Moniciones y Lecturas 24 de marzo de 2024 – Domingo de Ramos de la Pasión del Señor Ciclo B
Procesión de las Palmas
Ambientación:
El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor es un nombre compuesto que tiene dos dimensiones muy distintas: las alabanzas que la multitud dedicó a Jesús en su entrada a Jerusalén, con palmas y «hosannas», y luego la Eucaristía, más austera, con las tres lecturas apuntando al drama de la cruz, sobre todo el evangelio de la Pasión.
La lectura evangélica antes de la procesión nos cuenta lo que sucedió aquel día, cuando, sabiendo que había llegado su hora, Jesús decide ir a Jerusalén. Montado en un borrico, entra en la ciudad acompañado de las aclamaciones del pueblo.
Dispongámonos, con la escucha de esta Palabra que nos va a ser proclamada, hoy del evangelio de San Marcos, a comenzar a celebrar dignamente todos estas celebraciones.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.
¡Hosanna en el cielo!».
Palabra del Señor.
Moniciones a las lecturas de la misa
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de este domingo van a poner ante nuestros ojos al Mesías sufriente. El Siervo de Yahvé del que habla Isaías es presentado lleno de golpes y ultrajes. En el himno de la carta a los Filipenses, Cristo se despoja de su rango divino y se hace uno de tantos. En el pasaje de la entrada en Jerusalén, Jesús –Mesías e Hijo de David– monta un borriquillo y no un caballo o un carro de combate como hubiera sido de esperar en un rey guerrero. Escuchemos atentamente.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Isaías 50, 4-7)
Del libro del profeta Isaías, escucharemos ahora el tercer cántico del siervo de Yahvé, un poema que nosotros vemos cumplido en Jesús de Nazaret. Al Siervo de Yahvé le es encomendada una misión que no será nada fácil. Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 21)
A la lectura que acabamos de escuchar, que ya preludia la Pasión, le hace eco el salmo 21, uno de los salmos más impresionantes.
Cristo hará suyas las palabras de este salmo en su abandono en la cruz. Como asamblea orante, unamos nuestras voces a la suya diciendo:
Salmo responsorial: Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Monición a la segunda lectura (Filipenses 2, 6-11)
En la segunda lectura de hoy, Pablo incluye un himno que las primeras comunidades cristianas entonaban para profesar la universalidad del sacrificio de Cristo. Este himno era un texto litúrgico muy antiguo, exhortativo, en el que indica a los filipenses cómo deben ser las relaciones entre ellos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Hermanos:
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Marcos 14, 1-15,47)
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 1—15, 47
C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.— «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».
Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:
S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
Prometieron dinero a Judas Iscariote
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo
C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Seré yo?».
C. Respondió:
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:
Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan, yo no».
C. Jesús le contestó:
C. Pero él insistía:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y los demás decían lo mismo.
Empezó a sentir terror y angustia
C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
Prendedlo y conducidlo bien sujeto
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —«¡Maestro!».
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:
S. —«Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres»».
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?».
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:
S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?…».
C. Jesús contestó:
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:
S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?».
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —«Haz de profeta».
C. Y los criados le daban bofetadas.
No conozco a este hombre que decís
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno».
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —«Éste es uno de ellos».
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:
S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —«No conozco a ese hombre que decís».
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».
C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S.— «¡Crucifícalo!».
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron
C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
C. Que significa:
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
José rodó una piedra a la entrada del sepulcro
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: En este tiempo de la Sagrada Pasión, en que Cristo presentó al Padre súplicas y oraciones con lágrimas, supliquemos humildemente a Dios para que se digne escuchar nuestras plegarias por a mor a su Hijo.
A cada petición diremos: «Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor»
- Por la Santa Iglesia, para que viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el fruto de la esperanza. Oremos.
- Por todos los hombres de gobierno, para que, libres de intereses políticos parcializados, estén atentos a la pobreza presente en nuestras ciudades y se preocupen sobre todo por los que viven marginados por nuestra sociedad, sufrientes como Cristo. Oremos.
- Por todos los que sufren, los pobres, oprimidos, enfermos, para que reciban el alivio de Cristo, que sufrió por todos. Oremos.
- Por todos nosotros, para que los acontecimientos celebrados este día nos lleven a una entrega más profunda a Dios y a vivir dignamente esta Semana Santa. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Comunión
Final
La Semana Santa ha comenzado. Habiendo participado de esta celebración, tomemos conciencia de que no es un período de vacaciones, sino un espacio espiritual muy profundo que Dios nos permite para poder acompañar a Jesús en su recorrido hacia el calvario y la celebración de la Pascua.
Vayamos a nuestros hogares a vivirla santamente, con nuestros familiares y a organizar nuestro tiempo para poder participar en cada una de las celebraciones religiosas programadas para esta semana.
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