01 mayo 2024

Amaos unos a otros como yo os he amado: Domingo VI de Pascua

 1.- No sabemos como será su justicia, ni su misericordia, lo que sí sabemos es que nuestro Padre Dios cuando se trata de amar no es prudente, no es sensato, como nosotros sus hijos lo somos.

Nuestro Padre Dios tenía una viña y unos viñadores a los que realmente quería. Llegó la hora de cobrar el alquiler y envió unos criados a cobrar lo estipulado y los viñadores los mataron. Nuestro Padre Dios volvió a enviar otros, y los mataron. Y entonces envió a su Hijo y también lo mataron. Todo porque nuestro Padre Dios amaba a su viña y a los viñadores. Eso no es prudencia, ni sensatez. Eso raya en la locura. Nosotros, a la primera hubiéramos enviado a la Policía Nacional.

2.- ¿Y el Primogénito de nuestro Padre Dios? Pues como dice el dicho castellano “de tal palo tal astilla”, amó tanto a los hombres que se hace hombre y por enseñarles la verdad tal cual es, acaba dando su vida por nosotros. Cuánto mas fácil hubiera sido borrarnos del mapa para siempre.

3.- Este amor imprudente, alocado, de Dios Padre y de Dios Hijo nos debe intranquilizar a nosotros. Porque Jesús, en el Evangelio de hoy, nos resume todo lo que nos ha venido a enseñar. Nos dice con toda tranquilidad y sin inmutarse, como la cosa más natural del mundo: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, COMO YO OS HE AMADO.

Si queréis lo tomáis y si no lo dejáis. Pero si queréis ser mis discípulos yo exijo que OS AMÉIS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO. Si no es va, dejadlo para otros, no seréis mis discípulos.

Y este –con mayúsculas—COMO YO OS HE AMADO viene del padre: “como el Padre os ha amado yo os he amado. Y como puede verse, lo alocado de su amor le viene de la herencia de su Padre.

4.- Hermanos, este modo de amar no va con nosotros: amar hasta hacer el tonto. Amar hasta que abusen de nosotros. Amar hasta que nos engañen repetidas veces.

Ante eso, nosotros diremos aquello de: “¡A mí me la pegan una vez, pero dos, no!” Nos gusta tener el derecho a elegir a quien tengo que amar, quien tiene derecho a mi amistad y quien no. Nos reservamos el derecho de decretar quien es mi prójimo y un prójimo a quien no nos cueste amar, limpio, educado, agradecido, que me cueste poco o nada.

En el “amaos como yo” el prójimo se presenta cuando quiere, en el momento más inoportuno, en la situación más indiscreta, con el talante más exigente.

5.- El Hijo de Dios, que está al corriente de todos los secretos del Padre, nos dice hoy “os llamo amigos, confidentes, porque todo lo que he oído al Padre os lo he dado a conocer”.

Este papel de confidente del Hijo de Dios si nos gusta. Esto si que nos gusta porque es sentirnos amigos de Dios, pertenecer a la élite de los que conocen los misterios recónditos de Dios. Eso si nos fascina. Dinos, Señor ese “todo” que tu Padre te ha confiado y que Tú confías a nosotros, tus “confidentes más íntimos. Te escuchamos con ansía. Dinos ese TODO que has captado del Padre.

Y Jesús vuelve a repetir: “Esto os mando: que os améis unos a otros”.
El más recóndito secreto de Dios esta ahí. Todo lo de Dios queda ahí, como era natural, porque Dios es amor.
Jesús no ha oído de su Padre Dios más que esto. Jesús ya no tiene más que decirnos. Una única cosa
La única cosa que no sé.
La única cosa que no hago.
La única cosa que descubre que soy un analfabeto en amor.
La única cosa por la que merece la pena vivir:
“Amaos unos a otros como yo os he amado”

José María Maruri S. J.

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