Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Nos encontramos ahora celebrando la solemnidad del Corpus, que ahora se llama mejor «del Cuerpo y Sangre de Cristo». Una celebración muy especial a la cual les damos la más cordial bienvenida.
Esta fiesta nació en el siglo XIII y nos hace centrar nuestra atención agradecida en la Eucaristía como sacramento en el que Cristo Jesús ha pensado dársenos como alimento para el camino, haciéndonos comulgar con su propia Persona, con su Cuerpo y Sangre, bajo la forma del pan y del vino.
En la fiesta de hoy no nos fijamos tanto en la celebración de la Eucaristía, aunque la organicemos y celebremos con particular festividad, sino en su prolongación, la presencia permanente en medio de nosotros del Señor Eucarístico, como alimento disponible para los enfermos y como signo sacramental continuado de su presencia en nuestras vidas, que nos mueve a rendirle nuestro culto de veneración y adoración.
Dispongámonos ahora más que nunca, a celebrar dignamente esta Eucaristía. En pie, cantemos.
Monición única para todas las lecturas
El Señor alimenta a su pueblo y le da de beber para que viva y no muera. Ésta es la música de fondo que resuena en todas las lecturas de hoy. El Deuteronomio nos recuerda cómo, al salir de Egipto, Dios alimentó a Israel mientras atravesaba el desierto, nutriéndolo con el maná y saciando su sed con el agua que brotó de la roca. El evangelio de Juan, por su parte, se atreve a corregir al Antiguo Testamento y presenta a Jesús como el verdadero pan bajado del cielo. Su carne y su sangre son el auténtico alimento que procura la vida verdadera. Las referencias eucarísticas del pasaje saltan a la vista. Pablo, por su parte, saca las consecuencias comunitarias que se derivan de la participación en la mesa del Señor. Los que comen juntos de ese pan único que es Jesús no pueden luego vivir desunidos
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a)
En el Libro del Deuteronomio, hoy Moisés recuerda a su pueblo, cuando va a entrar en la Tierra Prometida, los muchos dones que Dios les ha hecho, no sólo liberándolos de Egipto, sino ayudándoles en su largo peregrinaje por el desierto, sobre todo en cuanto a la bebida y la comida, sacando agua de la roca y alimentándoles con el maná en el desierto.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
Moisés habló al pueblo, diciendo:
—«Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no.
Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 147)
El salmo 147 es de agradecimiento a Dios por los detalles que ha tenido con su pueblo. También nosotros hoy agradecemos a Dios con el salmista diciendo:
Salmo responsorial: Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Monición a la segunda lectura (1 Corintios 10, 16-17)
San Pablo, en su carta a los corintios, les recuerda las consecuencias comunitarias que se derivan de la participación en la mesa del Señor: los que comen juntos de ese pan único, que es Jesús, no pueden vivir desunidos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17
Hermanos:
El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.
Palabra de Dios.
SECUENCIA
Monición al Evangelio (Juan 6, 51-58)
Si en San Pablo encontrábamos ya algunos efectos de nuestra participación en el Banquete del Señor, Jesús mismo en el Evangelio de San Juan nos confirma lo que sucede cuando nosotros participamos de ese sacramento tan especial, en el que comemos su cuerpo y bebemos su sangre. Preparémonos para la escucha de esta palabra, cantando el aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
—«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
—«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
—«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente: El Señor Jesús, con el don de su Cuerpo y de su Sangre, nos hace partícipes de su salvación. Elevemos a Él nuestra humilde oración y digamos juntos:
Escúchanos, Señor.
- -Por el pueblo de Dios peregrino en la historia, para que, alimentado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, crezca en la conciencia que es signo de unidad y reconciliación, y camine siempre con nuevo impulso y frescura. Oremos.
- -Por el Santo Padre, los obispos, y todos los ministros del altar que siempre se sientan sostenidos y fortalecidos por el pan eucarístico del cual se nutren cada día, al afrontar las fatigas y esfuerzos del ministerio. Oremos.
- Por todos los niños que este año participarán por primera vez en el banquete eucarístico, para que maduren en la continua amistad y conocimiento del Señor Jesús, y que se dejen transformar y guiar por Él en el camino de la vida. Oremos.
- Por todos aquellos a quienes les falta el pan de cada día, para que siempre encuentren manos generosas dispuestas a compartir el pan de su mesa. Oremos.
- Por todos nosotros aquí presentes, para que de la Eucaristía que hoy celebramos solemnemente, aprendamos a dar gracias al Señor por todo lo que nos da y a reconocer su presencia en nuestra cotidianidad. Oremos.
Presidente: Señor, ayúdanos a vivir el misterio de la Eucaristía, recibido con el don de tu Cuerpo y de tu Sangre, y haz que nuestra vida se convierta, como tú, en don total de amor. Tú que vives y reinas por todos los siglos. Amén.
Opción 2
- Por la unión de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo; para que formemos un solo cuerpo los que comemos de un mismo pan, Roguemos al Señor.
- Por los gobiernos del mundo, especialmente los que dirigen los destinos de nuestro país, para que el sustento de los más desprotegidos se convierta en una prioridad. Roguemos al Señor.
- Por los que padecen hambre en el mundo, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada día. Roguemos al Señor.
- Por quienes participamos de esta gran solemnidad este día, para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos haga vivir siempre unidos. Roguemos al Señor.
Presentación de las ofrendas
Las ofrendas de pan y vino que llevamos al altar, hoy nos hacen meditar en la humildad de Cristo que quiso para la Eucaristía estos dones. Presentemos nuestra ofrenda cantando.
Comunión
Si estamos en gracia, para recibir el Cuerpo de Cristo, acerquémonos a comulgar. Cantamos…
Final
Hermanos, animados por la vida y la fuerza que nos da el sacramento de la Eucaristía, nos despedimos con alegría y nos vamos a compartir la mesa cotidiana con nuestros familiares y amigos.
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