MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos todos a la fiesta del Señor.
La palabra de Dios no siempre encuentra una audiencia dispuesta a acoger el mensaje de la vida y a reconocer al Señor en unos signos tan sencillos como son el pan y el vino.
Pero los que acogen la Palabra con fe y amor están llamados a predicarla con sus vidas.
En el evangelio de hoy, la gente de su pueblo rechazó a Jesús.
Nosotros estamos aquí para reconocer, aceptar y confiar en Jesús a pesar de nuestras debilidades y pecados.
Entonemos el canto de entrada.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Primera lectura: Éxodo 2, 2-5
El mandato de Dios al profeta es claro. Ezequiel recibe su misión con alegría, a pesar de que tiene que enfrentarse a un pueblo de duro corazón y de oídos sordos.
Dios insiste y quiere que su pueblo, a gusto o a disgusto, escuche el mensaje y sepa que hay un profeta en medio del pueblo.
Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Segunda lectura: 2 Corintios 12, 7-10
San Pablo nos invita a conocer su vida interior con una sorprendente confesión.
Hay un aguijón en su vida que le tortura. Pablo no busca la compasión sino hacernos entender que ninguna aflicción es una barrera que nos impida vivir nuestra vocación cristiana. Nosotros también estamos llamados a ser mensajeros, con nuestras debilidades, del evangelio de Jesús.
Escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.
MONICIÓN AL EVANGELIO
Tercera lectura: Marcos 6, 1-6
Jesús tuvo que enfrentarse con la incredulidad de los de su pueblo. Jesús era demasiado sencillo, demasiado ordinario para manifestar algo de Dios, algo de la salvación de Dios.
¿Cómo es Jesús para nosotros? ¿Es más que el hijo del carpintero? Es más que un buen predicador?
Escuchemos la proclamación del Evangelio.
Oración de los fieles
1. Oremos por la Iglesia para que siga anunciando a todos el evangelio del amor.
2. Oremos por los gobernantes para que no se olviden de los necesitados y busquen la paz.
3. Oremos por todos los que viajan de vacaciones para que se reencuentren con sus familias y vuelvan con alegría a sus tareas y responsabilidades.
4. Oremos por todos los enfermos, los atribulados, los que viven solos para que confíen en el Señor y en la ayuda de los hermanos.
5. Oremos por los difuntos de nuestras familias y de la parroquia y (nombres) para que el Señor les conceda la alegría de vivir para siempre con él.
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