02 abril 2023

Jueves santo: una llamada al amor (J. Griban)

 Quizá la síntesis del mensaje de Jesús se encuentre en aquel “mandamiento nuevo” que compartió en la última cena con sus amigos: amaos. Sin detenernos en lo que sucedió en aquella cena, difícilmente podríamos entender lo que pasó después. La cruz y la Vida toman sentido en el pan, en el vino, en la risa, la complicidad, el cariño… Amaos, les dijo. Como yo os he amado, que es lo mismo que decir apasionadamente, hasta el fin. Amaos unos a otros como os sentís amados por mí…


El jueves santo es una llamada al amor, a preguntarse qué es lo que de verdad uno ama y entregarse a ello. Propuesta arriesgada, qué duda cabe, pero también el único camino a la felicidad verdadera, a la gratitud sin límites, a la Vida que no conoce fin.


(María G. Barral)


Cuando el amor os llame, seguidlo.

Y cuando su camino sea duro y difícil,

y cuando sus alas os envuelvan, entregaos.

Aunque la espada

entre ellas escondida os hiriera.

Y cuando os hable, creed en él.

Aunque su voz destroce muchos sueños,

tal como el viento norte devasta los jardines.

Porque así como el amor os corona,

así os crucifica.

Así como os acrece, así os poda.

Así como asciende a lo más alto

y acaricia vuestras más tiernas ramas,

así descenderá hasta vuestras raíces

y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas

él os une a vosotros mismos.

Os desgarra para desnudaros.

Os cierne,

para libraros de vuestras coberturas.

Os pulveriza hasta volveros blancos.

Os amasa,

hasta que estéis flexibles y dóciles.

Y os asigna luego a su fuego sagrado,

para que podáis convertiros

en sagrado pan

para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor

en vosotros para que podáis

conocer los secretos de vuestro corazón

y convertiros, por ese conocimiento,

en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo,

buscáis sólo la paz y el placer,

entonces es mejor

que cubráis vuestra desnudez

y os alejéis de sus umbrales.

Cuando améis no debéis decir:

“Dios está en mi corazón”,

sino más bien:

“Yo estoy en el corazón de Dios”.

Y pensad que

no podéis dirigir el curso del amor

porque él, si os encuentra dignos,

dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que realizarse.

Pero, si amáis

y debe la necesidad tener deseos,

que vuestros deseos sean éstos:

Fundirse y ser como un arroyo

que canta su melodía a la noche.

Saber del dolor de la demasiada ternura.

Ser herido

por nuestro propio conocimiento del amor.

Y sangrar voluntaria y alegremente.

Despertarse al amanecer

con un alado corazón

y dar gracias por otro día de amor.

Descansar al mediodía

y meditar el éxtasis de amar.

Volver al hogar con gratitud en el atardecer.

Y dormir con una plegaria

por el amado en el corazón

y una canción de alabanza en los labios.


Jalil Gibran.

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