15 octubre 2023

No contestamos al teléfono del Señor: domingo 15 octubre

 1.- Jesús no nos cuenta cuentos. Esta parábola no es el cuento de la Cenicienta, en que al fin la joven pobre y despreciada se casa con el Príncipe. Jesús alude a una situación real del pueblo escogido, alusión tan clara que si en el versículo siguiente a estos leídos hoy, se dice que los fariseos se reunieron para ver de cogerle en alguna declaración que le comprometiera ante las autoridades y le van a preguntar sobre el tributo al César.

Es historia de un pueblo escogido al que le molestan los profetas, los siervos que invitan a la Boda del Reino y los matan y pierden la invitación al banquete. Es historia para los que oían el evangelio de San Mateo en la Iglesia primitiva, que aún retenían en sus oídos el golpear de lanzas y escudos, el griterío de las legiones romanas tomando Jerusalén. Y ante sus ojos se alzaban las llamaradas de los incendios; “porque el Rey envió sus tropas que prendieron fuego a la ciudad”.

2.- Es la historia a través de la Historia, porque Dios sigue llamando, sigue invitando y siempre lo hace en el momento más inoportuno, lo hace cuando estamos ocupados.

Siempre estamos ocupados para Dios. Nuestro teléfono da siempre comunicando cuando Dios llama. Tal vez Dios mismo echará pestes de la Telefónica aunque no tenga la culpa

A Dios no le damos una oportunidad de llegarnos al corazón cuando nos invita a sus bodas y eso que no nos envía la lista de regalos, porque todo lo pone Él. Todo esta preparado.

Tal vez sea que lo gratuito nos hace despreciar la llamada de Dios. Estamos acostumbrados a que lo bueno hay que pagarlo caro y hasta llegamos a comprar caro con la suposición de que tiene que ser bueno.

Lo que se da de balde no puede ser bueno, aunque sea Dios quien lo dé. Tal vez esa actitud de tender la mano para recibir, sin echar la mano a la cartera para comprar revuelve nuestro orgullo. Es el tener que dar gracias por el don gratuito no casa con nuestra innata soberbia

3.- Y cuando al fin el Señor consigue hablar por teléfono con nosotros y no tenemos más remedio que ir a la fiesta, vamos de mala gana. En lugar de ir con alegría a la boda vamos con cara de funeral. Y eso al Señor no le gusta. Nos dice la Escritura que a Dios le agrada el que da con alegría.

Son las caras alegres de sus hijos las que quiere ver alrededor de su mesa de bodas. De su mesa Eucarística, como quiere verlas un día en la mesa del banquete del Reino.

4.- La invitación de Dios puede hacerse irritante cuando nos habla de exigencias, de injusticias inaceptables, de opresión de unos por otros. Y la muerte de los que son audibles de Dios. Los cristianos siguen siendo asesinados, día a día, hoy mismo en muchas partes del mundo. Son servidores de Dios que irritaban con su mensaje.

5.- Esta parábola es también un apremio y un consuelo. Un apremio a tomar una postura decidida y determinada, porque “todo está preparado”. El Señor del banquete espera y la comida no se puede dejar enfriar. Hay que aceptar o rechazar la invitación. Y dejar paso a otros

Y es un consuelo porque Dios sale a nuestro encuentro en el camino de la vida. Es Él quien nos busca.

— como salió al encuentro en el camino de los discípulos de Emaús.

— como en el camino encontró al ciego de Jericó.

— como en el camino miró a Zaqueo subido en el árbol.

— como se encontró en el camino con Pablo montado a caballo.

El Señor nos busca. Y no nos busca entre los nobles, los ricos, los santos, reúne a “buenos y malos”, porque la comunidad cristiana no es la reunión de los sanos, de los intachables, sino de los tullidos, de los enfermos, con tal que busquen la salud y la salvación.

Porque el Señor nos avisa de que no basta estar dentro del banquete, es necesario llevar un traje decente, traer la buena voluntad de participar en la alegría de la fiesta.

José María Maruri, SJ

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