21 mayo 2024

Comentario Santísima Trinidad

 (Mc 2, 23-38)

«El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado». Jesús recuerda en esta frase que cuando Dios pide algo al hombre es en realidad para bien del hombre, no porque él necesite imponer leyes. Pero cuando esas leyes se absolutizan y las utilizamos para dominar a los demás y hacerlos sufrir, ya no cumplen la voluntad de Dios.

Dios ama al hombre y desea su felicidad, su gozo, su plenitud. Por eso deberíamos buscar que nuestras costumbres y prácticas religiosas no sean una obligación que debemos cumplir, sino un medio para encontrarnos con Dios, para recibir su gracia, para encontrar la paz y su presencia. Las costumbres que no nos dejan vivir con alegría la fe y nos impiden servir a los demás con generosidad no son más que esclavitudes que en realidad nos alejan del camino de la libertad cristiana. Por eso decía San Pablo que Jesús nos ha liberado de la ley (Rom 7, 4). Cuando él toma nuestra vida, su gracia nos impulsa a realizar libremente lo que a él le agrada, nos impulsa a la alabanza gozosa y al servicio generoso. De esa manera, la voluntad de Dios no es un peso que nos agobia, no es una maraña de leyes que nos asfixian, sino una ayuda para saber por dónde tenemos que caminar para no desgastarnos inútilmente.

En el fondo se trata de tener un deseo sincero de hacer su voluntad, y cuando lo vivimos en la entrega cotidiana ya no son las leyes lo que nos moviliza, sino su amor. Por eso decía San Agustín «ama y haz lo que quieras». Si alguien hace algo con el deseo sincero de amar a Dios y a los demás, sabe en su conciencia que está cumpliendo la voluntad de Dios para su vida. Por eso enseñaba Santo Tomás de Aquino que tanto el juez que sentencia a un criminal como la madre que busca salvarlo, ambos están en paz con la voluntad de Dios, porque están siendo fieles a la misión que Dios les ha dado.

Oración:

«Señor, te doy gracias porque has puesto en el centro de toda la vida, la felicidad del hombre, y no la ley. Gracias porque has simplificado nuestro camino resumiendo toda ley en el amor».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

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