1.- ¿Será mucho decir que, para los más de los cristianos, la afirmación de la Trinidad de Dios es un impresionante galimatías? ¿Será excesivo el temor de ver que para la inmensa mayoría de creyentes esta afirmación trinitaria resulta inútil, sin incidencia alguna en la praxis cristiana, sin la menor garra para la hora del compromiso temporal y aun ––si se apura un poco–– para la llamada vida espiritual” de los bautizados?
El dogma de la Trinidad de Dios, por desgracia, no pasa de ser una verdad aprendida en la infancia, reiterada en los actos de culto de manera rutinaria. Y, sin embargo, resulta de todo punto imposible una correcta comprensión del cristianismo sin una referencia muy radical a este dato de la revelación de Dios. La Trinidad de Dios es un componente básico de la biografía humana. El misterio de la Santísima Trinidad resume la fe cristiana en su núcleo central. Todos sabemos que la revelación bíblica es la historia del amor que existe entre Dios y el hombre, todo hombre.
El Antiguo Testamento nos enseña sobre todo la grandeza del único Dios y Creador del Universo, de la nada crea algo distinto a sí mismo, de una diversidad y complejidad asombrosas, y pone en su centro al hombre, para que domine este mundo como su representante.
En el Antiguo Testamento también, Dios nos revela que como Padre siempre perdona a sus hijos e hijas, y no nos olvida a pesar de nuestras frecuentes infidelidades. Esta fe compartimos los cristianos con los judíos, y los musulmanes. Creemos que hay un solo Dios, y que todos los pueblos le pertenecen.
San Agustín decía «No es difícil comprender que Dios existe», siguiendo el argumento de San Pablo, «Dios mismo lo dio a conocer ya que sus atributos invisibles, su poder divino y su divinidad se hacen visibles a los ojos y la inteligencia desde la creación del mundo por medio sus obras»
En cambio el Nuevo Testamento a la vez que va afirmando la existencia de Dios Padre descubre a Dios en su vida interior, como Él ha sido siempre, desde todo la eternidad. Nos revela que el Padre nunca ha estado solo, sino que «Dios es familia». Y lo sabemos justamente por el hijo que fue anunciado por los antiguos profetas y que nos envió al Espíritu Santo, quien vivifica todo. Es Jesucristo quien nos reveló la perfecta unidad de vida entre las divinas personas. No fue invención de generación de cristianos posteriores.
2. -El motivo de la exteriorización de la Santísima Trinidad no es otra que su vida interna misma. Dios es amor, entrega mutua y total entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Cada persona en Dios se identifica justamente, por no reservarse nada y brindarse absolutamente al otro de tal modo que son uno solo en la diversidad.
Esta dinámica lo llevó a Dios a salir de sí mismo, no solo a crear el mundo sino para encarnarse en él. Es el Dios que va al encuentro del hombre. Recién a partir del misterio de Dios UNO Y TRINO que Jesucristo nos ha dado a conocer, comprendemos en profundidad lo que significa la afirmación de la Biblia sobre el hombre cuando dice en las primeras páginas, «Dios creó al hombre a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer, y los bendijo diciendo sean fecundos y multiplíquense».
El hombre lleva en su naturaleza la impronta del Dios trinitario es decir, la persona humana, igual que Dios mismo es por su origen y también su finalidad un ser Social, creado por amor y para el amor.
Solamente la entrega a los demás da la plenitud y la felicidad al hombre. Esa entrega mis hermanos comienza por la familia, nuestras familias están llamadas a ser fieles espejos de la Santísima Trinidad. Por eso la familia debe crecer cada día más en el conocimiento del DIOS AMOR.
El amor que es amistad, amor conyugal, amor paternal, amor maternal, amor filial, caridad. Esta vivencia de lo que llamamos amor de familia, lo comprendemos en sus mutuas relaciones mejor desde el misterio de la Santísima Trinidad. Y esto trae consecuencias para la valoración de las personas en sus diferentes roles que hay que entender como complementarios y no opuestos.
Estamos acostumbrados a pensar que como lo segundo viene después de lo primero es inferior, y no digamos ya que lo tercero, pensamos que el que manda es superior al que obedece, o que el primogénito tiene mayores derechos que el hermano menor.
A la luz de la Trinidad nos damos cuenta del inmenso error que contiene esta mentalidad prácticamente universal. Aplicado al matrimonio, varón y mujer, creados a imagen de Dios, en realidad desde la Fe es insostenible considerar a la mujer de segunda. Como no podemos pensar que el hijo eterno de Dios, la segunda persona en Dios, sea inferior al Padre. Los dos son diferentes pero esencialmente iguales en su naturaleza divina. Unidad en la perfecta diversidad, pluralidad en la perfecta unidad.
Esto lo entendemos hoy, en el mundo de la tradición cristiana mejor que en tiempo de nuestros antepasados. La igualdad radical de todo ser humano, varón y mujer, es un reclamo generalizado. Entre paréntesis mis hermanos nos damos cuenta: que importante es este mensaje de la Santísima Trinidad para la civilización, por que hay otras culturas que no conocen a este Dios Trinitario, y no nos asombra, entonces que la mujer no tenga el mismo rol que debería ejercer en la tradición cristiana.
3. En un momento de fuerte desintegración, la fe en este misterio es un potencial que fortalece sana y renueva los vínculos entre las personas. Jesús invitándonos a participar en la vida de la Trinidad hace posible que alcancemos nuestra mayor dignidad y una autentica relación con los demás en la Justicia y el Amor. La Iglesia que es signo e instrumento de la íntima unión con Dios, y de la unidad de todo el género humano se reconoce como servidora de la dignidad humana, y de comunión fraterna en la hora actual.
Antonio Díaz Tortajada
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario