13 julio 2025

DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO /C EL PRÓJIMO

 “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo” (Deut 30,14). El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés la invitación a escuchar sus mandamientos y ponerlos en práctica..

Los mandamientos de Dios no son unas normas irracionales. Reflejan los grandes valores éticos que los hombres pueden llegar a descubrir por su propia razón. De su cumplimiento depende la afirmación y el respeto de la dignidad humana. Además, el cumplimiento de los mandamientos garantiza la paz y la justicia entre las gentes y los pueblos.
El salmo responsorial que hoy se canta nos exhorta a vivir en humildad y nos invita a buscar al Señor, para que podamos alcanzar una vida nueva y feliz (Sal 68,33-34).
San Pablo recuerda a los colosenses que Dios nos concede la paz por medio de la sangre de Cristo, derramada en la cruz (Col 1,15).
LA ENSEÑANZA DE LA LEY
En el evangelio de este domingo se dice que un letrado se acerca a Jesús y le dirige una pregunta muy semejante a la del joven rico: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lc 10,25-37).
Jesús le responde preguntándole qué es lo que está escrito en la ley. El letrado cita el libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser” (Dt 6,5). Y añade otro precepto tomado del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18).
El primer precepto era admitido sin discusión. Pero el segundo suscitaba muchas interpretaciones. Para unos, el prójimo digno de amor era todo el que pertenecía al pueblo de Israel. Para otros, prójimo era tan solo quien cumplía la ley. Así que el letrado quiere conocer la opinión personal de Jesús y le dirige una segunda pregunta: “¿Quién es mi prójimo”.

TESTIGOS DE LA MISERICORDIA
Jesús cuenta que un viajero que baja de Jerusalén a Jericó es asaltado por los ladrones que lo roban, lo apalean y lo dejan medio muerto. Por allí pasan tres viajeros
• En primer lugar, pasa por allí un sacerdote. Ve al hombre maltrecho, pero da un rodeo para no acercarse a él, tal vez para no contaminarse con la sangre antes de ir a ofrecer un sacrificio. En realidad, no se interesa por el hombre malherido..
• Después pasa por el mismo lugar un levita, que repite los mismos gestos. También él da un rodeo para mantenerse alejado del herido. Y también él trata de ignorar la desgracia de aquel hombre y pasa de largo.
• Pero pasa un viajero que se fija en el herido. Se le conmueven las entrañas, cura sus heridas, lo carga en su cabalgadura y lo lleva a un albergue, lo atiende personalmente, pide al posadero que cuide de él y promete volver para pagar los gastos que el cuidado haya causado.
Al final del relato, Jesús pregunta al letrado quién se hizo prójimo del hombre apaleado. El letrado responde secamente que aquel que tuvo misericordia. Sus prejuicios y resentimientos no le permiten decir que el que se hizo prójimo era un samaritano.
- Señor Jesús, tú eres nuestro buen samaritano. Nos has recordado que toda la Ley se resume en el amor a Dios y al prójimo. Y nos enseñas a ser testigos y portadores de la misericordia para todos los que sufren. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

UN BUEN MODELO
“Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10,37)

1. No siempre estamos dispuestos a admitirlo, pero ¿no es verdad que todos tratamos de imitar a un modelo concreto?
2. ¿Imitar a un modelo de vida no implica aceptar como válidos para nosotros los valores que lo distinguen?
3. ¿En qué se distinguen los modelos a los que se suele imitar en este tiempo y en nuestra sociedad?
4. Al letrado que le pregunta cuál es el mandamiento principal Jesús le propone una parábola. ¿Qué ventajas o inconvenientes tiene esa forma de dialogar?
5. En lugar de definir al prójimo, Jesús exhorta al letrado a hacerse prójimo del apaleado e ignorado. ¿Qué nos sugiere hoy ese cambio de perspectiva?
6. Presentar como modelo a un samaritano, con el que Jesús se identifica, era escandaloso. ¿En qué casos se repite hoy esa situación?
7. ¿Me detengo yo a prestar una atención afectiva y efectiva a las personas marginadas que me encuentro por el camino?

Jueves, 3. Julio 2025 - 09:41 Hora
DOMINGO XIV DEL T. ORDICNARIO /C

LA RAZÓN DE LA ALEGRÍA

“Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo” (Lc 10,20)

1. Se dice a veces que en este tiempo es casi imposible vivir en la alegría. ¿Se puede considerar verdadera esa percepción?

2. Suponiendo que esa afirmación no sea tan verdadera, ¿en qué suele fundamentarse hoy la alegría?

3. Los discípulos de Jesús se alegraban al ver que su mensaje era escuchado por las gentes. ¿Se vive también hoy esa experiencia?

4. ¿Qué significa esa afirmación de Jesús, según la cual los nombres de sus discípulos están escritos en el cielo?

5. Y las personas que no siguen a Jesucristo o no aceptan su mensaje no tendrán sus nombres inscritos en el cielo?

6. ¿Con esa afirmación de Jesús se invalidan las razones en las que puede fundamentarse la alegría humana?

7. ¿Y yo estoy convencido de que la vivencia y la difusión del evangelio me aseguran la verdadera razón de la alegría?

MENSAJEROS DE LA ALEGRÍA

“Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto” (Is 66,10). Es impresionante esta invitación a la alegría que se encuentra en el último capítulo del libro de Isaías. Después del exilio en Babilonia, Dios va a facilitar el nacimiento de la nueva Jerusalén.
El texto emplea una imagen altamente expresiva en aquel tiempo y en aquel lugar. Dios va a hacer que la paz corra hacia Jerusalén con la abundancia de un río caudaloso. Esta presencia misericordiosa de Dios será la verdadera causa de la alegría para su pueblo.
La alegría reaparece también en el salmo responsorial: ”Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente” (Sal 65,6).
Con todo, la felicidad y la gloria no tienen su causa en los logros humanos. San Pablo escribe a los gálatas que él solamente puede gloriarse en la cruz de Jesucristo (Gál 6,14-18).

LA PRESENCIA DEL REINO

Según el evangelio de Lucas, al iniciar su subida hacia Jerusalén, Jesús envía a sus discípulos por delante de él, para que le preparen el camino (Lc 10,1-12.17-20).
• Jesús los envía de dos en dos, porque en su tierra, el testimonio de una persona solamente era creíble cuando era apoyado por otra persona. Además, los discípuos habían de caminar unidos, puesto que eran enviados a anunciar la paz.
• Jesús los envía ligeros de equipaje. El mensaje que anuncian no se apoya en la fuerza, en las riquezas o en los medios de los mensajeros.
• Además, los mensajeros han de curar a los enfermos que se encuentren. Han de ser recibidos como portadores de la misericordia y de la compasión de su Maestro.
• Y este es el mensaje que han de proclamar en todo lugar: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. No se trata de amedrentar a las gentes. Al contrario: les anunciarán la presencia de Dios entre los hombres. En realidad, Jesús mismo era ya el Reino de Dios.

LA VERDADERA ALEGRÍA

Según el texto evangélico, los discípulos retornan de su misión y comunican a Jesús los efectos de su predicación, de las curaciones y de los exorcismos que han realizado. Y su experiencia es el contenido de su diálogo con el Maestro:
• “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. El nombre significa y representa la dignidad de Jesús. Los discípulos han podido comprobar el poder que ejerce el nombre del Maestro sobre el espíritu del mal.
• “No estéis alegres porque se os someten los espíritus”. Ante la alegria de sus discípulos, Jesús les advierte que no caigan en la ingenuidad de creer que yan han logrado someter a los espíritus que manejan este mundo.
• “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. Los discípulos aludían al nombre de Jesús, pero él alude ahora al nombre de los suyos. Han de alegrarse porque el Padre los tiene ya presentes en su reino.
- Señor Jesús, tú nos has enviado como mensajeros de tu paz y como heraldos del Reino de Dios. No debemos caer en el desaliento ante los aparentes fracasos de nuestra misión. Pero tampoco debemos enorgullecernos por los éxitos que nos parece haber alcanzado. La verdadera alegría nace solamente de sabernos amados por el Padre celestial. Amén.


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