1.- Mucha gente –y hace bien– le pide a Dios que le arregle sus asuntos materiales. No parece un disparate que un hambriento pida pan al Señor y que un pobre le demande algo para salir de su situación precaria. Solo los soberbios eligen el tipo de peticiones que no se «pueden» hacer a Dios. Cuando Jesús multiplica los panes y los peces la muchedumbre le quiere hacer rey y el se marcha, solo, a la montaña. No desprecia el entusiasmo popular y lo comprende, pero no puede ser así y por eso se marcha.
Jesús nunca habló de peticiones especializadas, sino de la fe necesaria para pedirlas. Asimismo, otros soberbios no piden porque no confían en que Dios podrá satisfacerlos y ese es muy mal camino. Nuestra oración a Dios debe ser completamente sincera. Ello nos llevará a pedir lo que consideramos justo y necesario. Pero, no podemos dejar de pedir a un amigo lo imposible si ello es bueno. Estamos seguros aquí en Betania que, de una forma u otra, el Señor siempre da cumplida respuesta a nuestras peticiones.
2.- Un solo cuerpo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Ese es el resumen del pasaje de la Carta de Pablo a los Efesios y nos dispone a pensar en la unidad de los cristianos. La desunión es una de las cosas que más escandalizan y debemos de esforzarnos porque un día solo haya un rebaño conducido por el Señor Jesús. En los últimos tiempos se ha trabajado mucho en el Ecumenismo, pero no hay transferencias reales. Los templos de una y otra confesión siguen cerrados para los que no pertenecen a la misma. Hay que avanzar en ese camino de puertas abiertas. A veces es lógico pensar que la herejía es más una posición que una concreción doctrinal. Anglicanos, católicos y ortodoxos estamos muy cerca en nuestras celebraciones litúrgicas y, sin embargo, continuamos desunidos. Habría que dar un paso «provisional» para que, al menos, los templos nos sirvieran a todos. Esto es lo que deseamos con todo el corazón.
Ángel Gómez Escorial
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