06 enero 2024

Para fijarnos en el evangelio del domingo 7 de enero

  • Es útil recordar el versículo con que empieza el Evangelio de Marcos: Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (1,1). Es decir, el Evangelio pretende presentar a Jesús, el Cristo o Mesías, Hijo de Dios. Todo va dirigido a ello. No es raro que el bautismo que Jesús recibe de Juan ocupe sólo un versículo (9), ya que el objetivo es poner de relieve la identidad de Jesús de Nazaret (1 ,24; 10,47; 16,6). Y ello, en esta escena, se produce en los dos últimos versículos (10-11).

• La misma presentación de Juan que hace Marcos (1 ,4-8) es para conducir la atención del oyente o lector hacia el que viene “detrás” (7). Incluso las imágenes utilizadas subrayan la situación de Juan en relación con el Mesías que está a punto de llegar: “desatarle las sandalias” (7) era una de las tareas que tenían que hacer los esclavos cuando su dueño volvía a casa.

• Entrando en el centro de esta escena, la manifestación que se produce con el cielo abierto (10-11), podemos fijarnos en varios elementos. “Rasgarse el cielo” (10) es la respuesta a la oración del profeta que hacíamos nuestra en el tiempo de Adviento: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! (ls 63,19).

• Contemplando a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, intuimos -y creemos- que ese rasgarse significa que ya no hay separación entre el cielo y la tierra, es decir, entre Dios y nosotros, la humanidad. Eso sí: la iniciativa, una vez más, la toma Él.

• Continuando con la escena, conviene percatarse de que “el Espíritu” (10) viene a Jesús después de que Juan lo bautizara. Es decir, el Espíritu no proviene del bautismo de Juan. Es una constante en el Nuevo Testamento (Hch 1,5; 11,16; 19,2-4). El Espíritu de Dios nos ha venido por Jesucristo.

• “EI Espíritu bajó hacia él como una paloma” (10). Esta expresión nos hace pensar en la Creación: Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas (Gn 1,2). Como veíamos también en el prólogo de Juan, se nos presenta la Buena Noticia de que en Jesucristo re-nace la creación (Sal 104[103],30), Dios nos re-crea, re-hace nuestra identidad según su plan de siempre, a nuestra imagen y semejanza (Gn 1 ,26).

• Las palabras que vienen “del cielo” (11) tienen resonancias bíblicas: Voy a proclamar el decreto del Señor: Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7); Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones (Is 42,1). Esta presentación de Jesús haciendo referencia al siervo sufriente (Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12), lo sitúa como el Mesías que no vence por el poder sino por la entrega. Al mismo tiempo, lo sitúa desde el principio como el siervo: el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos (Mc 10,44-45).

• Hoy es ocasión para renovar nuestras promesas bautismales, nuestra militancia: por el Bautismo-Confirmación fuimos unidos a Jesucristo, “el Hijo amado”; el Espíritu que recibimos nos dio la identidad de hijos e hijas amados por Dios; y recibimos la misión de la entrega -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga (Mc 8,34); …Amarás a tu prójimo como a ti mismo… (Mc 12,28-35)- y del servicio -sea esclavo de todos (Mc 10,44)-.

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