Domingo primero de Adviento
Salterio I
Color: morado
INTRODUCCIÓN
Iniciamos una vez más el tiempo litúrgico de Adviento, esperamos al Señor según su promesa de volver. Tiempo especial de gozo y esperanza.
El profeta Isaías nos acompaña en parte de este trayecto, ayudándonos a mantener la espera. Esta espera dolorosa por la lejanía de Dios que se ha retirado de nosotros a causa de nuestros pecados, por medio del cual hemos roto la comunión con Dios y nos sentimos abandonados “sin Redentor”.
San Pablo nos abre a la alegría en Cristo a pesar de nuestros pecados; en Jesús, el Hijo del Padre, tenemos recuperada nuevamente la confianza en Dios, no porque hayamos hecho obras meritorias, sino porque en Jesús, Dios se ha mostrado fiel, porque “los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”.
En el Evangelio de san Marcos, la espera del anunciado por los profetas se hace más patente, “estén prevenidos”, “no saben cuándo llegará”. Sin embargo, esta actitud nos invita a abrir el corazón para recibir “al que viene”. Él nos mostrará cómo es Dios en su intimidad, nos mostrará cómo ama Dios, cómo es fiel a su promesa por siempre.
San Marcos nos recuerda, de la misma manera, como el dueño de casa al viajar deja encargada su casa a otros, y su presencia continúa entre ellos, de la misma manera nos ha dejado el encargo precioso de esperarlo en “su casa”, confiándonos sus bienes. No sabemos el día ni la hora, pero sabemos que vendrá solamente porque Él lo ha dicho.
Que este tiempo de Adviento sea un tiempo para crecer en la confianza, esperando solo en la Palabra del Señor para que no nos encuentre dormidos cuando Él venga.
Antífona de entrada Sal 24, 1-3
A ti, Señor, elevo mi alma; Dios mío, yo pongo en ti mi confianza. Que no tenga que avergonzarme ni se rían de mí, mis enemigos. Ninguno de los que esperan en ti tendrá que avergonzarse.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, te rogamos que la práctica de las buenas obras nos permita salir al encuentro de tu Hijo que viene hacia nosotros, para que merezcamos estar en el Reino de los cielos junto a Él. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
¡Si rasgaras el cielo y descendieras!
Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7
¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu Nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia!
¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en Él.
Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos.
Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque Tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas.
Pero Tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!
SALMO RESPONSORIAL 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R/. Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel, Tú que tienes el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvamos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que Tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que Tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
SEGUNDA LECTURA
Esperamos la revelación de nuestro Señor Jesucristo.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 3-9
Hermanos:
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en Él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Sal 84, 8
Aleluya.
¡Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! Aleluya.
EVANGELIO
Estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!
Credo
Oración de los fieles
Oremos, hermanos, al Señor y pidámosle confiadamente que despierte su poder y venga a salvarnos:
Para que los fieles despierten del sueño de sus indolencias y reciban con alegría la salvación que se acerca, roguemos al Señor.
Para que se afiance la paz en el mundo, y las riquezas de la creación se transformen en instrumento de progreso y bienestar para todos los hombres, roguemos al Señor.
Para que el Señor, con su venida, alivie los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a los que sufren en su espíritu y libre al mundo de sus males, roguemos al Señor.
Para que nosotros mismos vivamos siempre alertas sin que las preocupaciones de la vida nos impidan mantenernos en pie cuando llegue el Hijo del hombre, roguemos al Señor.
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que, a lo largo de los siglos, cumples siempre con fidelidad tus promesas, escucha las oraciones de tu pueblo y abre los corazones de tus fieles a la esperanza, para que, cuando Jesús, nuestro Salvador, venga con todos sus santos, podamos mantenernos en pie en su presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
Dios nuestro, acepta los dones que recibimos de ti y ahora te presentamos; que esta ofrenda realizada en el tiempo presente, sea para nosotros anticipo de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. Sal 84, 13
Oración después de la comunión
Te pedimos, Padre, que fructifique en nosotros la celebración de los santos misterios con los que tú nos enseñas a amar y adherirnos a los bienes eternos, mientras peregrinamos en medio de las realidades transitorias de esta vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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