La Eucaristía es “Pan de Vida”
Con el discurso del Pan de Vida San Juan quiere explicar lo que vivimos en la Eucaristía. En él no utiliza la expresión Cuerpo, sino Carne,que nos acerca al misterio de la Encarnación, y al hombre pobre, frágil y con necesidades, que se expresa con las manos abiertas. Con este Pan Jesús se presenta como dador de una vida que no acaba.El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. La felicidad y la eternidad dependen de nuestra capacidad para acogerlo y hacer como El: “Partirse y Repartirse”. Así nos lo ofrece Santo Tomás ¡Oh Banquete precioso y admirable, Banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, más precioso que este Banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios? (Sto. Tomás. Op 37. Fiesta Corpus)
“El Pan de Vida” y el hambre de plenitud, en medio del desierto cotidiano
Los judíos en el desierto sentían hambre. Y Dios les dio pan para comer el maná caído del cielo. También Jesús se presenta a sí mismo como otro Pan que sacia nuestra hambre de Dios: “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre”. El Pan es símbolo de todo lo que nos da vida, de todo lo que sacia. Jesús nos asegura que en medio del desierto, la pobreza, el vacío, y sin sentido de la vida, nos alimentará con este Pan para poder continuar el camino. Jesús identifica el Pan que reparte con la Carne que entrega para la salvación del mundo, que corresponde al anhelo de amar y ser amados. Jesús, que en la cruz nos ama hasta el extremo, sacia nuestra necesidad de Dios con el Pan de Vida. Si aceptamos este alimento no sólo como comida material, sino en su significado sagrado, saciamos nuestra hambre de plenitud. Por eso, nos acercamos a Él como pobres, con la mano abierta para recibir el Pan de la vida y llenar con El, todos nuestros vacíos; comulgamos haciendo un acto de fe; acogiendo en silencio a Jesús, que nos dice: Pastoal fin tuyo soy¿Cuál dará mayor asombro, el traerte yo en el hombro, o el llevarme tú en el pecho? Muestras son de amor estrecho que aún los más ciegos las ven. (L.Góngora)
“La vida Eterna y Resucitada”, la recibimos con el Pan de vida
La Eucaristía en Juan es una experiencia de resurrección. En el Pan, Jesús nos da su propio cuerpo, entregado por nosotros, pero resucitado, Cuando comemos este Amor hecho Pan, nos damos cuenta de que es Jesús mismo el que sacia nuestra hambre de plenitud:“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,54). Vida eterna no significa vida después de la muerte, sino vida plena ahora, Cuando recibo el Pan eucarístico, ya estoy tocando mi meta: el Amor de Dios.En la Eucaristía se produce un encuentro personal con Cristo Resucitado, por lo que Ignacio de Antioquia la llama medicina de la inmortalidad.
La Eucaristíanos alimenta con la vida que Jesús tiene ahora, en la que ya no cabe la muerte. La Presencia personal de Jesús en la Eucaristía es la forma de vivir con Él y de Él, y nos resucitará en el último día. Como Presencia de Cristo Resucitado, la Eucaristía es un adelanto sacramental de la vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte biológica, pero, desde la fe, esta muerte es el paso a la Vida eterna. Como confesaba Santo Tomás. El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que hecho hombre, divinizase a los hombres, Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros (Sto. Tomás o.c)
Comemos el Pan para “Eucaristizar la vida y Cristificar la fe”, por la Caridad
Comer a Cristo en la Eucaristía es una cristificación...Comer a una persona es acogerla, es creer en ella, es complementarse con toda su vida.Comer es amar. Esto nos reclama: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Eucaristizar y cristificar la vida es posible, cuando vivo así el Sacramento del Amor
”Considera lo que realizas”:
“Imita lo que conmemoras”.
“Y conforma tu vida con el Misterio de Cristo”.
“Sed lo que veis y recibid lo que sois”. ( S. Agustín. Ser 272).
Si vivimos así la Eucaristía, podemos estar abiertos a los demás, pues la caridad está en lo profundo del Misterio que celebramos.
Acercarse al Misterio de la fe en la Eucaristía, no sólo no aleja de los hermanos sino que une y compromete más con los excluidos.
La Eucaristía exige un amor universal, en el que nadie quede excluido. Todos son invitados a participar de él.
Quien se acerca a la Eucaristía no puede quedar indiferente ante el clamor de los pobres. Si todavía no ves a Dios en la Eucaristía, es que no te has acercado suficientemente a tus hermanos. No hay oración, y compromiso de Caridad como la Eucaristía. Por este Sacramento, se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los bienes espirituales. Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.(Santo Tomás o.c)
¿Cómo valoro y vivo la participación frecuente en la Eucaristía?
¿Que alcance tiene para mí una vida eucaristizada por el amor?
¿Me humaniza y compromete más la Eucaristía?
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