Entrada
Muy buenas (noches, días, tardes): Queridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta, nuestra comunidad, a ese encuentro de los convocados por el Señor. Hoy veremos c¢mo la Iglesia naciente se va expandiendo, porque Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Predicaba a Cristo crucificado, porque esta era la predicación de los apóstoles, la cual repetían una y otra vez: “Aquel Jesús a quien ustedes mataron, Dios lo ha resucitado y nosotros somos testigos”. También nosotros, al igual que Felipe estamos llamados a predicar a Cristo resucitado.
Primera lectura: Hechos 8, 5-8. 14-17 (Les imponían las manos y recibían el Espíritu)
Esta lectura es de capital importancia para nosotros, porque nos trae el testimonio de los dos primeros sacramentos de la iniciación cristiana: el bautismo y la confirmación. El diácono Felipe evangeliza y bautiza; Pedro y Juan los confirman con la efusión del Espíritu, mediante la imposición de manos.
Segunda lectura: I Pedro 3,15-18 (Cristo murió, pero volvió a la vida por el Espíritu)
La resurrección es de ayer y es de hoy para hoy. Eso parece ser lo que San Pedro nos quiere decir en su primera carta, de donde está tomada la segunda lectura de hoy, cuando nos pide que glorifiquemos en nuestros corazones a Cristo Señor y que estemos siempre dispuestos para dar razón de nuestra esperanza.
Tercera lectura: Juan 14,15-21 (Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor)
En el texto evangélico de este sexto Domingo de Pascua, hay dos situaciones que forman parte del don pascual. Primero, el envío del Espíritu Santo, como don de Cristo y del Padre; y segundo, el retorno de Jesús, quien nos enviará el Espíritu Santo prometido. Será la presencia del mismo Jesús entre nosotros, después de su retorno al Padre.
Oración universal
A cada invocación, respondan, por favor: “Ilumínanos, Señor, con la claridad de Cristo”
1. Para que el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, promueva en la Iglesia y en nuestra parroquia comunidades deseosas de profundizar en la fe, roguemos al Señor.
2. En algunos lugares los cristianos sufren persecución y difamación, para que el Espíritu Santo, el Defensor, los fortalezca en la prueba, cuando tengan que dar razón de su esperanza, roguemos al Señor.
3. Para que el Espíritu Santo, el Espíritu de la unidad, promueva en el mundo el sentido de la solidaridad, roguemos al Señor.
4. Para que el Espíritu Santo, que recibimos en la confirmación, permanezca con nosotros y nos haga profetas de Cristo con la palabra y el testimonio de vida, roguemos al Señor.
5. Para que surjan entre nosotros y en todo el mundo las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida religiosa, roguemos al Señor.
Exhortaci¢n Final
Hoy nos alegramos, Padre, con el gozo del Espíritu que resucitó a tu Hijo Jesús de la muerte y del sepulcro.
Cristo murió víctima de la injusticia, pero tú has rubricado la autenticidad de su vida y persona, conducta y doctrina.
Has revisado su proceso y por el Espíritu lo has rehabilitado, dándole el nombre más excelso y constituyéndolo Señor de todo.
Su resurrección fundamenta la esperanza de la nuestra. Por eso podemos repetir con el salmista a boca llena:
Yo no he de morir, yo viviré para contar las hazañas del Señor.
Ayúdanos, Señor, a mantenernos siempre fieles a tu voluntad y prontos para dar a todos razón de nuestra esperanza.
Amén.
Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 941<(i>
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