Primera Lectura: (Levítico 13,1-2.44-46)
Marco: El autor del Libro del Levítico centra su atención, sobre todo, en la santidad de Dios y, en consecuencia, en la determinación de todos aquellos elementos que contribuyen a respetar esa santidad y, por otro lado, a evitar o prohibir aquellos elementos que pueden empañar esta santidad y, mejor, que pueden hacer impuro al hombre frente a Dios. El autor depende de un modo muy peculiar de concebir la religión y, por tanto, la relación del hombre con Dios. La lectura pertenece al contexto más amplio de las leyes de impureza ritual. La pureza ritual era la condición para participar en el culto que manifiesta la relación del pueblo con Dios, sellada con la alianza. Quien vive en contacto con Dios no puede estar contaminado.
Reflexiones
¡La ley sobre la lepra, una pedagogia antigua para garantizar la salud de los hombres!
Como quiera que estamos ante una ley que corresponde a un mundo religioso, cultural y social antiguo, no nos entretenemos en el comentario de esta lectura que está en función del evangelio que luego proclamaremos. En la lectura evangélica comprobamos cómo Jesús rompe todas las fronteras y ofrece a los hombres, además de la salud corporal, la posibilidad de un acercamiento a Dios como hijos suyos libres y una comunión con los demás como hermanos. La enfermedad de la lepra será entendida en adelante como una enfermedad que tiene curación y que no afectará a las relaciones del hombre con Dios y con los demás. Jesús dio un gran paso desde la perspectiva religiosa y social. Los leprosos, como todos los enfermos, serán tratados por Jesús con profundo respeto y acogida sincera. Lo que se dice en esta lectura ha sido superado ampliamente por Jesús.
Segunda Lectura: (1Corintios 10,31-11,1)
Marco: Continuamos leyendo la parte de la carta que aborda los problemas concretos de la comunidad. La lectura proclamada es el final de esta parte.
Reflexiones
¡Dios es el punto central de la actuación de los cristianos!
Hacedlo todo para gloria de Dios. Cuando Pablo habla de comer o beber no lo está haciendo de modo general sino que tiene presente un asunto muy concreto y que afecta seriamente a la conciencia de los creyentes de Corinto: se trata de las comidas en que sirven carnes sacrificadas a los ídolos, ya que esa fue la pregunta que hicieron al apóstol y es ahí donde surgen dificultades prácticas de comportamiento. A partir de esta situación concreta, Pablo abre el abanico hasta abarcar cualquier acción de los creyentes, es decir; toda la vida de un discípulo de Jesús queda orientada hacia la gloria de Dios, desde lo más noble hasta lo más insignificante. Precisando que la mayor gloria de Dios no es un bien que Él se reserve, sino que repercute en nuestro beneficio, porque la gloria de Dios se manifiesta en la realización de su proyecto a favor de los hombres. Pablo entiende que el discípulo de Jesús, todo miembro de la comunidad cristiana, debe mantener u espíritu atento y alerta para que todo confluya en una vida digna y agradable a Dios. Así lo expresa el apóstol en otros lugares de sus escritos o de sus discípulos: Portaos como quienes pertenecen al reino de la luz, cuyos frutos son la bondad, la rectitud, la verdad. Procurad ver claramente lo que agrada al Señor y no toméis parte en las estériles acciones de quienes pertenecen al reino de las tinieblas... Aprovechad cualquier oportunidad, pues corren tiempos malos (Ef 4,17ss).
Evangelio: (Marcos 1,40-45)
Marco: Seguimos en el contexto inmediato de la descripción de un sábado en Cafarnaún (Jesús actúa con una autoridad que asombra a todos). Marcos, con esta forma de redactar; busca transmitir un mensaje completo desde distintos ángulos. El fragmento de hoy es el final de esa jornada con la descripción de la curación de un leproso.
Reflexiones
1. ¡Una súplica que nace del corazón de un segregado en todos los órdenes!
Se acercó a Jesús un leproso... Sabemos lo que es la lepra y lo que supone en todos los órdenes. Marcos subraya que se le acercó a Jesús (recordemos por la primera lectura que la lepra conllevaba una segregación total de la comunidad por peligro de contagio). Aun insiste el evangelista en que no sólo se acercó a Jesús, contraviniendo todas las normas de un correcto comportamiento en la opinión de aquellas gentes, sino que Jesús mismo le tocó. Sorprende el gesto del pobre leproso: le suplicaba de rodillas. Este es un detalle que corresponde a la pluma de Marcos quien ya sabe que Jesús es digno de adoración porque es el Hijo de Dios. Pero el gesto tenía otros sentidos menos teológicos, a saber; la reverencia respetuosa ante quien se le consideraba constituido en autoridad o en una dignidad peculiar, como el rey. En todo caso la escena sobrecoge por su delicadeza y expresiones. La súplica del leproso es recogida en términos sumamente breves pero muy significativos: si quieres, puedes limpiarme. Por una parte, el temor del leproso consciente de su situación real desesperada y, por otra, la confianza que le inspira Jesús. Jesús tiene autoridad para hacerlo. Sólo basta que quiera.
Precisamente es el tema que viene apareciendo en todas las perícopas de este capítulo que comienza por la admiración de la gente en la sinagoga reconociendo que Jesús habla y actúa con autoridad, no como los escribas. Y aún llega a la admiración mayor cuando ven el primer milagro realizado robre el endemoniado. El leproso comparte esta experiencia y reconoce que Jesús puede hacerlo. La motivación de los milagros en Marcos es de carácter, habitualmente, cristocéntrico en el sentido de que tratan de revelar y manifestar que ese hombre Jesús, que vive en la humillación de la naturaleza humana enferma, es realmente el Hijo de Dios con poder para liberar al hombre en su integridad. En este caso es la misericordia lo que mueve a realizar la limpieza instantánea de ese leproso. Jesús le toca y le cura. La lepra desaparece inmediatamente. El narrador quiere hacer revivir a sus lectores una escena que se caracteriza por su brevedad, por su sobriedad narrativa, pero por su intensa carga emotiva, humana y religiosa. Los creyentes tenemos la tarea de visualizar ante nuestro mundo estas actitudes de Jesús entrañables y humanizadoras. Jesús sabe muy bien que el leproso está condenado a la más dura y cruel marginación por su enfermedad y actúa con eficacia. Los creyentes estamos llamados a romper todos los muros de la marginación por la causa que sea. Pero para ello es necesario que la coherencia con la fe en Jesús sea visible y creíble a la vez.
2 ¡Un secreto a voces!
No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía. entrar abiertamente en ningún pueblo. En el relato de Marcos encontramos con frecuencia este interés de Jesús en que se guarde secreto cuando se trata de sus gestos milagrosos. Marcos tiene especial interés en que se mantenga en secreto la identidad de Jesús que se manifiesta en estos gestos inauditos y portentosos. Para que el milagro alcance su reconocimiento en la sociedad, el curado debe cumplir lo reglamentado por Moisés: presentarse al sacerdote. Éste certificará que ya no es leproso. Con ello habrá cumplido su obligación de vigilante y garante de la salud pública. Ni siquiera le preguntará el origen de su curación. Esto pertenece al ámbito de la autoridad de Jesús.
El leproso divulga el hecho, porque no podía ser de otro modo. Aunque hubiera querido guardar secreto no era posible. En su aldea todos sabían que había sido un leproso y ahora estaba curado. El don desborda la capacidad de discreción del curado. El secreto forma parte de la estructura teológica de Marcos o de sus fuentes y trata de colocar la misión de Jesús en su lugar. En realidad para Marcos la presencia invisible pero real de la cruz atraviesa en todas las direcciones todo el relato. Marcos quiere que el lector sepa leer los gestos portentosos como prolongación de la fuerza salvadora de la cruz. Es ahí donde ha de mirar el discípulo y el lector de esta obra. Cualquier otro intento de lectura conducirá al fracaso. Marcos enseña que, paradójicamente, es en la cruz donde se revela la grandeza de la autoridad de Jesús y el amor misericordioso de Dios por el mundo. Los gestos portentosos anticipan, como primicia y arras, la fuerza liberadora total de la cruz.
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