02 octubre 2024

Ecos de la Palabra, 6 de octubre

  

EL AMOR ES POSIBLE

Por Javier Castillo, sj

Reflexiones sobre el Evangelio de Marcos 10, 2-16 (27º Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo B – 3 de octubre de 2021)

¿Quién no ha leído algún verso o alguna novela de amor? ¿Quién no se ha emocionado en el cine con escenas como las de Love Story o Titanic?

¿Quién no ha cantado con el corazón en la mano baladas llenas de amor y sentimiento? No cabe duda de que el amor es el sentimiento al que los hombres y las mujeres de todos los tiempos le han dedicado más obras en todas las artes conocidas. Como no recordar, por ejemplo, los bellos versos del poeta uruguayo Mario Benedetti para su enamorada: “Y si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo; y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”, o las miles de canciones que nos ayudan a desvelar los sentimientos más nobles que suscita la vida de pareja o las relaciones de amistad y compañerismo, cantar por ejemplo con Silvio Rodríguez que “solo el amor convierte en milagro el barro”. El lenguaje del amor agranda nuestro corazón y llena de sentido muchas de las cosas que hacemos en el día a día. Es el amor, y más en concreto sobre el amor de pareja, que nos invita a reflexionar el Evangelio de este domingo.

Además de las palabras siempre actuales de Jesús, la comunidad cristiana tiene en la Exhortación del Papa Francisco sobre la Familia una hermosa carta de navegación para reflexionar, discernir y acompañar la vida de la pareja y de las familias. Permitidme, siguiendo el espíritu del Evangelio y del documento de Francisco, no entrar en el debate sobre el divorcio sino más bien, entrando en el pensamiento divino que nos recuerda que “al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”, romper una lanza en favor del amor y de quienes están convencidos de que su fuerza transformadora tiene un lugar en este tiempo.

No soy ingenuo y reconozco que en la sociedad contemporánea se ha trivializado el amor y la relación de pareja y, sin ningún reparo, se habla de separaciones y divorcios con una naturalidad espeluznante. También sé que la situación de no pocas parejas y familias no es la mejor y quisiera acompañarlas en su sufrimiento.

Sin desconocer las sombras que planean sobre la pareja y la familia, esta reflexión quiere ser de anuncio gozoso y traer a los corazones de los hombres y las mujeres el sueño que Dios tiene para ellos.

Dios, que es amor, cuando un hombre y una mujer descubren que se aman no llega ante ellos con un catálogo de obligaciones y restricciones sino con una bendición para que ambos luchen por ser felices, por hacer un camino compartido en el que el amor les haga servidores de la vida y constructores de una nueva sociedad basada en los principios de la donación, la generosidad y la ayuda mutua. En el sueño de Dios no se habla de contratos o cláusulas sino de complicidad, de saber que ese hombre o esa mujer con quien libremente una persona ha decidido unirse para el resto de su vida será su complemento y juntos formarán una unidad tan fuerte que serán como una sola carne, una sola existencia al servicio del amor, la vida y la felicidad. En el sueño de Dios la pareja es bendecida como principio de la sociedad pues el vínculo del amor es el cimiento sobre el cual se construyen las nuevas familias y las nuevas generaciones… Quienes se aman, dice el autor sagrado, dejan padre y madre para fundar un nuevo árbol del que se desprenden las nuevas ramas que cantan a la vida y al amor. Este es el sueño de Dios, bendecir el amor que, en últimas, es la clave para ser felices y llenar de sentido nuestro ser, hacer y querer.

Alguno de vosotros me dirá que este sueño de Dios es bastante utópico, lo admito, pero el que sea utópico no quiere decir que sea irreal o imposible. Si indagamos en nuestros corazones y en nuestra memoria, podemos ir trayendo rostros de personas que, no exentas de dificultades, viven o tratan de vivir el sueño de Dios en su relación familiar y de pareja. Seguro que, como yo, muchos de vosotros tenéis en vuestra familia, en vuestros padres, hermanos y hermanas una confirmación de que este sueño de Dios es posible.

Mi invitación es a mirar con positivismo la vida de las parejas, no todo es malo, no todo es trivialidad, no todo son separaciones y divorcios, hay cientos de parejas que viven felices y gracias a su amor nosotros también somos felices. Démonos una oportunidad para mirar el vaso medio lleno y no el vaso medio vacío. Con tantas malas noticias que hay últimamente permitidme aparcar por un día la denuncia, en este caso sobre la pérdida de valor de la familia y el matrimonio, para elevar una acción de gracias a Dios porque el amor, que es el centro de su mensaje, sigue vigente en la historia y sigue siendo la inspiración de nuestro canto.

Pidamos al Dios del amor que nos ayude a ver la realidad de las parejas y las familias con su misericordia y su ternura de manera que, sobre la ley y las normas, prevalezca el amor.

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