemente nos ha recordado el Papa Francisco, fueron personas (cristianos) contracorriente.

-Son punto de referencia a la hora de tomar un camino u otro en nuestra vida cristiana. Como San Pedro, a veces, corremos el riesgo de quedarnos “con y en los nuestros”. Como a San Pablo, qué bien nos vendría si Dios nos tirase de nuestro particular, altivo y querido caballo (orgullo, hipocresía, mentira, debilidad, falsos prejuicios, cobardía.....) para aventurarnos a lo nuevo sin miedo. Muchos, hoy en la Iglesia, siguen entendiendo que el esfuerzo evangelizador ha de ir recompensado por una responsabilidad mayor, con un reconocimiento implícito o explícito por la Jerarquía Eclesial. Afortunadas las palabras del Papa Francisco: “muchos entienden su servicio a la Iglesia como un carrerismo”.

2.- SAN PEDRO Y SAN PABLO: DIVERSIDAD PARA UNA MISMA FE

-En uno Jesús puso la familiaridad y la cercanía, el compañerismo y hasta le leyó de antemano las contradicciones en las que caería en los aledaños de la Pascua.

-Con el otro, Dios, quiso saltar las fronteras de una Fe que podía haberse quedado encerrada en las cuatro puertas de Palestina

-En uno sobresale aquello de “ser amigo de sus amigos”. No le acompañó precisamente ni la ciencia ni las letras, pero tuvo la virtud de ser sencillo como una paloma y noble como el oro. Jesús, le hizo entrega de las llaves de esa gran familia que es nuestra Iglesia.

-Con el otro, Dios hizo el milagro de la conversión radical. Pasó de ser adversario a ser “fan” y propagandista de Jesús. Se sintió derribado de sus esquemas y de sus acepciones, de su sabiduría y de su altanería. Todo lo estimó en basura cuando lo comparaba con el amor/riqueza de Cristo. Pasó de la vehemencia a la docilidad ante su Dios.

3.- Dios no quiere a superhombres para llevar a cabo su Reino. Dios quiere respuestas. Pedro le falló en las horas más decisivas de la Pasión de Jesús. Pablo se convirtió en uno de los más sangrientos perseguidores. Pero, después, con un “sí” uno pasó de ser pescador en Galilea a ser pescador de almas. El otro, de ser un incrédulo, guerrero e intelectual, a un enamorado de la causa de Jesús. Dos personas distintas con un mismo denominador común: JESÚS... ¡TODO POR JESÚS!

3. LOS NUEVOS “PEDRO” Y LOS NUEVOS “PABLO”

Aún con nuestras historias (buenas o malas), limitaciones (que son otras tantas), con los caminos emprendidos (a veces contrarios a la fe), aun siendo como somos (y mira que somos complicados)... Dios sigue contando con nosotros: pone el tesoro de su Reino en nuestras manos aún a sabiendas que siempre serán empecinadas y constantes vasijas de barro. Y, volviendo al Papa Francisco, qué bueno sería saber, pensar y reflexionar una de sus perlas lanzadas en la capilla de Santa Marta: “nunca he visto que detrás de un cortejo fúnebre vaya un camión de mudanzas”. Con nosotros, claro está, se va lo que hemos dado, trabajo, ofrecido y servido.

En esa carne (débil y pecadora) que somos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, Dios va manifestándose todos y cada uno de los días. Ojalá seamos capaces de ofrecer a DIOS nuestra vida de tal manera que nos sintamos “menos superhombres” y “más amigos de Dios”.

Con todo ello, en este día de los pilares de la iglesia, tenemos un recuerdo y oración especial por ese testigo del evangelio que nos ensambla con el primer testimonio de los apóstoles y que es signo de unidad, de caridad y de comunión en toda la iglesia: el Papa Francisco. Dios lo acompañe en su intento de renovación, profunda y espiritual, de nuestra Iglesia.

6.- PEDRO Y PABLO: DOS GRANDES INTERCESORES

Por Ángel Gómez Escorial

1- Siempre resulta atractivo y un poco enigmático que la Iglesia, desde el comienzo, haya reunido en la misma celebración a Pedro y a Pablo. Sin duda, ambos podrían tener una fiesta independiente. Además, lo que sabemos, con referencia histórica de la relación entre ambos, no es mucho. Ciertamente, Pablo visitó a los apóstoles en Jerusalén y se conoce como Pablo reprendió a Pedro por su giro ante las presiones de los nuevos cristianos partidarios de mantener la ley mosaica. Ambos mueren en Roma. Y siempre se ha especulado con que, probablemente, hubiera sido en la capital del imperio donde Pedro y Pablo pudieran haberse relacionado más. Ambos, asimismo fueron martirizados en Roma. Ha sido difícil datar la fecha de la crucifixión de Pedro –boca abajo—y se establece un periodo posible entre los años 54 y 67. Sin embargo, si se tiene bastante certeza de que Pablo de Tarso muriera decapitado en el 67, ya que como ciudadano romano que era no se le podía aplicar el infamante castigo de la cruz. Pedro fue enterrado en una necrópolis romana que había en la colina vaticana, y en ese lugar se construyó la basílica del Vaticano. Pablo fue ejecutado fuera de la ciudad, tal vez, también, por su condición de ciudadano romano, a unos cinco kilómetros de la Urbe, junto a la Vía Ostiense. Y allí se erigió la basílica que se llama San Pablo Extramuros, que indica esa lejanía de Roma.

2.- Y, en fin, las precisiones históricas no arreglan el “problema” y nos seguimos preguntando: ¿cómo es que la Iglesia los celebra juntos? La única explicación en la importancia capital de ambos en la historia eclesial. Pedro fue investido Papa por el propio Jesucristo. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia”. Y Pablo –sus escritos—ha producido la más importante y profunda infraestructura histórica y doctrinal de la Iglesia católica, base y origen, en cuanto a interpretación, de lo que ha venido después. Incluso se sabe que sus escritos fueron anteriores a los cuatro Evangelios. Pablo ha definido, desde entonces, la cristología. Y nadie le ha podido superar. Aquel encuentro con Jesús resucitado en el camino de Damasco debió de ser una intensidad enorme, muy grande.

3.- Las lecturas de hoy arrojan –si pudiera decirse así—un saldo positivo más a favor de Pedro. La primera lectura, del Libro de los Hechos de los Apóstoles, cuenta la liberación milagrosa de Pedro, tras haber sido encarcelado por el Rey Herodes. Tiene mucha enseñanza. La Iglesia se reúne para rezar intensamente por su liberación. Ciertamente, Pedro ya estaba al frente de la comunidad cristiana recién nacida. El relato de la caída prodigiosa de grilletes y de la apertura automática de puertas es muy sugerente y atractivo. No quiero, asimismo, dejar de citar el Salmo 33, que es uno de los hermosos del salterio, y que nos enseña –y no debemos de olvidarlo—que el Señor nos escucha en nuestras angustias y nos libra de ellas.

4.- El fragmento de la Segunda Carta a Timoteo es muy revelador. Pablo habla ya de la cercanía de su muerte –“a punto de ser sacrificado”, dice—y hace como un testamento espiritual a uno de sus discípulos más queridos. Y el evangelio, sacado del capítulo decimosexto del texto escrito por San Mateo, narra esa consagración como primero, como líder de la nueva Iglesia. Pueden caber pocas dudas sobre la primacía petrina. Además, Jesús habla de que Él será el muro de contención contra los ataques del Maligno, que abundarán, como el mismo Jesús de Nazaret sufrió constantes tentaciones.

5.- Decir que fue en 2008 cuando se dio prelación a la liturgia de San Pedro y San Pablo –al menos en los últimos tiempos—por la correspondiente celebración del Domingo XIII del Tiempo Ordinario y lo decretó el Papa Benedicto XVI como pórtico y apertura del Año de San Pablo. Normalmente solo las llamadas “Fiestas del Señor” suelen quitar sitio a los domingos de cualquier tiempo, y en especial, durante el Tiempo Ordinario. Pero queda claro que celebrar a Pedro es celebrar al Papa y conmemorar a Pablo es tener en cuenta al mejor “analista” de la figura de Cristo a lo largo de toda la historia. Tiene sentido, pues, que cuando se produzca coincidencia dominical en el calendario entre la fiesta de los apóstoles y el domingo ordinario se opte por la primera, donde se aprovechará para hacer la colecta mundial del Óbolo de San Pedro, cuyos fondos administra el papa reinante, y que tiene gran importancia.

Continuemos con la celebración de nuestra eucaristía teniendo en cuenta que tanto Pedro como Pablo son dos grandes intercesores ante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y serán cooperadores necesarios de nuestros planes para ayudar a los hermanos que más lo necesitan, en, por ejemplo, estos tiempos de crisis. Y por supuesto para nuestros avances en la Fe, la Esperanza y el Amor.

LA HOMILIA MÁS JOVEN

PEDRO Y PABLO, LOS CAMPEONES

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Me toca pasar frecuentemente por un pueblo que exhibe orgulloso un monumento a un motorista campeón mundial en su especialidad y nacido en esa población. Por descontado que el municipio tiene su ayuntamiento, presidido por el correspondiente alcalde y sus concejales. Gracias a este organismo subsisten los ciudadanos y su nombre es reconocido. Ahora bien los triunfos del deportista son un gran honor para los vecinos y quieren manifestarlo con el monumento del que hablaba al principio. Os he puesto este ejemplo, mis queridos jóvenes lectores, para que entendáis el sentido de la solemnidad de hoy, que resulta ser el domingo XIII del tiempo ordinario, pero que, sin negarlo, dedicamos nuestro homenaje a dos campeones de la Fe cristiana, cosa que es mucho más importante que los triunfos que pueda alcanzar alguien sobre un motor.

2.- Llegué una vez a Roma al mediodía, iba solo y no tenía nada especial que hacer hasta bastante más tarde. Pensé que era una buena oportunidad para desplazarme a pie por la urbe. Me crucé con una manifestación reivindicativa de no sé qué derechos, crucé valerosamente varias veces la calzada (no conozco otra población después del Cairo, donde se circule tan anárquicamente). Llevaba un plano y había estado en varias ocasiones anteriormente, así que, al cabo de dos horas me encontré junto al Coliseo. No quise entrar, me limité a dejar que mi mente evocara lo que para la cultura y para la Fe, significa este colosal anfiteatro. Me acerqué al Arco de Tito para que mi imaginación emparentara más fácilmente con los judíos ilustres en los que estaba pensando. Seguramente que para ellos aquella Menorá que arrebataban los soldados y se llevaban como botín de guerra les era mucho más familiar que para mí. Visto el famoso relieve, caminé a paso lento por el Foro Romano. Trataba de reconstruir los muros e imaginar a los viandantes que transitaban por el mismo trazado que yo entonces recorría. Imaginé a Pedro, me parecía tenerlo delante. Después me pareció que me adelantaba Pablo. Se me ocurría que si estuvieran físicamente presentes, les preguntaría qué sentían ellos al pasar junto a aquellos templos de divinidades paganas, al dejar a un lado el enigmático de las Vestales, que sin duda relacionarían con la dignidad de la mujer, de la posible virginidad. En otro caso, si se trataba de uno dedicado a la diosa Venus, contrastaría lo que veían con las nociones aprendidas del Señor. Ellos sin duda se sentirían abrumados, pues su preciosa y verdadera Fe, debía enfrentarse a aquel gigantesco cúmulo de creencias que impedían que el Espíritu de Jesús llegara a tantos transeúntes con los que se cruzaban. Era ingente la tarea, tal vez imposible. Ninguno de los dos abandonó su decisión de predicar a todo el mundo, lo que les había encargado el Maestro. Si a ellos les parecería difícil, a mí todavía mucho más.

3.- Salí de aquel paraje arqueológico y me acerqué a la basílica de San Pedro, ya en el Vaticano. Estaba vacía, en la inmensidad de su ámbito, tal vez se desplazaban una veintena de personas. Pensé que quizá era aquella ausencia una imagen de la actual realidad. La Fe impregna a pocas personas, ¿qué hago yo aquí?, me preguntaba. Caminé pausadamente y me acerque a la “confessio”. Cerré los ojos y, como siempre hago, pero esta vez mucho más atentamente, recité el Credo. Salí de la basílica un poco más convertido, siempre puede uno mejorar, reconocerlo y proponerse continuar progresando. El testimonio de Pedro, cuyas cenizas debajo reposan, me contagió su Fe. Otro día fui a la de San Pablo y solicité que consiguiera del Señor que participara un poco de su vocación. Pedro fue territorialmente obispo de Roma. Pablo no se circunscribió a ningún lugar.

4.- ¡Cuántas veces doy gracias a Dios de vivir en estos momentos de la historia! En mis vejeces y desde este minúsculo lugar donde resido, puedo cumplir el último deseo que el Maestro manifestó a sus discípulos: id por todo el mundo… Internet permite seguir y comunicar el testimonio de Pedro y Pablo, nuestros campeones. Si físicamente no llego, mi ilusión, mis mejores deseos por vosotros, mis queridos jóvenes lectores, y mis oraciones, sí que se extienden. Vosotros también, y seguramente con mayor soltura que la que puedo tener yo. No renunciéis a la posibilidad de ser modestos instrumentos de la evangelización que se nos pide.

5.- Caminando por Barcelona o por París, entre las mastodónticas edificaciones que se levantan en tiempos modernos, recuerdo lo que pensaba por Roma y sé que no debo desanimarme. La Fe la plantaron, germinó y creció, pese a los obstáculos y las ignorancias. Lo que sembraban los Apóstoles, era abonado por la sangre de los mártires. Si hoy es más difícil que entonces, también son más abundantes los cristianos que mueren por testimoniarla.

6.- Había pensado, como hago otras veces, describiros el lugar donde acontece lo que relata el evangelio de la misa de hoy. He estado en bastantes ocasiones. En la primera, el sitio estaba abandonado y sucio. Olía mal. Se movían indolentemente los damanes por entre las rocas. Era más fácil cerrar los ojos y escuchar primero al Señor que nos interpela a cada uno. Tú, ¿Quién dices que soy yo? Tú, ¿a quién dices quién soy yo? Ahora este lugar está estudiado y limpio. Se muestran los testimonios arqueológicos de la antigua Cesarea de Felipe. Dan fe científica de la autenticidad del sitio. Pero os advierto, mis queridos jóvenes lectores, que ya está cercado por una valla, que hay que pagar por entrar, que hay una tienda que vende recuerdos y bebidas. Pese a todo esto último, el Jordán continúa brotando con libertad, como libremente podemos todavía reflexionar y rezar.

A diferencia del mundo de la moto, donde uno sólo es campeón, en el terreno de la Fe, todos podemos serlo. Cuando allí estoy vuelvo la mirada al sur, allí a la orilla del Lago, cerca de Cafarnaún, el Señor resucitado confirmó a Pedro lo que en Cesarea, (hoy Banías) le había prometido a Pedro.

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

(Viernes, 27 de junio)

EL CORAZÓN CRISTO

Por Javier Leoz

Celebramos una de las fiestas más entrañables y populares de nuestro calendario cristiano: el Sagrado Corazón de Jesús. Hoy, en este viernes siguiente al Corpus Christi saltan de nuevo y con especial fuerza las entrañas de Jesús: su voluntad, su esencia, su poder, su pensamiento, su sensibilidad. ¡Cuántas cosas! ¡Pero cuántas, reflejan y simbolizan el Corazón de Jesús!

Todo lo que hizo Jesús nos conmueve, nos atrae y es objeto de admiración:

-Sus pies nos recuerdan los caminos emprendidos para encontrarse con el hombre…

-Sus ojos, entre otras cosas, nos seducen cuando nos miran con amor y hasta con persuasión: “sígueme”

-Sus lágrimas nos recuerdan nuestras traiciones, negaciones y deserciones….

-Sus manos, nos traen instantes de bendición y de entrega, montes de cruz y de pasión, lagos y llanuras de pan multiplicado y de fraternidad….

--Pero ¿y su corazón? Su corazón es mucho más. Su corazón nos dice muchísimo más. Es la imagen más divina, la más certera y límpida, de lo que Jesús fue y pretendió: amor que se partía, amor que obedecía, amor que se humillaba, amor dado hasta la saciedad.

1.- La festividad del Corazón de Jesús nos lleva inmediatamente al encuentro con Dios. El sístole y el diástole de Jesucristo fue el cumplir la voluntad de Dios y hacerla visible a los hombres. Y, por ello mismo, entrar en el Corazón de Jesús es adentrarse en el Misterio de la Trinidad; es ponerse en las manos de Dios; es saber que, Dios, habita y actúa en Cristo.

El Corazón de Jesús es el corazón de Dios que ama. El Corazón de Jesús es un camino que nos lleva al encuentro con el Padre. El Corazón de Jesús nos empuja a amar con locura a Aquel que tanto Él amó: Dios.

¿Seremos capaces de ver el secreto de la vida del Corazón de Cristo? ¿No nos estaremos quedando en el simple concepto de “corazón” cuando, el de Jesús esconde, lleva y nos atrae con una fuerza poderosa y penetrada por el Misterio?

¿Seremos valientes de meternos de lleno en el Corazón de Jesús y saber cómo son sus sentimientos para intentar que los nuestros vayan al mismo compás que los suyos?

2.- Decir “Corazón de Jesús en Ti confío” es saber que, Jesús, nos lleva hacia el Padre. Es comprender que sus miradas, afectos, deseos, pasión y vida, estuvieron totalmente capitalizadas y orientadas desde Dios.

Decir “Corazón de Jesús en Ti confío” es aproximarse a una fuente de la que brota algo, tan esencial como escaso en nuestro mundo y en las personas: amor desbordante. ¿De dónde viene? De Dios ¿Por qué brota? ¡Por amor! ¿Para quién? ¡Para el hombre!

3.- Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El viejo adagio “amor con amor se paga” cobra actualidad en este día. Contribuyamos con amor, el inmenso amor que el Corazón de Cristo nos entrega. Y, a la vez, le pidamos que nuestro latir sea el suyo, que nuestro vivir sea el suyo, que nuestro querer y voluntad sean las suyas. No podemos decir “Corazón de Jesús en Ti confío” y, a continuación, perder la paciencia cuando no hay proporción entre esfuerzo y cosecha o entre oración y respuesta.

4.- En cuántos momentos preguntamos a los niños: Tú, ¿a quién quieres parecerte? Hoy, también a nosotros, pequeños en definitiva también, el Señor nos pregunta: ¿Quieres tener los mismos sentimientos de mi corazón? ¿Quieres amar como yo amo? ¿Quieres tener y descubrir a Dios como yo lo he descubierto y quiero? ¿Quieres obedecer aunque te cueste? ¿Quieres entregarte con ganas o sin ellas? ¿Quieres perdonar aunque te parezca que pierdas? ¿Quieres…quieres…quieres?

Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. ¿Es nuestro corazón de Jesús…o de otros señores?

5.- ¿CÓMO SOY CAPAZ, SEÑOR?

¿De no amarte cuando Tú,  tanto me amas?

¿Qué sientes, Corazón de  Jesús,

cuando el amor no es amado;

cuando el amor no es  correspondido:

cuando el amor es rechazado;

cuando tanto amor divino es  ridiculizado?



Corazón de Jesús:

Lleno de aquello que en el  mundo no se tropieza

Respuesta ante el  interrogante que nunca el hombre se hace

Mano que, en el surco de  cada jornada,

se hace necesaria e  imprescindible.

¡Dinos, Señor! ¿Qué se  siente?

Cuando ofreces y el hombre  mira hacia otro lado

Cuando eres Rey, y nosotros  nos apresuramos

a cabalgar y escapar en  carrozas y cortejos reales

que no van ni llegan a ninguna  parte

Cuando abres tu Corazón y,  ante el tesoro que él encierra,

preferimos la ceniza o la  polilla

a la que quedarán reducidos  nuestros capitales



¡Respóndenos, Corazón de  Cristo!

¿Qué sientes cuando tanto  regalo jamás es abierto?

¿A dónde miras cuando el  hombre a Ti no mira?

¿Cómo haces para amar, ante  tanta indiferencia?

¿En qué piensas, cuando  nuestros pensamientos

son tan superficiales e  interesados?



Sí, mi Señor: 

¡Cómo he sido capaz! 

¡Cómo somos capaces!

De no decirte “gracias” por  tantos bienes

De llenarme del agua de un  pequeño estanque,

cuando Tú eres la fuente de  un agua viva e inagotable

De haberte ofrecido un amor  superficial,

débil, inconstante, vacío,  raquítico y frío.

Señor, ahora entiendo todo. 

Sé que, ante Ti, jamás  triunfará el odio ni la mentira

Sé que, nuestras  deslealtades y desamores,

Jamás serán más grandes que  tu fidelidad y promesas

Sé que, tu corazón, sólo  sabe hacer eso: amar

Sé que, en tu corazón,  vibra, se mueve, habita,

brota, emerge, triunfa, se  desborda y se regala

el amor de Dios que viene de  Ti, lleva a Ti y al Padre.

Amén.

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