28 junio 2023

DOMINGO XIII DEL T.ORDIN ARIO /A RADICALIDAD DE LA MISIÓN

 José Román Flecha

RADICALIDAD DE LA MISIÓN

“Pasó un día Eliseo por Sunem. Vivía allí una mujer principal que le insistió a que se quedase a comer. Y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba” (2 Re 4,8).
Así comienza la primera lectura que se proclama en este domingo decimotercero del tiempo ordinario. El texto bíblico continúa haciendo referencia a dos datos importantes.
• En primer lugar, esta mujer de Sunem sugiere a su marido preparar en la casa una habitación, para que el profeta Eliseo pueda hospedarse allí cuando pase de camino.
• En segundo lugar, Eliseo recompensa aquel gesto de hospitalidad con una solemne promesa: “El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo”.
La mujer practica la hospitalidad con un profeta y él profetiza que el premio a su acogida será el don de la vida. A la hora del premio, Jesucristo no puede ser menos generoso que el profeta Eliseo.
Considerando nuestra propia vida, también nosotros podemos con toda razón “cantar eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88).
El cristiano sabe que su fidelidad al Señor no quedará sin recompensa: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8).
RECIBIR AL PROFETA
En el llamado “Discurso del envío”, Jesús dirige a sus discípulos unas palabras que sin duda parecían muy extrañas en un ambiente en el que se valoraba tanto la familia: “El que
quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37).
Jesús no desprecia la familia humana. Pero establece una jerarquía de valores que refleja la generosidad que exige el seguir al Maestro. En consecuencia, Jesús presenta ante sus
discípulos el horizonte de una amplia familia universal que todavía no pueden imaginar.
• “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”. Es sorprendente esa identificación que comporta la actitud de recibir a los
discípulos del Maestro. Con ellos llegan Jesús y su Padre celestial.
• “El que recibe a un profeta… tendrá recompensa de profeta, y el que recibe a un justo tendrá recompensa de justo”. Jesús promete una recompensa inesperada a quien ofrece hospedaje al mensajero y escucha con atención su mensaje.
DAR DE BEBER AL DISCÍPULO
Muchos de nosotros imaginamos a un profeta reconocido y admirado por todos. Y consideramos un honor recibirlo. Pero el evangelio nos invita a considerar la realidad de cada día: “El que da a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a alguno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42). Tres términos merecen nuestra reflexión.
• Un vaso de agua fresca. Dar un vaso de agua evoca una de las obras de misericordia por las que un día seremos juzgados. Con esta imagen, el Señor nos exhorta a prestar atención a los sedientos de agua, de consuelo, de cultura y de amistad.
• Un discípulo del Señor. Con frecuencia sentimos la tentación de aplicar este título a los que nos agradan. Necesitamos la luz del Espíritu para porder discernir la presencia del discípulo que el Señor nos envía para anunciarnos el evangelio de la vida.
• Una recompensa prometida. Hemos de reconocer que solemos esperar una recompensa terrena a inmediata por nuestras buenas acciones. Pero el Maestro es discreto. En realidad, la
verdadera recompensa es precisamete la compañía del Señor.
- Señor Jesús, tú nos llamas a seguirte con generosa radicalidad. Los bienes que dejamos no dejan de ser bienes. Tu no nos pides que los despreciemos. Pero nos ayudas a comprender el bien incomparable de vivir tu vida y de entregar la nuestra por ti y por nuestros hermanos.
Bendito seas por siempre, Señor.

PERDER Y ENCONTRAR
“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”. (Mt 10,39)
1. ¿No vemos que con demasiada frecuencia, la avaricia y la codicia llevan a la persona a abrazar los bienes que ha conseguido, como si en ello pudiera encontrar la vida y su sentido?
2. ¿Por qué nos cuesta tanto comprender que ni la codicia genera dignidad, ni la traición al ideal comporta la felicidad?
3. Jesús nos dice que quien pierda su vida por él, la encontrará. ¿Estamos decididos a mantenernos fieles a la fe aun con el riesgo que esa fidelidad puede comportar para la propia vida?
4. ¿No vemos a personas que dicen mantenerse fieles a la fe, pero en la práctica no la viven y aun la abandonan o no dan ejemplo de ella?
5. ¿No es cierto que muchos de nosotros esperamos encontrar un premio palpable e inmediato a nuestro buen comportamiento?
6. ¿Oramos alguna vez por las personas que están entregando cada día su vida en el servicio a las personas que sufren o pasan necesidad?
7. ¿Y yo me doy cuenta de lo que significa para mí encontrar en Jesucristo la vida que he decidido entregar por él y por mis hermanos

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