En una cultura en la que el amor se considera como algo espontáneo, un mero sentimiento; en una sociedad que tiene como postulado su caducidad y la fidelidad parece algo obsoleto y casi imposible de lograr y el divorcio es una realidad generalizada, la liturgia nos presenta el mensaje de Jesús sobre el amor conyugal, único, fiel e indisoluble. El evangelio de este domingo recuerda y refrenda, frente a la ley mosaica vigente en tiempos de Jesús, el proyecto originario de Dios en la creación del hombre y la mujer, como nos lo relata Gen 2.
Hoy se han acallado las controversias y enfrentamiento públicos -el debate en las Cortes españolas duró 17 meses- entre quienes defendían el divorcio como un derecho radical de la persona hasta quienes querían imponer la disciplina y verdad católica a toda la sociedad. Desde la experiencia de estos años y el abundante Magisterio de la Iglesia, tal vez sea el momento de hacer una reflexión social y pastoral más serena.
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