1.- La Ascensión es para los Apóstoles el momento de la revelación por parte del Padre y de la perfecta compresión de la Resurrección. Y es que la Resurrección es el paso de muerte a vida tan infinitamente gloriosa, que ese Jesús, que convivió con ellos día a día, se iguala al Padre, se sienta a su derecha, y tiene todo poder sobre el cielo y la tierra.
— Momento de inmensa alegría porque Jesús es el Señor de Cielo y Tierra, y de nostalgia porque habiendo gozado de su presencia, de sus palabras, de su cariño personal, hasta ahora no le habían sabido comprender en profundidad.
— Momento de seguridad plena, porque el Señor va a estar con ellos… y de inseguridad en sí mismos, porque si no le han sabido comprender en tres años, ¿serán capaces de gobernar la barquilla que el Señor les encomienda llevar a buen Norte?
— Por eso se quedan parados, pasmados, mirando al cielo. Pero es el mismo Señor, quien por medio del ángel les reprende: ¿qué hacéis ahí pasmados mirando al cielo?
2.- Jesús que, en sus ratos de oración en lo alto de la montaña tanto miró al cielo, jamás se quedó allí estático en su unión con el Padre, sino que bajo siempre a buscar a los hombres y pasó haciendo el bien.
El hombre de fe debe mirar al cielo para bajar los ojos de nuevo a la tierra, para conducir sus manos hacia el bien de los demás. En vano buscamos a Dios en los cielos, cuando ese mismo Señor nos ha dicho que Él está en la tierra
¡¿Qué hacéis ahí pasmados mirando al Cielo…?!
* SI el Señor de Cielo y tierras es el Dios desnudo, el Dios enfermo, el Dios hambriento.
* SI el Señor que se sienta a la diestra del Padre es el Dios sediento, el Dios encarcelado, el Dios Abandonado y solitario.
* SI el Primogénito de toda Creatura está en mi hermano. ¿Qué hacéis ahí pasmados mirando al cielo? Ese Señor que se ha ido al cielo, está con nosotros hasta el fin de los tiempos y su Reino está entre nosotros.
No por mucho mirar al cielo evitaba San Isidro la pedriza o atraía la lluvia. Por eso sus manos no dejaban de sembrar la semilla en el surco y de preparar un plato más en su mesa para uno más necesitado que él.
José María Maruri, S. J.
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