En el evangelio de Marcos el anuncio de la buena noticia va dirigido a toda la creación, porque la presencia de Jesús resucitado tiene dimensiones cósmicas. Todo el universo goza de su presencia luminosa. De hecho, el texto quiere mostrar que la resurrección de Jesús debe transfigurar todo lo creado, pero sobre todo debe llevarnos a nosotros a un nuevo modo de relacionarnos con la creación.
Los detalles del texto, que parecen demasiado maravillosos al lado de la cruda realidad que vivimos, están tomados de profecías antiguas que anunciaban la llegada del tiempo mesiánico como una época maravillosa de armonía y de paz.
Y nosotros creemos que estamos en esa época maravillosa aunque todavía la humanidad y su relación con el mundo no hayan llegado a esa armonía. Jesús resucitado no se ha ido, no subió al cielo para desaparecer, sino para hacerse presente en lo más íntimo de la realidad y para darnos la posibilidad de lograr un mundo nuevo con su poder de resucitado.
En la medida en que podamos desterrar el pecado de la humanidad y demos más espacio a la acción del Señor, el mundo irá alcanzando una mayor armonía, y entonces sí podremos tomar serpientes en nuestras manos, beber veneno y liberarnos de la enfermedad y del dolor.
Pero como el rechazo del hombre limita la acción de Dios, el poder de Cristo presente en el mundo no puede desplegarse plenamente y sufrimos en medio de la desarmonía y las angustias.
Podemos entender la pregunta que hacen los judíos: «Si el Mesías ya llegó ¿en qué se nota? ¿qué ha cambiado en el mundo? Y nosotros respondemos que Jesús está; está ofreciéndonos su amistad, su fuerza, su luz, para que podamos mejorar este mundo. ¿Lo estamos haciendo? Pero la renovación total de este mundo sólo se realizará cuando él vuelva. Y por eso podemos decir que nosotros también estamos esperando al Mesías.
Oración:
«Convierte nuestros corazones Señor, para que podamos ser instrumentos de ese maravilloso poder que haces presente en nuestras vidas, y así el mundo pueda alcanzar la libertad y la verdadera paz».
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