Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con mucha alegría nos reunimos hoy, en la casa de Dios, para celebrar la santa misa en el último domingo de este año litúrgico, con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
Este fiesta antes se celebraba el último domingo de octubre, desde el año 1925 en que la instituyó el papa Pío XI. Pero en la reforma de Pablo VI, el 1969, se trasladó al último domingo del año cristiano, el domingo 34 del Tiempo Ordinario.
La celebración de hoy, sobre todo los textos de lecturas, oraciones y cantos, nos ayuda a todos a entrar en el misterio de esta fiesta y ver nuestra historia como un proceso del Reino que todavía no se manifiesta, pero que se está gestando y madurando hasta el final de los tiempos.
Con nuestra mirada puesta en el fin de los tiempos, celebremos con fe y esperanza nuestra misa de hoy. De pie y cantamos…
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de hoy ponen ante nuestra mirada la figura de un rey-pastor que se desvive por su rebaño. En Ezequiel, Dios es el pastor de su pueblo, al que cuida, alimenta y protege. En el evangelio, Jesús es rey y juez que, como el pastor que separa las ovejas de los cabritos, en su venida al final de los tiempos juzgará a todos según el amor que cada uno ha mostrado con los más pequeños. El destino de los benditos del Padre es la vida eterna, inaugurada por Cristo con su resurrección. Escuchemos con atención.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Ezequiel 34, 11-12. 15-17)
El profeta Ezequiel anima a su pueblo, en los momentos más tristes de su historia, con palabras esperanzadoras, presentándoles a Dios como un Pastor bueno, que apacienta a sus ovejas.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-12. 15-17
Así dice el Señor Dios:
«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas,
siguiendo su rastro.
Como sigue el pastor el rastro de su rebaño,
cuando las ovejas se le dispersan,
así seguiré yo el rastro de mis ovejas
y las libraré,
sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron
un día de oscuridad y nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas,
yo mismo las haré sestear
—oráculo del Señor Dios—.
Buscaré las ovejas perdidas,
recogeré a las descarriadas;
vendaré a las heridas;
curaré a las enfermas:
a las gordas y fuertes las guardaré
y las apacentaré como es debido.
Y a vosotras, mis ovejas,
así dice el Señor:
Voy a juzgar entre oveja y oveja,
entre carnero y macho cabrío».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 22)
El Señor Jesús es nuestro Pastor y nuestro Rey, que en el Bautismo nos ha conducido hacia fuentes tranquilas. Mientras esperamos la manifestación «del Reino que no tendrá fin » vivamos en la certeza de que ya ahora «el Señor es nuestro pastor y nada nos falta», y unámonos al salmista respondiendo todos:
Salmo responsorial: 22, 1-2a. 2b-3. 5-6
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar. R.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.
Monición a la segunda lectura (1 Corintios 15, 20-26. 28)
En la festividad de Cristo Rey, el texto que escucharemos de San Pablo reviste una dimensión escatológica esperanzadora. La resurrección de Cristo y la nuestra son dos realidades inseparables.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-26. 28
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte.
Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.
Y así Dios lo será todo para todos.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 25, 31-46)
El Evangelio nos ofrece una visión del juicio que tendrá lugar al final de la vida. A la espera de la segunda venida del Señor, la comunidad de Mateo recibe una llamada de atención: la actitud con los hermanos más pequeños es la medida que se utilizará en este juicio.
Cantemos el aleluya para prepararnos a la escucha de esta Palabra.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
«Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».
Entonces los justos le contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».
Y el rey les dirá:
«Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis».
Y entonces dirá a los de su izquierda:
«Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de deber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis».
Entonces también éstos contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?».
Y él replicará:
«Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo».
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Hermanos, al celebrar la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, dirijámosle nuestras plegarias, para que el mundo se renueve en justicia, amor y servicio. Hagámoslo diciendo todos:
«Rey eterno, escucha nuestra oración»
- Por la Iglesia, para que su presencia en el mundo sea un signo creíble del Reino que viene y lugar donde cada hombre pueda conocer la realeza del amor que se manifiesta en la cruz de Cristo. Oremos.
- Por el papa, obispos y sacerdotes, para que vivan con alegría su ministerio, imitando con amor a Aquel que ha venido para servir y no para ser servido. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones, para que Cristo, Rey del Universo, les conceda el poder de ejercer el dominio en beneficio de todos, especialmente de los más necesitados. Oremos.
- Por los más necesitados, especialmente por los que atraviesan serias carencias materiales, los que no tienen el pan de cada día ni un techo donde vivir, para que puedan encontrar en las comunidades cristianas una ayuda concreta a sus necesidades. Oremos
- Por todos nosotros, para que, dóciles a la escucha obediente de la Palabra, seamos valientes y constructores del Reino que Jesús ha venido a traer. Oremos.
Presidente: Padre misericordioso, escucha nuestra oración y haz que, a ejemplo de Cristo, tu Hijo, que ha vencido el pecado y la muerte, sepamos ser testigos de la verdad y la bondad. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Ofrezcamos ahora el pan y el vino, y con ellos, nuestro ardiente deseo de participar de la resurrección de Cristo
Comunión
Nuestro Rey, glorificado en el Cielo junto al Padre, permanece entre nosotros en la Eucaristía. Hoy nos invita a vivir esa grandiosa experiencia de recibirle en nuestros corazones. Acerquémonos devotamente a comulgar.
Final
Vayamos ahora a nuestra vida cotidiana, dejando que Jesús sea el Rey de nuestros hogares, lugares de trabajo y estudio; donde se produce la cultura y donde se concretan nuestro descanso y nuestra diversión. Viviendo seriamente el Evangelio, Él reinará. Esa es la misión para la cual nos ha preparado la Misa de hoy.
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