07 febrero 2024

Moniciones, Evangelio y lecturas de hoy Domingo 11 de Febrero de 2024 – VI Semana del Tiempo Ordinario

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos sean todos ustedes, hermanos y amigos. Que el Señor Jesús nos cure de todos nuestros males.

Estamos en el Sexto Domingo del Tiempo Ordinario. La liturgia de la Palabra de hoy nos habla de cómo el mal nos escandaliza y nos asusta a tal punto que muchas veces lo combatimos con un mal mayor: la falta de compasión. Cuántas veces – por temor a contagiarnos – alejamos de nosotros a los pecadores, los hambrientos, los enfermos y los excluimos de nuestra comunidad.  Hoy Jesús rompe este cerco, y nos invita a seguir su ejemplo. Compadecido ante el grito del leproso, Jesús combate el mal acogiendo la miseria del otro y aceptando tomar sobre sí su sufrimiento. 

Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora en medio de nosotros, nos ponemos de pie para celebrar con gozo al Señor que perdona y limpia nuestro pecado.

MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Levítico13.1-2.44-46)

La Primera Lectura nos recuerda que en Israel, la lepra no era sólo una enfermedad sino también signo de pecado. Por eso, la ley de Moisés excluía al enfermo de toda actividad comunitaria y lo hundía en la desestima total. Escuchemos atentamente.

PRIMERA LECTURA

El leproso tendrá su morada fuera del campamento

Lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 44-46

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

—«Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.

El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: «¡Impuro, impuro!». Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 31, 1-2. 5. 11 (R.: cf. 7)

R. Tú eres mi refugio,
me rodeas de cantos de liberación.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R.

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (1 Corintios 10,31-11,1)

En la Segunda Lectura Pablo insiste en que en el apostolado la regla fundamental no es de orden moral sino espiritual: hacer todo lo que pueda ayudar a las personas a acercarse a Dios. Escuchemos atentamente.

SEGUNDA LECTURA

Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 31—11, 1

Hermanos:

Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.

No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven.

Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

Palabra de Dios.

MONICIÓN EVANGELIO (Marcos 1,40-45)

Movido por la misericordia ante la súplica del leproso, Jesús desafía la ley de Moisés, toca al leproso y le da esta Buena Noticia: “Quiero que quedes limpio.” Abramos el oído, la mente y el corazón y pongámonos de pie para acoger la Palabra. 

EVANGELIO

La lepra se le quitó, y quedó limpio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

—«Si quieres, puedes limpiarme».

Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:

—«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

—«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés».

Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.

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