VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU SANTO
Vivir según el Espíritu Santo, es difícil.
Vivir con el Espíritu Santo, no lo es tanto.
Es bueno pensar que, El,
nos acompaña aunque no nos demos cuenta;
nos habla, aunque no lo escuchemos;
nos conduce, aunque acabemos eligiendo el camino contrario;
nos transforma, aunque pensemos que, todo, es obra nuestra.
Vivir PENTECOSTÉS
es pedirle a Dios, que nos ayude a construir la gran familia de la Iglesia
es orar a Dios, para sacar de cada uno lo mejor de nosotros mismos
es leer la Palabra y pensar “esto lo dice Jesús para mí”
es comer la Eucaristía, y sentir el milagro de la presencia real de Cristo es rezar, y palpar –con escalofríos- el rostro de un Dios que nos ama.
¡PENTECOSTÉS ES EL DIOS INVISIBLE!
El Dios que camina hasta el día en que nos llame a su presencia
El Dios que nos da nuevos bríos e ilusiones
El Dios que nos levanta, cuando caemos
El Dios que nos une, cuando estamos dispersos
El Dios que nos atrae, cuando nos divorciamos de El
¡PENTECOSTÉS ES EL DIOS DE LA BRISA!
El Dios que nos rodea con su silencio
El Dios que nos indica con su consejo
El Dios que nos alza con su fortaleza
El Dios que nos hace grandes con su sabiduría
El Dios que nos hace felices con su entendimiento
El Dios que nos hace reflexivos con su santo temor
El Dios que nos hace comprometidos, con el don de piedad
El Dios que nos hace expertos, por el don de la ciencia
Pentecostés, entre otras cosas, es valorar, vivir, comprender y estar orgullosos de todo lo que nos prometió Jesús de Nazaret. ¿Cómo? Dejándonos guiar por su Espíritu.
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