Javier Leoz
1.- “Echa leña, sopla y el fuego jamás se apagará”. Dice el viejo proverbio. La culminación de la Pascua no es la Ascensión del Señor. Se marcho y nos dejó un sugerente y difícil encargo: “id por el mundo”.
Y el tesoro de la fe, llevado en nuestras manos de barro (como dice San Pablo) necesita de una fuerza que lo sostenga; un ánimo que lo empuje; una presencia que lo haga más vigoroso y fuerte.
Aquel testigo, que Jesús dejó a sus apóstoles, ha ido pasando de mano en mano, de continente en continente, de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, a través de los siglos.
Y, un buen día, llegó hasta nosotros (parroquia, ciudad, comunidad). ¡Cómo no agradecer en este día del Espíritu Santo, esa acogida, a nuestros antepasados! Lo que, Cristo confío a aquellos primeros seguidores, nuestros padres lo adoptaron, lo vivieron y…nos lo dejaron como el mejor testamento para nuestra existencia: ¡Vivid según Dios y no os faltara su espíritu!
Hoy, no podemos quedarnos absortos en un Cristo crucificado; no podemos complacernos por haber cumplido –más o menos- con la Pascua. El Espíritu Santo baja, viene y se mete en el meollo de lo que somos y realizamos para que nuestra fe, lejos de debilitarse, se fortalezca y sea más auténtica.
2.- ¿Quién es esa fuerza misteriosa- invisible pero sensible- que habla en el corazón? Es el Espíritu Santo quien, con soplo del cielo, nos estimula para no renunciar a lo que bebimos en la fuente del Bautismo: la gracia de ser Hijos de Dios.
--¿Quién es Ese que, como fuerza transformadora, muda un pedazo de pan en cuerpo de Cristo; una copa de vino en sangre de Jesús?
--¿Quién es Ese que, para asombro de todos nosotros, nos hace Hijos de Dios por el Bautismo; sacerdotes al desparramarse en nuestras cabezas y manos; limpios cuando necesitamos volver al buen camino; saludables cuando estamos enfermos; sólidos y convencidos en la confirmación; fieles en el amor, cuando dos personas, delante del altar, se dicen “te quiero”?
Es el Espíritu Santo que, en un acto de confianza por parte de Dios, viene para que no desfallezcamos y caminemos con la cabeza bien alta proclamando: ¡Somos cristianos, el Espíritu nos acompaña!
3.- Hoy, es Pentecostés. ¡Todos los días son Pentecostés! Cuando cantamos y celebramos la alegría de pertenecer al Pueblo de Dios. Cuando anunciamos sin temblor ni vergüenza que Dios sigue siendo el tejedor de nuestra vida. Cuando revisamos nuestros caminos y, de ellos, vamos vedando las piedras que nos impiden alcanzar los dones que, Dios, desde el cielo tantas veces nos consigna.
Hoy, es Pentecostés. ¡Todos los días son Pentecostés! Cuando trabajamos por la paz en nuestras propias casas; cuando damos y recibimos el perdón de los que nos rodean; cuando contribuimos –con palabra y obra- a una realidad más pacífica, serena y habitable.
Y hoy, PENTECOSTÉS, es el día de la Iglesia. Un momento en el que, lejos de sentir miedo, sabemos que hay una fuerza poderosa que nunca le faltará ni le fallará hasta la vuelta definitiva de Jesús.
Si, el Espíritu Santo acampa entre nosotros, ¡adelante! El futuro, aunque sea incierto, seguirá contando con hombres y mujeres que propongan, vivan y anuncien lo que Jesús nos dejó: ¡Id y anunciad!
4.- VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU SANTO
Vivir según el Espíritu Santo, es difícil.
Vivir con el Espíritu Santo, no lo es tanto.
Es bueno pensar que, El,
nos acompaña aunque no nos demos cuenta;
nos habla, aunque no lo escuchemos;
nos conduce, aunque acabemos eligiendo el camino contrario;
nos transforma, aunque pensemos que, todo, es obra nuestra.
Vivir PENTECOSTES
es pedirle a Dios, que nos ayude a construir la gran familia de la Iglesia
es orar a Dios, para sacar de cada uno lo mejor de nosotros mismos
es leer la Palabra y pensar “esto lo dice Jesús para mí”
es comer la Eucaristía, y sentir el milagro de la presencia real de Cristo es rezar, y palpar –con escalofríos- el rostro de un Dios que nos ama.
¡PENTECOSTES ES EL DIOS INVISIBLE!
El Dios que camina hasta el día en que nos llame a su presencia
El Dios que nos da nuevos bríos e ilusiones
El Dios que nos levanta, cuando caemos
El Dios que nos une, cuando estamos dispersos
El Dios que nos atrae, cuando nos divorciamos de El
¡PENTECOSTES ES EL DIOS DE LA BRISA!
El Dios que nos rodea con su silencio
El Dios que nos indica con su consejo
El Dios que nos alza con su fortaleza
El Dios que nos hace grandes con su sabiduría
El Dios que nos hace felices con su entendimiento
El Dios que nos hace reflexivos con su santo temor
El Dios que nos hace comprometidos, con el don de piedad
El Dios que nos hace expertos, por el don de la ciencia
Pentecostés, entre otras cosas, es valorar, vivir, comprender y estar orgullosos de todo lo que nos prometió Jesús de Nazaret. ¿Cómo? Dejándonos guiar por su Espíritu.
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